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Letras

La cultura-mundo

Gilles Lipovetsky y Jean Serroy

22 octubre, 2010 02:00

Gilles Lipovetsky

Tradución de A. Prometeo-Moya. Anagrama. 232 páginas. 17,50 €

Gilles Lipovetsky y Jean Serroy unen sus fuerzas en su segundo análisis sobre la globalización de la cultura y las transformaciones que caracterizan el mundo del siglo XXI. El pasado año publicaron La pantalla global. Allí explicaban el papel de la información y el entretenimiento en la multitud de pantallas que desde hace unos años forman parte de la vida cotidiana de un gran número de habitantes de los cinco continentes. La pantalla cinematográfica recibía una especial atención. Conviene no olvidar que Jean Serroy, profesor de la Universidad de Grenoble, es un excelente crítico cinematográfico autor de 1985-2005: Entre deux siécles. 20 ans de cinéma contemporaine, una verdadera obra de referencia.

Aunque la muy prolífica obra de Lipovetsky pueda levantar la sospecha en el lector de repetición o superficialidad, lo cierto es que cada nueva entrega presenta rasgos novedosos en el análisis de lo que desde La era del vacío, a mediados de los 80, el autor dio en llamar hipermodernidad. La cultura-mundo apareció en Francia en 2008 como una reflexión, en la línea central de pensamiento del autor, destinada a explorar y urbanizar lo que otros autores denominan postmodernidad. Junto a ese esfuerzo orientado a ampliar y profundizar su discurso central, Lipovetsky se apoya en Serroy para enlazar con su obra anterior y analizar el papel de la cultura en el mundo actual.

En el cine, Lipovetsky y Serroy veían el arte industrial moderno por excelencia que con la llegada de la hipermodernidad se desregularizaba. La narrativa clásica daba paso a lo multiforme, lo híbrido y lo plural. Ahora, en La cultura-mundo el escenario analítico ya no es la sala cinematográfica sino la cultura tomada como ejemplo y representación planetaria.

Con el término cultura-mundo designan ambos autores “la cultura extendida del capitalismo, el individualismo y la tecnociencia, una cultura globalizada que estructura de modo radicalmente nuevo la relación de la persona consigo misma y con el mundo”. A lo largo de la primera mitad del libro, Lipovetsky y Serroy desgranan y aquilatan lo que entienden por cultura-mundo. Mezclan aspectos históricos, biográficos y de estructura económica o, dicho de otro modo, mercado, tecnociencia y personas caracterizadas por su desorientación.

La cultura-mundo no reprime las idiosincrasias nacionales, busca simplemente unificar el planeta a través del mercado. Tal como afirman los autores, la dinámica hipermoderna no antagoniza la cultura. Al contrario, la convierte en su principal rasgo, hasta el punto de que hoy se podría hablar de un “capitalismo cultural”. De este modo, las industrias culturales y el universo digital se convierten en piezas esenciales del hipercapitalismo globalizado.

En el último tercio los autores muestran cómo el mercado ha engullido el mundo del arte. La mutación sufrida por los museos de todo el planeta les sirve para apoyar su visión de la expresión artística como una actividad reestructurada por las lógicas del espectáculo y de las nuevas estrategias de seducción. El museo, antes lugar de reflexión, de goce estético e incluso de recogimiento pasa a convertirse, por obra y gracia de los arquitectos de renombre, en espacio urbano y en “joyero- seducción”. El arte ya no se venera con el silencio y el recogimiento del pasado, sino con la despreocupación de las muchedumbres de vacaciones.

Ya en el cierre de La cultura-mundo, Lipovetsky y Serroy reducen su visión pesimista y ambivalente para dar paso a la esperanza de una cultura que, más allá del entretenimiento y del mercado, impulse la formación artística a través de la educación de los jóvenes. Más allá del consumo la cultura es, todavía hoy, esperanza.