Advertencia previa a quienes disfrutan leyendo los textos de quien goza escribiéndolos: los ocho relatos que contiene La ciudad desplazada, además de ratificar la ejemplar trayectoria narrativa del zaragozano Conget componen una deliciosa muestra de cuentos impulsados por la fuerza expresiva, la capacidad evocadora y la carga emocional que les otorga el buen hacer de su autor. Esa difícil alianza alcanza a todos, como sucede con la materia que aparece en ellos: la vida misma convertida en sustancia narrativa. Todo un logro cuando la materia aparece pertrechada por el fondo lector de quien da forma a sus historias con nutrientes literarios y cinematográficos, y con experiencias vitales susceptibles de ser tratadas con una sutileza poco común. Así que no diremos que los cuentos, siendo independientes, mantienen la unidad íntima que da sentido a muchos libros de relatos. No. Aquí hay ocho historias bien distintas, puestas en boca de ocho narradores que nada tienen en común, salvo la solvencia de un discurso embaucador que llega a conmover cuando escenifica la rebeldía en las aulas, o relata la febril pasión por los libros, y por la vida.
El último, "La ciudad desplazada", es síntesis de lo que destacamos: "Un hombre de mediana edad y su pareja viajaron a Londres donde habían sido felices juntos hacía muchos años". Así empieza y acaba, con el recuerdo del mejor Cortázar: ¿la realidad dentro de un sueño o un sueño dentro de la realidad? Desde ese ángulo fascinante, frontera del sueño y la vigila, se asoma el narrador de "Despedida", mientras "Encuentro casual en una estación de autobuses, original e ingenioso", corrobora que este libro se ofrece como un abrazo a quienes se dispongan a dejarse envolver por cuentos tan bien contados.