La doble vida de David Monteagudo
Lo suyo es una doble vida, dividida entre una cadena de montaje y el ordenador al que se pega febrilmente para escribir sin tregua. Fin, la primera de sus novelas que ha visto la luz, se ha convertido en el éxito editorial de la temporada
17 marzo, 2010 01:00David Monteagudo
Vis MolinaDavid Monteagudo (Viveiro, Lugo, 1960) es un escritor tardío y un lector precoz. "Escribo desde que cumplí los cuarenta, con la idea de que algún día haría algo grande. De hecho en todos mis trabajos me he comprometido poco, simplemente he cumplido, porque intuía que lo mío estaba en otra parte. Ahora soy peón en la cadena de montaje de una fábrica de cartonaje, donde cumplo el turno de mañana. Me levanto a las 5 de la madrugada y escribo antes de irme a la fábrica; y a veces vuelvo a hacerlo por la tarde, durante un par de horas más. Los fines de semana lo hago también a primera hora de la mañana, aunque no tan temprano".
Confiesa tener unas diez novelas inéditas, pero sus incios cómo autor han sido muy difíciles. Tras peregrinar durante años por agencias literarias y editoriales fue Olga, su mujer, la que siguió en el empeño. Mientras tanto él había renunciado a publicar, aunque seguía escribiendo obsesivamente. Y en otoño 2009 Acantilado publicó Fin, una novela sorprendente que narra el reencuentro de un grupo de jóvenes veinticinco años después de haberse distanciado y que está reventando records al agotar hasta dos ediciones en un mes. Con la octava ya en la calle, el libro sigue vendiéndose sin tregua.
De estilo directo y sin artificios, Monteagudo afirma que "el verdadero mérito es conseguir una prosa fluida, que despierte una lectura fácil y con buen ritmo. Cuando eso sucede, demuestra que el autor ha trabajado a fondo el estilo, corrigiendo y depurando las frases sin parar". A pesar de ello, sostiene no ser un corrector empedernido. "Este trabajo ya es obsesivo de por sí, mientras estás creando y metido de lleno en el argumento de una novela ésta te mantiene muy abstraído, sufriendo y gozando a la vez con la escritura, luchando con los personajes cuándo se te desmandan. Quizás por todo esto yo no soy de esos autores que corrigen sin cesar, sino que cuando doy un capítulo por cerrado ya no vuelvo a leerlo".
Alterna la escritura con la lectura de los clásicos, a los que vuelve una y otra vez porque le inspiran y le relajan. Faulkner, Melville ("Moby Dick es una obra maestra, la releo a menudo y siempre encuentro nuevos registros en ella, puedes verla cómo un libro de aventuras, cómo un ejercicio de impecable estilo o cómo un erudito tratado de cetaceología"), Azorín ("un castellano riquísimo y una prosa exquisita"), Borges, Cortázar o Allan Poe son algunos de los maestros a los que recurre para encontrar sosiego.
Y, mientras Fin sigue en las listas de los más vendidos, su autor empieza a creerse que se está convirtiendo en un autor reconocido. Entre sus proyectos está la publicación de su próximo libro, también en Acantilado, un conjunto de relatos, y la perspectiva de ver cómo los personajes de Fin cobran vida propia al ser llevados al cine. "Estas negociaciones, junto a la promoción, me están haciendo plantear la posibilidad de dejar la fábrica para tener tiempo de escribir. Además, ahora empiezo a ganar algo de dinero y eso me permitirá vivir de lo que escribo, porque no soy hombre de grandes lujos. Vivo en un piso de 40 metros cuadrados y por no tener, no tengo ni coche".