Image: La provocación

Image: La provocación

Letras

La provocación

Ismaíl Kadaré

9 enero, 2015 01:00

Ismaíl Kadaré

Traducción de M. Roces y R. Sánchez Lizarralde. Alianza, 2014. 205 páginas, 16 euros

El cuento no es un género menor, sino un ejercicio de precisión, limpieza e intensidad. Yo no creo que este volumen reúna once novelas cortas de Kadaré, sino once relatos, con personajes cuidadosamente elaborados y situaciones que mezclan tragedia, ironía, lirismo, tristeza y una esperanza tenaz en medio de la adversidad. George Orwell trabajó como librero y casi todos los clientes le advertían que no deseaban relatos, sino novelas, lo cual desmiente la presunta sensibilidad de los ingleses hacia el formato breve. El escepticismo de los lectores en lengua inglesa se convierte en desprecio en el caso del lector en lengua castellana. De hecho, pocas editoriales se atreven con el cuento, salvo cuando disfrutan del aval de una gran pluma como la de Ismaíl Kadaré, escritor albanés nacido en 1936 en el seno de una familia laica de origen musulmán.

Así como Canetti se definía a sí mismo como "el enemigo de la Muerte", Kadaré considera que "el escritor es el enemigo natural de las dictaduras". Nacido en la hermosa Gjirokastra, una bella ciudad al sur de Albania, Kadaré sufrió la invasión nazi y la dictadura comunista de Enver Hoxa, dos experiencias que le convirtieron en un firme defensor de la libertad y la convivencia democrática. Apoyó la intervención de la OTAN en la antigua Yugoslavia para proteger a los albaneses de Kosovo, pero siempre se ha mostrado muy crítico con las desigualdades promovidas por el capitalismo.

"Provocación" es el primer relato y recrea la peripecia de un grupo de soldados que se disputan el control de una franja fronteriza: "¿Quién sería capaz de adivinar que ahí, unos metros más abajo, se dividen dos Estados? La nieve que nos rodea es idéntica, los árboles que sobresalen y el lodo que se esconde debajo son idénticos también, y separados unos metros los unos de los otros, yacen los muertos". La guerra es el mayor fracaso del género humano, pero la verdad y la belleza aparecen en el lugar más inesperado, revelando que nuestra humanidad se mide por nuestra capacidad de amar al otro. El cuidado de una mujer herida introduce un pequeño paréntesis en la espiral de violencia, pero solo es un espejismo efímero. Lamentablemente, la barbarie prevalece sobre la ternura. "La lectura de Hamlet" muestra que Shakespeare no es un simple nombre, sino un aliado intemporal que exhuma implacablemente las miserias del poder político. "Conversaciones sobre brillantes en una tarde de diciembre" es un exquisito relato sobre exiliados albaneses, donde se agita el fantasma de Hitler, un pintor mediocre que destruirá el mundo para justificar sus mediocres acuarelas. En ese contexto, la perfección de un Stradivarius representa la armonía y el equilibrio. Es imposible comentar todos los cuentos, pero quiero destacar "El último invierno del asesino", una variación de corte borgiano sobre Macbeth, y "Díptico sobre la gran muralla china", con una prosa y un sentido del juego literario que también recuerda al escritor argentino. Duncan es una síntesis de Stalin y Hitler, con una visión profundamente destructiva de la política, cuyo desenlace solo puede ser un ocaso wagneriano. La Gran Muralla surge de oscuro designio que se esclarecerá cuando el gobierno comunista construye la Gran Presa. Las dos obras faraónicas "no se verían ni se encontrarían jamás", pues su sentido es reinar en soledad, inmolando vidas humanas y pueblos en nombre de una Idea.

"Para olvidar a una mujer" es un cuento particularmente divertido, que incorpora un elemento fantástico: la posibilidad de modificar el eje de rotación de la Tierra para borrar un desengaño sentimental. Por desdicha, es un recurso que solo sirve para enterrar épocas, no recuerdos.

Ismaíl Kadaré se merece el Nobel. No solo por su prosa reflexiva, lírica e incisiva, sino por su incondicional compromiso con la libertad. Nunca se ha dejado seducir por el totalitarismo. No es fácil eludir esa tentación, pues fascismo y comunismo se perfilan como utopías comunitarias, donde no hay espacio para la soledad. Sin embargo, su promesa de felicidad presupone la muerte del individuo. Kadaré es algo más que un escritor. Su obra es una elocuente e indestructible apología de la libertad personal.