Palabra de cine. Su influencia en nuestro lenguaje
José Luis Borau
9 abril, 2010 02:00José Luis Borau. Foto: Nacho Gallego
Sirva esta observación para referenciar la doble militancia de José Luis Borau en los campos de la dirección de películas y de la literatura de creación (sus libros Camisa de once varas, Navidad, horrible Navidad y El amigo de invierno) y para contextualizar un trabajo como Palabras de cine, tan próximo a su ingreso, en febrero de 2008, en la Real Academia Española, con un discurso que fue el embrión del grueso volumen que hoy nos entrega.
Como el subtítulo indica (Su influencia en nuestro lenguaje), Borau hace un ordenado inventario de la presencia del cine no sólo en el habla castellana de la calle (española, más concretamente), sino en los usos del idioma, antecedentes o consecuentes, en distintos ámbitos del lenguaje escrito: prensa, novela, teatro, poesía etc., consignando, incluso, el mecanismo de retroalimentación del cine en el propio cine.
El bien estructurado registro de Borau certifica, primero, la presencia en el lenguaje hablado o escrito de tecnicismos, personajes, diálogos, títulos o géneros procedentes del cine, culminando, al final, en un amplísimo corpus enciclopédico (más de trescientas páginas) en el que, por orden alfabético, se recogen y glosan docenas de expresiones que, originarias del cine, se han incorporado significativamente al habla y al lenguaje escrito, es decir, a la cotidianidad y al pensamiento de los hispanohablantes, lo cual no es sino un síntoma del poder del cine como conformador de la cultura popular y de los resortes perceptivos de la realidad.
La ingente tarea de rastreo y caza y captura abordada por José Luis Borau me recuerda, salvando las diferencias, dos ilustres precedentes. Tiene semejanzas con el propósito de Andrés Amorós en su estupendo Lenguaje taurino y sociedad (Espasa-Calpe, 1990) -cambiando los toros por el cine- y también tiene concomitancias con el clásico e imprescindible El porqué de los dichos (reciéntemente reeditado por el Gobierno de Navarra), en la medida en que, como hiciera José María Iribarren con los modismos y frases proverbiales, Borau señala el origen exacto de las expresiones cinematográficas absorbidas por el lenguaje y comenta su sentido. Borau anota y explica las locuciones "de cine" y "de película" que, bien mirado, son las máximas representantes del fenómeno que el libro esclarece y la metáfora de todas las demás. El cinematógrafo ha creado un imaginario, unos códigos y unas coordenadas de comportamiento que, cuando por analogía, son percibidos en el terreno de la experiencia real provocan la retrospección al cine, ese mundo -venimos a pensar- en el que las cosas y la vida alcanzan las más altas y gratificantes dosis de maravilla y placer o, por otra parte, son posibles las más enrevesadas, inverosímiles y azarosas peripecias.
Muchos materiales acarreados por José Luis Borau a su desbordante fichero proceden de la prensa, donde la presencia de lo cinematográfico en titulares y frases es otro síntoma, desde luego, de la penetración del cine en la sociedad. Los periodistas buscan la inmediata identificación y atracción de sus lectores con señuelos conocidos y compartidos, pero también -todo hay que decirlo- esa abundante presencia no deja de ser índice de cierta pereza, comodidad o recurso fácil a la frase hecha de circulación común. En esta línea, las evidencias aportadas por Borau son una buena base para un ulterior ejercicio de interpretación y análisis.