Image: Peter Stamm: La literatura es un medio de conocimiento, no de entretenimiento

Image: Peter Stamm: "La literatura es un medio de conocimiento, no de entretenimiento"

Letras

Peter Stamm: "La literatura es un medio de conocimiento, no de entretenimiento"

7 octubre, 2016 02:00

Peter Stamm. Foto: Ainhoa Gomà / Acantilado

Peter Stamm supo que quería ser escritor después de leer a Hemingway. Hoy se siente más cercano aún a la literatura de Raymond Carver, y su adorado Chéjov, que a la de los clásicos alemanes. Noche es el día (Acantilado), su última novela, es una reflexión sobre aquello que nos hace a nosotros mismos, y la mejor manera de ir en su busca. La protagonista es una presentadora de televisión a la que un accidente de tráfico obliga a volver a empezar.

Cuando se le pregunta por qué, a menudo, los protagonistas de sus novelas son mujeres, Peter Stamm (Weinfelden, Suiza, 1963) cita a Diane Arbus, la fotógrafa de lo bizarro, y susurra: "Lo que nunca he visto antes es aquello que reconozco como propio". Es decir, aclara, "comprendo mejor lo que me resulta ajeno". A continuación sonríe y sus ojos azules se entrecierran y dice que Gillian, la presentadora de televisión que protagoniza Noche es el día (Acantilado), su última novela, una novela sobre aquello que nos hace únicos, una novela sobre las máscaras, todas nuestras máscaras; le es por completo ajena. Y eso le gusta. Para él, el de la novela es la clase de camino que debe recorrerse primero a oscuras, a tientas, sin saber muy bien a dónde se va, para luego, una vez cruzada la última frontera, una vez puesto el punto final, rehacerse, consciente, y reconstruirse, para que el resultado tenga el sentido que pretendíamos darle.

Eso ocurre con todas sus historias, y también, inevitablemente, con la de Gillian, la mujer que, un mal día, de vuelta a casa de una fiesta de Fin de Año, tiene un accidente, y su vida desaparece. O, en sus palabras, "todo seguía allí, sólo yo me había ido". No es que muera, sino que todo lo que había sido hasta ese momento, el guión mal escrito de la vida que había vivido de forma inconsciente, se desecha, y por primera vez, debe tomar las riendas y mirarse al espejo y descubrir quién ha sido durante todo ese tiempo, y quién puede ser a partir de entonces. Su marido ha muerto, quizá las plantas se estén marchitando, y el futuro no exista.

Pregunta.- Gillian, como otros de sus personajes, parece incompleta cuando arranca la narración, y se diría que va completándose a medida que avanza, ¿opina usted lo mismo? ¿Diría que su narrativa trata de completar el puzzle que constituimos cada uno de nosotros?
Respuesta.- Diría que mi narrativa intenta llevar a las personas hacia sí mismas. Mis libros no siempre acaban bien, pero al final ocurre que los personajes saben más sobre sí mismos de lo que sabían al principio. Todos ellos, al final, se aproximan a su esencia. En ese sentido podría decirse que mis libros tienen un final feliz.

P.- Noche es el día es una reflexión sobre la identidad que juega con la idea de la desnudez, encarnada en el fotógrafo de mujeres desnudas, Hubert, que se cruza, en un momento dado, en la vida de la protagonista, ¿diría que el desnudo nos aproxima a aquello que somos en esencia?
R.- No. Diría que este libro cuestiona precisamente eso. ¿Soy más yo mismo cuando estoy desnudo? ¿O dice más de mí esta camisa y estos pantalones, que esta mañana he elegido ponerme, que la piel que no tengo otro remedio que habitar? Desnudos todos somos iguales. No sé, estoy pensando en las saunas. Son sitios deprimentes porque todos allí parecemos animales. No hay nada erótico en una sauna. El desnudo nos iguala.

P.- En ese sentido, ¿qué papel juega el fotógrafo de desnudos en la novela?
R.- A Hubert no le interesa el desnudo en sí mismo, sino la inseguridad. Hubert quiere fotografiar la inseguridad que puede o no desprenderse de la desnudez. No le interesa el cuerpo. Hay personas que estando desnudas puede parecer que siguen vestidas. Y en cualquier caso, el desnudo es sólo una parte de nuestra identidad.

P.- A menudo también en sus historias una desgracia, o un accidente, como en este caso, llevan al protagonista a despertar, ¿por qué?
R.- Ocurre de forma bastante habitual que alguien que ha pasado por algo horrible da las gracias a esa cosa horrible por la que ha pasado porque sin ella no sería la misma persona. Las desgracias nos expulsan de cierta vida inconsciente que pueda hacer que acabes buscándote a ti mismo, y te encuentres.

P.- Lo que ocurre con Gillian, en ese accidente que sirve de punto de partida a la novela, es que queda por completo desfigurada y pasa de ser una mujer famosa a alguien que no se reconoce, ¿por qué decidió que fuese precisamente la cara lo que no puede volver a verse?
R.- Hablé con cirujanos y llegué a la conclusión de que la cara era lo que me convenía. El rostro es la expresión más clara de nuestra personalidad. Es lo que vemos del otro, y, por otro lado, es una de las heridas más trágicas que podemos experimentar.

P.- ¿Era Gillian menos Gillian cuando era famosa?
R.- Por supuesto. Todos somos múltiples, pero hay papeles que interpretamos que nos representan más que otros. Y el papel menos auténtico de Gillian es el primero, el de la presentadora de televisión. Es algo que está por todas partes. Las vidas de famosos nos rodean y algunas están totalmente incompletas, no son más que imágenes en papel couché.

P.- Por lo que cuenta parece que se plantea la literatura como un arma de reflexión, una manera de descubrir más, todo lo posible, sobre el ser humano.
R.- Para mí la literatura ha sido siempre un medio de conocimiento. No quiero que me entretengan ni quiero entretener. Espero mucho de la lectura. Y creo que esa debería ser la premisa de toda forma artística. La del medio de conocimiento. Sobre uno mismo y los demás.

P.- ¿Qué escritores o artistas admira?
R.- Entre los escritores contemporáneos me interesa muchísimo Don DeLillo. Y también Patrick Modiano. Con Modiano, por ejemplo, ves claramente que no se trata de explicar una historia, sino de desplegar un universo.

P.- ¿Recuerda qué escritor le convirtió en escritor?
R.- Sí, perfectamente. Fue Hemingway. Los relatos de Hemingway. Era muy joven cuando lo empecé a leer. Debía tener 18 años. Y me gustó su forma de transmitir una sensación de realidad, de mostrarla sin narrarla.

P.- Y después de dedicarles tantas novelas a la mujer, de tratar de explorar aquello que le es ajeno, ¿ha llegado a alguna conclusión?
R.- Lo estupendo de las grandes cuestiones es que no tienen respuesta. Son catalizadores que ponen en movimiento cosas, como mis novelas. Hay pequeños instantes en los que tienes la sensación de haber comprendido algo, pero esos instantes pasan y vuelve la oscuridad. Hace dos años estuve en el CERN y los científicos que trabajan allí me dijeron que de cada nueva respuesta que encontraban, surgían 100 preguntas nuevas, y así es como debe ser. Sería horrible tener una respuesta definitiva.

P.- ¿Diría que Noche es el día es una pieza más del rompecabezas de su obra?
R.- Diría que ya en Agnes, mi primera novela, una de las cuestiones centrales era la imagen que tenemos de nosotros mismos y cómo esa imagen puede no tener nada que ver con la realidad, así que lo más probable es que esté escribiendo siempre la misma novela, que trate siempre las mismas cuestiones sólo que iluminadas desde partes diferentes.

@laura_fernandez