Julio Caro Baroja, la sabiduría como forma de vida
El polígrafo y antropólogo Julio Caro Baroja fotografiado en Centro Cultural Conde Duque. Foto: Archivo
Hoy, 13 de noviembre, Julio Caro Baroja hubiera cumplido 100 años. Su obra y su figura intelectual sigue destacando por su originalidad, rigor y visión histórica a la altura de grandes personajes como Unamuno, Ortega y Gasset o su muy querido tío Pío Baroja.
Caro Baroja heredaba así una tradición cultural que no se puede entender sin advertir sus primeros pasos, y el peso positivo que su madre, Carmen Baroja, escritora y mujer de conducta independiente, tuvo en la orientación del joven hacia el estudio de la cultura popular, la relación espacio temporal, y su visión del mundo con todas sus grandezas y debilidades. Porque parece redundante, pero es necesario advertir, que de los Baroja hay que hablar siempre en plural, para mejor comprender el poso de una historia cultural que nace en el valle guipuzcoano de Oiartzun, cuando el abuelo de sus abuelos, Rafael Martínez de Baroja, se instala en la localidad guipuzcoana. Un nómina extensa de periodistas, impresores, editores, libreros, pintores, músicos, poetas, ingenieros, artistas de la creación y el librepensamiento, que componen y jalonan la estirpe de los Baroja, cuyo principal foco de actividad se centra en San Sebastián en los inicios del siglo XIX, pero que se continúa en Madrid, Navarra e Italia, con ecos que se refieren a la historia del mundo amplio y ajeno.
Al comienzo del XX, en 1912, Pío Baroja adquirió el caserón de Itzea ("madre de todo lo bueno de mi vida", diría con el tiempo Caro Baroja), en el Bidasoa, donde también se recogían los ecos de antepasados de la tierra vasca, como Aviraneta, y en donde al día de hoy se custodia el elemento material y emocional de una familia que vivió en y por la cultura. Pío Caro Baroja, hermano de don Julio, con quien realizó varios documentales cinematográficos -"Navarra, cuatro estaciones", o "Guipúzcoa", entre otras series de TV-, es hoy el eslabón vivo de esa ejecutoria cultural.
Aunque a este sabio humilde que ahora cumpliría un siglo le ruborizase, en la obra de Julio Caro Baroja se resume y supera toda la representación de ese legado mental familiar, pues este sabio, nacido en Madrid, de antecedentes vascos de mucha raigambre, e italianos -tanto por la línea paterna como materna-, compuso una obra intelectual que es corolario de todo lo más destacado que sus antepasados representaron. Porque Caro Baroja ha sido historiador, lingüista, etnólogo, pintor, politólogo, director de museos, hombre con sentido musical, folklorista, narrador imaginario, profesor de alta escuela, aunque no tuviera universidad asignada hasta el final de su carrera -en la Universidad del País Vasco-, precisamente por haber elegido la independencia en un tiempo en que todo estaba estigmatizado. Cuando, tras haberse pasado en el periodo de la guerra civil tres años recluido en Itzea, leyendo, estudiando, asimilando tantos y tantos libros, volvió a las clases en la Universidad de Madrid, se dio cuenta de que el ambiente no estaba a su favor. Invariablemente, todos los profesores, al pasar la lista obligatoria con rígido sentido militar, le añadían una coletilla, todos los días: "Con que Baroja, eh?". Pero don Julio supo aguantar aquel calvario debido a las enseñanzas recibidas en su familia, que fue su verdadera universidad.
Lo dirá con meridiana claridad en su libro de memorias Los Baroja -verdadero tratado de antropología social-: "Cuando yo llegué a Carranza, Vizcaya, a aprender por vez primera, bajo la férula de Aranzadi y Barandiarán, me encontraron un niño todavía. Pero me trataron excelentemente. Teníamos el centro de operaciones en una fonda muy limpia, a cierta distancia de la cueva y el yacimiento donde se realizaba la excavación. Don Telesforo [primo de Unamuno] bajaba sin ayuda y se sentaba a la entrada. Barandiarán vigilaba la labor de los obreros y cuidaba lo que se cribaba en los cedazos: huesos, esquirlas, útiles, trozos de ocre o de carbón, todo quedaba rigurosa, minuciosamente clasificado. Y mientras don Telesforo se abstraía, don José Miguel nos hablaba, a mí y a un sobrino seminarista [se trata de Felipe de Barandiarán Irizar] que le ayudaba, de Folklore vasco, de Arqueología o de Etnografía general. Mientras que en la Universidad tenía que aguantar tabarras y displicencias.... Barandiarán nos daba ideas muy claras y exactas sobre el método histórico-cultural, sobre las recientísimas investigaciones de Malinowsky, sobre la idea de Dios entre los primitivos, acerca del pensamiento de Durkheim o de Wundt... Total, que en una cueva paleolítica de Vizcaya y de boca de un sacerdote católico vasco salía más materia universitaria que de las aulas madrileñas".
Retrato al óleo de Pío Baroja por Julio Caro Baroja
Fue Pío Baroja quien pidió a Barandiarán que acogiera a Julio Caro en su universidad ambulante, consciente de que el sacerdote era la persona adecuada para aquella pedagogía. Así, Caro Baroja recogió dos tradiciones culturales de las que siempre se sintió deudor agradecido, como lo relata en el libro Semblanzas ideales, donde estudia a todos los que fueron sus maestros: "El Destino ha hecho que en mi vida -nos cuenta Caro Baroja-, tanto intelectual como afectiva, hayan confluido corrientes de muy distinto origen y, si se quiere, difíciles de unir. Por un lado he tenido fuerte conexión con hombres del País Vasco, muy metidos en la vida de aquél, muy católicos, conservadores en ciertos aspectos esenciales, y opuestos a lo que podía representar mi propia familia. Pero dentro de ella tuve el privilegio extraordinario de aprender a apreciar el mérito donde estuviera. Esta es la base de todo Liberalismo verdadero, con independencia de la ergotización política, que nunca me ha interesado. Vida vasca, vida vinculada a la familia materna por un lado: liberal en esencia. Vida madrileña, de otro".Caro Baroja estudió en el Lyceum Club, hijuela de la Institución Libre de Enseñanza, que fundaron, entre otras, María de Maeztu y su propia madre, Carmen Baroja, y tuvo como profesora a María Goiri, quien advirtió su cualidad para la escritura, algo evidente, por otra parte. En el referido libro de Semblanzas ideales Caro Baroja lo reconocerá de nuevo: "Así, me encuentro raramente situado entre la sombra de don Resurrección María de Azkue, por un lado, y la de don Francisco Giner de los Ríos, por otro, y en la constelación en que está metida mi humilde estrella se encuentran don Ciro Bayo y Segurola y mis propios tíos. Simpatizo o he podido simpatizar con un vasco tradicionalista, como don Julio de Urquijo y con el profesor deseoso de regenerar a España por vía pedagógica y laica. Me solidarizo con el hidalgo bohemio y con el hombre de ciencia escrupuloso. Puedo sentir simpatía por cualquier postura sincera, sea la que sea la base ideológica en que se funda. Mas hoy resulta que no puedo simpatizar con casi nada de lo que me rodea. No porque no crea en la sinceridad y buena fe de mis contemporáneos, sino por la manera que tienen de plantearse los asuntos fundamentales de la vida: a mi juicio, demasiado cercana a las candilejas". Tal era su liberalidad.
La identidad del amor
Además de todo su bagaje antropológico, histórico y social, además de sus incursiones en la lingüística y el folklore, uno de los capítulos más radicales de la obra de Caro Baroja está en algunos libros de su última etapa, en donde con rigor y vigor, el hombre atento puso acentos y crítica sobre al rumbo de la realidad vasca, como en su libro El laberinto vasco (1984), Escritos combativos (1986) y Terror y terrorismo (1989). En el primero, el hombre atento denunciaba la "pasividad ante la violencia" y la descomposición de una sociedad encharcada en la sangre y el absolutismo. La sabiduría de Caro Baroja dejó entonces subrayado este pensamiento, que es toda una proclama de convivencia y civilidad, frente a los comportamientos excluyentes que advertía en la sociedad vasca de 1984: "Si hay una "identidad" hay que buscarla en el amor. Ni más, ni menos. Amor al país en que hemos nacido o vivido. Amar a sus montes, prados, bosques, amar a su idioma y sus costumbres, sin exclusivismos. Amor a sus grandes hombres y no sólo a un grupito de ellos. Amor también a los vecinos y a los que "no son como nosotros". Lo demás, es decir, la coacción, el ordenancismo, la agresividad... ni es signo de "identidad"..., ni es vía para construir o reconstruir un país que pasa acaso por la mayor crisis de su Historia y que está muy desintegrado desde todos los puntos de vista... Y la única posibilidad de creer en unidades, identidades y cosas por el estilo es cultivar el amor".La Universidad Carlos III de Madrid, invocando su memoria, creó el Instituto de Estudios Sociales que lleva el nombre del eminente antropólogo, que dedicó su vida entera a intentar comprender lo ininteligible que es la vida, como advirtió en un artículo de loa a la obra de Antonio Tovar. En 1980, en el prólogo al libro de Jorge Campos Introducción a Pío Baroja, Julio Caro confesaba una idea que fue reflexión constante en su vida intelectual: "La de que el mundo, en sí, es un mito que hace ver con claridad cuerpos y objetos, pero que encubre almas y espíritus". Para Julio Caro el novelista es precisamente el "mitógrafo que nos descubre esas almas y espíritus y el hombre corriente no hace más que andar a trompicones con los cuerpos y los objetos del mismo mundo".
Calificado en tantas ocasiones como sabio escéptico, el propio Julio Caro reparó en esta cuestión, pues su escepticismo no podía interpretarse como desinterés o falta de compromiso con el presente de alguien a quien, por otra parte, nada de lo humano le era ajeno. Así, en unas declaraciones de 1987, reflexionaba: "Soy escéptico ante las modas, ante lo vulgar, pero no lo soy en cambio ante las cosas de la vida y ante las grandes cuestiones que hoy preocupan a la Humanidad. Ante eso no se puede ser escéptico". Y es que Caro Baroja fue un sabio que estuvo atento al rumor de la vida cotidiana y no descuidó el pasado ni el presente. Y sus enseñanzas son elementos de vida para el futuro.
Félix Maraña es autor del libro Julio Caro Baroja, el hombre necesario (1995).
Para conocer a Caro Baroja
Además de dos libros capitales para conocer su vida y pensamiento -Disquisiciones antropológicas y Conversaciones en Itzea, realizados entre Caro Baroja y Emilio Temprano y Francisco J. Flores Arroyuelo, respectivamente-, o el libro memorial Los Baroja, existe un conjunto selecto de monografías y libros que nos acercan a su figura desde distintos vértices.- Homenaje a Julio Caro Baroja; Centro de Investigaciones Sociológicas; Madrid, 1978.
- Aportación de Julio Caro Baroja a la historia moderna de España; en "Ensayos de historiografía"; Universidad de Valladolid; 1978.
- Julio Caro Baroja: "Una vida en tres actos"; revista Triunfo, núm. 11, Madrid, septiembre,1981.
- Julio Caro Baroja. Omenaldia; Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos; San Sebastián, 1986. Dos volúmenes.
- Retrato de Julio Caro Baroja; Baltasar Porcel; Círculo de Lectores; Barcelona, 1987.
- Julio Caro Baroja, Premio Nacional de las Letras Españolas 1985; Antonio Carreira y otros; Barcelona, 1989.
- Homenaje a Julio Caro Baroja; Cuadernos Hispanoamericanos; Madrid, 1994.
- Homenaje a don Julio Caro Baroja; Boletín de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País; Tomo L, 1994-2; San Sebastián, 1995.
- Los Baroja y el mar. Homenaje a Julio Caro Baroja (Barojatarrak eta itsasoa. Julio Caro Barojaren omenez); Edición de J. M. Unsain; Museo Naval; San Sebastián; 1995.
- Homenaje a Julio Caro Baroja; Príncipe de Viana; Pamplona, 1995. [Recoge el texto "Una vida en tres actos"]
- Pío Caro Baroja: Itinerario sentimental (Guía de Itzea), Pamiela, Pamplona, 1995.
- Félix Maraña: Julio Caro Baroja, el hombre necesario; Bermingham, San Sebastián, 1995.
- Francisco Castilla Urbano: El análisis social de Julio Caro Baroja: empirismo y subjetividad, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2003.
- José Antonio Paniagua: Etnografía y religión en la antropología de Julio Caro Baroja; Dyedicul, Madrid, 2004.
- Antonio Carreira: Bibliografía de Julio Caro Baroja, Madrid, 2008.
Bibliografía selecta de Julio Caro Baroja
- Los vascos (1949)- Estudios saharianos (1955)
- Las brujas y su mundo (1961)
- El mito del carácter nacional (1970)
- Semblanzas ideales (1972)
- Los Baroja (memorias) (1972)
- Ritos y mitos equívocos (1974)
- El carnaval (1979)
- Ensayos sobre la cultura popular española (1979)
- Introducción a una historia contemporánea del anticlericalismo español (1980)
- Los vascos y el mar (1981)
- La aurora del pensamiento antropológico (1983)
- El laberinto vasco (1984)
- Disquisiciones antropológicas (1985)
- Los fundamentos del pensamientos antropológico moderno (1985)
- Magia y brujería (1987)
- Las falsificaciones de la historia (1992)
Las editoriales Txertoa y Lur han publicado los volúmenes de sus "Estudios Vascos". En el segundo de los casos, edición ilustrada.