Image: Vidas rotas. Todas las víctimas de ETA

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Letras

Vidas rotas. Todas las víctimas de ETA

Rogelio Alonso, Florencio Domínguez y Marcos García Rey

26 febrero, 2010 01:00

Congreso de víctimas de ETA en Madrid en febrero en 2010. Foto: Enrique Carrascal

Espasa-Calpe. Madrid, 2010. 1000 páginas, 30 euros


En España existen personas con decoro. Los que han escrito y propiciado este demoledor volumen son, además, valientes. Vidas rotas es, como indica su subtítulo, una "historia de los hombres, mujeres y niños víctimas de ETA". En 50 años de historia la banda terrorista ha cometido 857 asesinatos, ha herido a cientos de personas, ha secuestrado y ha machacado la vida a varios miles de seres humanos. Se hacía necesario reparar a las víctimas, narrar su sufrimiento y al mismo tiempo fortalecer a una sociedad como la española que tras la muerte en 1975 de Franco está tratando de robustecer la democracia y sus instituciones.

El objetivo primero de Vidas rotas es evitar el olvido del drama humano que estalla sobre las víctimas, su familia, sus amigos y su entorno vital. Olvido que, como señalan los autores en la introducción, se ha deslizado con demasiada frecuencia en el enfoque de politólogos, historiadores o periodistas. Sin embargo, los autores no se quedan en una, llamémosla así, sociología de las víctimas del terrorismo. Van más allá y construyen al mismo tiempo una iluminadora historia de ETA y su influencia en la vida política y social española del último medio siglo.

Profesor titular de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos, Rogelio Alonso es un reputado experto en terrorismo y un profundo conocedor del IRA, su entorno y su evolución. Dirige el programa de Doctorado y el Master en Análisis y Prevención del Terrorismo de la citada universidad. Vinculado a este Master, Marcos García Rey es editor del libro El 11-M en la prensa árabe. Florencio Domínguez es redactor jefe de la Agencia Vasco Press y sus frecuentes colaboraciones en periódicos como La Vanguardia o Diario de Navarra, junto con sus libros dedicados al análisis de ETA, le acreditan como la referencia ineludible para saber qué ocurre en la red terrorista.

La costosa realización y publicación de un libro de estas características ha requerido la ayuda financiera y moral de la Fundación Víctimas del Terrorismo (FVT) y de otras instituciones. Con todo ello se ha reconstruido la historia y semblanzas de las víctimas de ETA. Los testimonios de sus allegados y sus seres queridos se aglutinan con informaciones aparecidas en la prensa y con el resumen de las sentencias judiciales de los asesinatos que han podido ser resueltos. Con este planteamiento consiguen los autores situar en el contexto político del momento las muertes producidas por la banda terrorista. A la vez, desvelan la atención que los medios de comunicación dedicaron a cada uno de los terribles sucesos. De este modo, el lector puede asomarse a las reacciones de las distintas fuerzas políticas y, en definitiva, al papel que la sociedad civil ha ido desempeñando a lo largo del periodo comprendido entre 1960 y 2009.

Relación causa-efecto
No figuran en esta relación de víctimas aquéllas cuyo fallecimiento se produce tras sufrir un atentado sin que sea posible establecer una relación directa de causa-efecto. Sí se ha incluido en el listado a Luis Manuel Allende Porrúa, fallecido tras sufrir un cáncer, "según consta en una resolución judicial", que tuvo su origen en el "estrés violento" derivado de su secuestro por parte de ETA unos meses antes. En ese sentido, Javier Rupérez, secuestrado por ETA (p-m), ha señalado en distintas ocasiones que el cáncer que llevó a la muerte a su esposa Geraldine tuvo su origen en el sufrimiento derivado de la acción terrorista. Quedan fuera de estas páginas los secuestros, chantajes, extorsiones, palizas y distintos tipos de vejaciones "menores" que la banda terrorista ha ido inflingiendo a un gigantesco número de ciudadanos a lo largo de los años.

Se abre este volumen con un prólogo debido al historiador y director de la Fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad, Fernando García de Cortázar. Sus páginas son un grito de atención ante los excesos de los nacionalismos catalán y vasco. Reclama al mismo tiempo firmeza ante el terrorismo y recuerda que en Italia se cometieron trescientos cincuenta asesinatos políticos entre 1969 y 1980 y que todo el arco parlamentario se negó a cualquier concesión política. Tras el prólogo y la introducción de los autores, el lector se da de bruces con el origen del terror. Begoña Arroz Ibarrola, una niña de veintidós meses, muere a consecuencia de las quemaduras producidas por una bomba incendiaria de ETA colocada en la estación de tren de Amara en San Sebastián.

Como señalan los autores, en las navidades de 1958 un grupo de las juventudes del Partido Nacionalista Vasco (PNV) se reúne en una tasca del barrio donostiarra de Gros para crear una nueva organización a la que denominan Euskadi Ta Askatasuna (ETA). En desacuerdo con los planteamientos políticos del PNV, al que ven demasiado pasivo frente al franquismo, deciden pasar a la acción violenta como instrumento político. En diciembre de 1959 colocan sus tres primeras bombas contra objetivos simbólicos situados en Vitoria, Bilbao y Santander.

En 1968 ETA decide matar. En junio asesinan a José Antonio Pardines Arcay, guardia civil destinado a Tráfico. Situado en una zona de obras de la carretera Nacional I detiene un automóvil y, mientras comprueba la matrícula, Txabi Etxebarrieta se baja del coche y le dispara a traición. Horas después moriría también en un enfrentamiento con miembros del Instituto Armado. Melitón Manzanas, jefe de la Brigada Social de San Sebastián cae en agosto.

En 1969 se despliega la represión franquista, parte de la Iglesia vasca apoya a ETA, y el Consejo de Guerra de Burgos de diciembre de 1970 contra los dirigentes de ETA no hace sino reforzar a una organización que continúa matando y que alcanza un punto máximo de potencia con el asesinato del presidente del Gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco, el 20 de diciembre de 1973. Un año más tarde ETA profundiza su terror. Amplía sus objetivos a cualquier civil. Pone una bomba en la cafetería Rolando, situada junto a la Dirección General de Seguridad y frecuentada, obviamente, por policías. Acaba con la vida de trece personas.

Dos años después de las primeras elecciones libres de junio de 1977, la Ley de Amnistía saca a la calle al último preso etarra y se aprueba en referéndum el Estatuto de Autonomía. Nada le basta a la banda. El lector atento a la memoria de los asesinatos se espanta con el periodo más duro, el comprendido entre 1978 y 1980. Se comete el 29% de todos los asesinatos. Casi un centenar de víctimas.

En 1983, con el PSOE en el poder y Mitterrand en la presidencia de la República francesa, se inicia la colaboración con Francia que, poco a poco, contribuye de un modo eficaz al debilitamiento de la banda. El 11 de septiembre de 2001 caen las Torres Gemelas de Nueva York y cambia la actitud de muchos gobiernos frente al terrorismo. El IRA destruye sus arsenales. En 2003 se declara ilegal a Batasuna como brazo político de ETA. La tregua y las negociaciones de 2006 acaban mal. Sigue la muerte. Se cierran estas páginas con el relato de la muerte el 20 de julio de 2009 en Mallorca del guardia civil Diego Salvá Lezáun. Un amplio despliegue de tablas, gráficos y mapas completan un volumen que marca un punto de inflexión en el tratamiento del terrorismo.

Víctimas y derrota, los otros libros del dolor

Caroline Eliacheff desde el terreno del psicoanálisis y Daniel Soulez Larivière desde el derecho construyen en El tiempo de las víctimas (Akal, 2009) un interesante marco reflexivo des- de el que analizan la nueva posición ocupada por las víctimas en la sociedad actual. En los 80 se inicia la reconsideración de la noción de víctima, tanto en la nomenclatura psiquiátrica como en el funcionamiento judicial. Cada vez más, a las víctimas se les concede un espacio público. El campo judicial se convierte así en el lugar privilegiado en el que las víctimas logran que se reconozca su desgracia y les sean reparados sus daños. Además, Ana María Sánchez, en Instrucciones para la derrota (Anthropos), se apoya en la literatura y estudia distintas alternativas para sobrevivir a la pérdida.