Image: Una antología de poesía brasileña

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Letras

Una antología de poesía brasileña

Elisabeth Bishop

10 diciembre, 2010 01:00

Vinicius de Morales y Cecilia Meireles

Traducción de Margarito. Cuéllar y Ángel Alonso. Vaso Roto. 237 pp, 14 e.


Cuando uno llega a "Metal rosicler, 9", de Cecilia Meireles, piensa: por este poema merece la pena todo el libro. El título, seductor y enigmático, no permite sospechar que trata de un afinador de pianos que "escucha cada nota/ y mira los bemoles y los sostenidos/ oyendo y viendo las cosas más remotas", ni que la sutileza de su oído equivale a la atención del poeta, capaz de detectar las ondas del espíritu y la "física nueva en ese plano", es decir, el del "lenguaje" del mundo.

Pero uno sigue leyendo y encuentra el "Mapa" de Murilo Mendes, poeta que limita "al norte con los sentidos" y "al sur con el miedo", y se siente "desarticulado", pues "me gusta todo el mundo, no me gusta nadie". En efecto, nos habla de la contradicción del bardo, que, además, baila "a la luz de los relámpagos" y se celebra a sí mismo pues "inaugura en el mundo un estado de desorden trascendental", "siempre en transformación".

Esto es la vida, metamorfosis, pero hay unos puntales. ¿Y dónde se podría detectar mejor que en Brasil, país que alberga la feraz selva, país, donde, por otra parte, cabalgan los caballos por grandes zonas de su geografía y de sus poemas?: "Caballos" (Murilo Mendes), "Caballo muerto" (C. Meireles), una calle atravesada "a galope de caballo", recuerda Drumon de Andrade... Pero también conserva una tradición, y una vida cotidiana, comer, charlar, como este mismo poeta deja escrito en el poema-relato titulado "La mesa"... Junto a él, puede situar su autor otros versos exigentemente líricos, "En medio del camino", a modo de exorcismo. Pero Vinícius de Moraes se fija en un alimento: la pera, "un fruto/en holocausto/ a la vida"...

También hay en estas páginas una "madrugada industrial" (Mauro Mota), "automóviles como peces ciegos", un inmenso poema casi "épico" de la vida actual: "Muerte y vida severina" (Joao Cabral de Melo Neto), un balcón "a la orilla/ de la tarde. Donde trabajan las nubes" (Ferreira Gullar), y, como no, la muerte ("Epitafio", de Oswald de Andrade, "Improvisación del muchacho muerto", de Mario de Andrade, "Elegía para María Alves", de J. Cardozo...).

Son pequeños y grandes hallazgos que nos proporciona Una antología de poesía brasileña, recogida por Elizabeth Bishop. La antóloga, poetisa norteamericana considerada por James Merril como "nuestro mayor tesoro nacional", vivió en Brasil entre 1951 y 1967, y se interesó por su cultura, que por entonces vivía un momento creativo excepcional. Esta etapa se inició cuando Oswald de Andrade, tras una estancia en Europa, en 1922, regresó con una copia del Manifiesto Futurista de Marinetti. El mismo año, 1922, en "La semana de Arte Moderno" de Sao Paulo, Menotti del Pichi pronunciaba un discurso exponiendo las nuevas directrices que debía seguir el arte.

De todos modos, la selva está ahí para seguir proporcionando savia a versos y hojas. Y ahí siguen los caballos "despertando clarines en la mañana" (Murilo Mendes).