¿Qué lee un escritor en cuarentena?
Clásicos y novedades, novelas, ensayos y hasta algún poemario. En estos días de cuarentena, desde El Cultural hemos pedido a 10 narradores y poetas que nos recomienden una lectura de su biblioteca para intentar disfrutar y aprovechar estos días de forzoso encierro
19 marzo, 2020 10:06Manuel Vilas
Terra Alta es la última novela de Javier Cercas, con la que obtuvo el Premio Planeta de este año. Es una novela que tiene un ritmo trepidante, lleno de fuerza narrativa. Se trata de una novela policíaca, cuyo protagonista es un joven policía, llamado Melchor Marín que investiga un brutal crimen en la España actual. La novela contiene un alto voltaje moral y social, pues plantea una emocionante reflexión sobre el valor de la ley, sobre el significado de la palabra justicia; y además hay toda una exploración de un tema arquetípico de la literatura, como es el tema de la venganza. Una excelente novela ideal para el confinamiento.
Rubén Martín Díaz
Uno de los últimos libros que adquirí antes de declararse el estado de confinamiento, y que ha conseguido mantenerme al margen de la situación durante toda su lectura, es No duermas más, de la escritora británica P. D. James. Tras este sugerente título nos encontramos con seis historias perfectamente armadas (sello que siempre caracterizó la obra de esta gran dama de la novela policial) y encuadradas dentro de la ficción detectivesca. La venganza es el motor que pone en marcha al mecanismo criminal de cada uno de estos relatos. Y en ellos, personajes de una profunda psicología y una dudosa moral tendrán que jugarse sus cartas con algo más que la pericia de sus oponentes: la justicia natural. Mención especial para esa pieza maestra titulada El cumpleaños del señor Millcroft, texto con el que se cierra este magnífico libro.
Edurne Portela
Elijo pequeñas mujeres rojas (Anagrama), de Marta Sanz, una novela de una belleza poética extraordinaria que bucea en las más turbias y pestilentes aguas de nuestra memoria histórica. A través de Paula, personaje de sus novelas negras anteriores, Sanz nos lleva a Azafrán, un pueblo plagado de fantasmas que espantan bastante menos que sus siniestros habitantes. Sanz despliega una potencia narrativa deslumbrante y sostiene un pulso continuo con la representación de la violencia y la crueldad. pequeñas mujeres rojas es una novela militante y arrebatadora que demuestra que es el compromiso puede encarnarse en un lenguaje simbólico, político y poético.
Javier Vela
"Solo el prisionero entiende el significado de la libertad", puede leerse en las primeras páginas de Los pícaros y los canallas van al cielo (Periférica), de Elizabeth Smart; breve sentencia que, en estos días de aislamiento, se nos antoja de todo punto profética. Esta novela impura -gozosamente impura, quiero decir- prorroga ahora la compañía que su autora me brinda desde hace meses, cuando leí En Grand Central Station me senté y lloré. Gracias a una escritura fragmentaria, fluida y rica en imágenes, Smart traspone con envidiable pericia la brumosa frontera que separa ficción y autobiografía, rememorando con insolencia y lirismo los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Otras lecturas, frescas todavía, para sobrellevar la cuarentena y sobre todo para sustraerse a la "pandemia de la información" y a la tediosa virtualidad de las redes: las fantasmagorías de Alexander Kluge (El hueco que deja el diablo), la escritura fractal de Martine Delvaux (Le monde est à toi), los recuerdos fingidos de Péter Esterházy (Armonía celestial), las constelaciones de Sylwia Chrostowska (Permission), los diccionarios alucinados de Patrick Ourednik (Europeana: una breve historia del siglo XX) y las digresiones introspectivas de Maggie Nelson (Los argonautas).
Anna Caballé
No soy original: tantos días de confinamiento nos invitan a ocupar parte del tiempo en cumplir tareas pendientes, deseos de lecturas que quedaron postergadas (lo vengo haciendo estos días con volúmenes no leídos de la Obra Completa de Josep Pla, como Àlbum de Fontclara que me ha encantado y con la Decadencia y caída del Impero romano, de Edward Gibbon: siempre me imponía su extensión y lo colateral del tema para mis intereses). También he vuelto a una maestra, George Eliot. Recuerdo la lectura de Middlemarch, en versión de la editorial Alba, como un descubrimiento por la sutileza del análisis psicológico, la madurez mental que muestra la escritora, su sentido de la plenitud vital. Y me interesa el tema que plantea la novela, o uno de ellos, lo difícil que resulta encontrar la verdadera vocación y cuántos errores se cometen en su nombre. En medio de la confrontación política que nos rodea, leer a una novelista victoriana que aborda su historia, nada provinciana, a partir de una serie de personajes que proporcionan a su vez muchos y muy diversos puntos de vista me parece un ejercicio de salud mental, de tolerancia y de verdad humana. Aquí parece un sueño.
Fernando Aramburu
Recomiendo, pensando en que a los lectores les gustarán tanto como a mí, los diarios de Héctor Abad Faciolince (Lo que fue presente, Alfaguara). Yo pensaba que conocía a Héctor, a quien he abrazado y de quien he recibido abrazos en repetidas ocasiones. Sin embargo, leyendo estos escritos confesionales suyos, de una franqueza despiadada, he vuelto a pensar en lo difícil que resulta conocer a fondo a nadie a pesar de que conformamos una especie, a un tiempo animal y susceptible de cultura, altamente comunicativa. He sentido durante la lectura el placer que atribuyo a los sacerdotes cuando escuchan los pecados ajenos a través de las rejillas de los confesionarios. Si, como afirman los que saben, uno lee narraciones, biografías, libros confesionales, etc., para calzarse durante un puñado de horas vidas ajenas, con este libro de Héctor dicho objetivo se cumple de maravilla, lo cual no significa que a uno le hubiera complacido caminar por los mismos derroteros biográficos.
Justo Navarro
Recomendaría una novela que leí hace tiempo y estoy releyendo estos días por pura diversión: Tres tristes tigres (Seix Barral), de Guillermo Cabrera Infante. Cabarets, música, bares, callejeo, amigos y amigas, amantes y amantes, malabarismo palabrero, humor multicolor: hasta cabe el asesinato de Trotski cantado por José Martí, Lezama Lima, Lydia Cabrera o Alejo Carpentier y, contada por primera vez, que yo sepa, la anécdota del individuo que cree que le han robado en el tren la botella de agua, acusa del robo a un infeliz, le quita la botella y descubre luego que su botella no había salido de su bolsa. Voy por la mitad de la novela y no me acuerdo del resto. Sigo leyéndola.
Berta Vias Mahou
Ayer, 22 de abril de 2020, se cumplieron cuatrocientos cuatro años de la muerte de Cervantes, quien, después de pasar cinco apresado en una prisión de Argel, de donde intentó fugarse en cuatro ocasiones, estuvo también encerrado en la Cárcel Real de Sevilla, en la que, según se dice, empezó a escribir El Quijote. De entre los ensayos que atesoro porque estudian las palabras y las técnicas del mayor autor en lengua castellana de todos los tiempos, quisiera recomendar para estos tiempos de reclusión forzosa el de Luis Rosales titulado Cervantes y la libertad (Trotta). Centrado en un tema tan decisivo, su lectura atenta y despaciosa nos invita a tratar de ser mejores.
Raquel Lanseros
He estado releyendo estos últimos días Ligero de equipaje, la biografía de Antonio Machado por Ian Gibson, cuya lectura recomiendo vivamente a todos los lectores. Aquellos que sean amantes de la poesía y de la figura de Antonio Machado, encontrarán un vasto material bien documentado que iluminará muchas zonas menos conocidas de la vida, el pensamiento, la obra literaria y los anhelos vitales del genial poeta sevillano. Aquellos que no estén tan familiarizados con Machado y su legado, en este libro encontrarán claves para arrojar luz sobre un personaje y una época que es imprescindible conocer en profundidad para entender nuestro tiempo. Como dijo Lord Byron, el mejor profeta del futuro es el pasado.
Gustavo Martín Garzo
En Sueño de una noche de verano Shakespeare nos enseña que no debemos mantener separados el mundo real del de la fantasía. Lo realidad necesita de la fantasía para volverse deseable; la fantasía de lo real para poderse compartir con los demás. El bosque hechizado bien podría confundirse con el mundo de los libros. Cuando leemos elegimos visitar ese bosque donde todo puede suceder. En él nos esperan los senderos misteriosos, las llamadas del deseo, las metamorfosis, las sabias mentiras del amor. Esa vida dormida que hay en cada uno de nosotros y que sólo el hechizo de la literatura, como la flor mágica del duende Puck, puede despertar.
Ignacio del Valle
Un libro ideal para esta época son las Memorias de ultratumba (Acantilado), de François-René de Chateaubriand. 2.816 páginas que se leen con avidez y pasión, un recorrido por la Revolución Francesa, la joven república americana, el imperio napoleónico, la Restauración... Épocas tan turbulentas como torrenciales, repletas de gloria y de crímenes, que vuelven a cobrar vida ante ti, llenas de personajes fascinantes. La historia de un espíritu lleno de matices y conjeturas, que afirma que "no escribimos para recordar lo que se pierde, sino para dictar lo que debe ser recordado".
Gonzalo Hidalgo Bayal
El libro que he recomendado con más éxito en los últimos meses, sin duda, ha sido De corazones y cerebros, de César Martín Ortiz (Baile del sol, 2019), la historia de un personaje que —nel mezzo del cammin di nostra vita— intenta sobrevivir al derrumbe de su vida sentimental, profesional y artística. Si a la excelencia de la escritura y a la amplitud de unos contenidos tan sabios como amenos se añade la extensión (644 páginas), no se me ocurre libro más idóneo para estos tiempos de recogimiento. Sé que las sugerencias de lectura suelen surtir escaso efecto, pero estoy seguro de que si alguien que no conozca la obra de Martín Ortiz se atreviere a hacerme caso nunca dejará de agradecerme el descubrimiento.
Juan Eslava Galán
Los escritores de cierta edad tenemos una tendencia a releer más que a leer y esto se debe a que en el tiempo limitado que nos queda preferimos ir a lo seguro, a los clásicos que una vez nos enseñaron a escribir y nos siguen enseñando. Por ese motivo en estos días releo la poesía de Quevedo y el Quijote, quiero decir una lectura sistemática desde la más floja primera parte a la granada, frutal y sustanciosa segunda. En estos tiempos de calamidad es bueno acercarse a Cervantes que además de divertirnos nos enseña paciencia y estoicismo ante la adversidad.
Lorenzo Silva
Estos días ofrecen una buena oportunidad para releer y para explorar las novedades. Entre estas invito a leer un título reciente, y por tanto maltratado por la coyuntura epidémica: Baricentro, de Hernán Migoya, una especie de Ordesa de extrarradio barcelonés, que me perdonen él y Manuel Vilas pero es una forma rápida de decir que es un bello homenaje filial. Entre las relecturas, dos sugerencias: los Episodios Nacionales de Galdós, para celebrar su centenario como es debido, y el Idearium español de Ángel Ganivet. Tan lúcido y profético, que a veces duele.
Jenn Díaz
Aprovechando que antes de que nos confináramos hice una compra de última hora, me gustaría recomendar Boulder, de Eva Baltasar, con el original en catalán (Club Editor) y traducción al castellano (Random House). El personaje, del que no sabemos el nombre en ningún momento salvo su apodo, Boulder, es una mujer lesbiana más bien solitaria, que acaba enamorada de una mujer con una idea de amor, convivencia y familia muy diferente a la suya. La novela va, precisamente, de qué estamos dispuestos a cambiar por amor, dentro de qué márgenes queremos vivir. Y como hizo en Permafrost, un final sorprendente. Hay que leerla.
Daniel Innerarity
A quien quiera entender lo que está pasando le recomendaría el libro de Ulrich Beck La sociedad del riesgo mundial. Beck ha sido uno de mis maestros, nos conocimos en Alemania en plena crisis de Chernobil y desde entonces es el sociólogo que a mi juicio mejor ha interpretado las diversas crisis posteriores, que no han sido pocas. Todos sus libros analizan hasta qué punto estar afectados por los mismos riesgos nos sitúa en un horizonte de comunidad global para el que faltan protecciones adecuadas. Este que recomiendo es el que sintetiza mejor su pensamiento, con la crisis económica y la climática como telón de fondo.
Isabel Burdiel
Creo que es un buen momento para leer o releer a los clásicos y uno muy cercano este año es Benito Pérez Galdós que, a mi juicio, no ha perdido en absoluto vigencia. Pero si me preguntan que leo ahora mismo, se trata de una novela casi desconocida del cineasta Michael Powell, Juego de espera, publicada por Reino de Redonda. Una combinación logradísima de un relato policíaco, una vigorosa historia de amor y el recuerdo vivo de las heridas de la guerra civil en la Irlanda de los años cincuenta del siglo pasado. La he leído de un tirón, a pesar de lo poco que me gusta el papel satinado blanco.
Felipe Benítez Reyes
Este confinamiento forzoso se corresponde, en mi caso, con un confinamiento voluntario habitual: salgo muy poco de casa, de modo que mi rutina sigue casi inalterada. (Lo único es que ir a comprar el pan, pongamos por caso, se ha convertido en una aventura un tanto clandestina.) Como soy aficionado a crearme hábitos, me ha dado por leer cada noche, en la cama, un relato de Chesterton, los de la saga del padre Brown, editados en su conjunto por Acantilado, con su mezcla de inocencia y de tenebrosidad. Los leí hace casi 40 años. No fomentan la pesadilla. Cuando los termine, empezaré a releer los de Borges. Todo, en fin, muy previsible.
Cristina Peri Rossi
Los viajes de Gulliver son mucho más que un apasionante libro de aventuras, de viajes y de naufragios. Es la crítica más precisa, lúcida y feroz a la Europa del siglo XVIII (no muy diferente a la actual). Una sátira brillante al poder, a las instituciones, a a política, a los ricos, a las religiones y a las guerras. Una sátira tan desternillante y justa, tan poderosa, sólo puede salir de la mente más privilegiada de uno de los genios de la Ilustración, para mí el mayor. Quien prefiera un anticipo puede empezar por Una modesta proposición acerca de los niños irlandeses (hay que recordar que Jonathan Swift era medio inglés y medio irlandés) donde propone con absoluta racionalidad comerse a los niños irlandeses pobres, cuya miseria afeaba el paisaje de Londres y molestaba a los turistas. Además, de esa manera se podía proporcionar algún dinero a sus padres, ya que los terratenientes ricos se los habían comido. Donde dice terratenientes, cambiarlo por banqueros, capitalistas, etcétera.
Francisco Ferrer Lerín
He de reconocer que el confinamiento no me supone esfuerzo, que soy un tipo naturalmente confinado, eso sí con breves escapadas al monte para echar despojos, alimento de milanos y otros necrófagos; prohibición que he subsanado convirtiendo la terraza de mi vivienda en muladar, provisional, y ahí acuden. Lavarme las manos y leer libros tampoco supone engorro, ya antes me las lavaba y ya antes leía, de hecho mi oficio es leer, casi más que escribir; o sea que lo que me resta por decir es que ocurre, por esas cosas del azar, que los varios volúmenes que acostumbro a tener en posición de lectura se concretan en este caso en uno solo, Temas hispánicos medievales, de Juan Bautista Avalle-Arce, publicado en 1974 por Gredos, un libro de libros, una colección de estudios sobre cantares y romances sometida a un apasionante ritmo detectivesco, la esencia misma de la investigación erudita, la búsqueda especulativa y divagante de la verdad, en este caso histórica y filológica.
Cristina Sánchez-Andrade
Como muchos durante estos días, aprovecho para releer. Cayó en mis manos un libro de relatos del autor gallego Eduardo Blanco Amor que se llama Os biosbardos (traducido como Las musarañas) y publicado en 1962 por la editorial Galaxia. En cada uno de estos entrañables relatos, ambientados en lo rural, hay un protagonista y narrador infantil distinto. Mi favorito es O noxo (El asco), la historia sobre un niño, Abelardo, que siempre tiene hambre. En el pueblo hay un personaje al que todos envidian: Fermina la panadera, una mujer que, a pesar de ser tullida, gorda y quejosa, tiene la suerte de tener pan y todo tipo de sabrosas roscas. Con el fin de que no les cobre el pan, la madre de Abelardo le manda a hacerle recados. Fermina se pone siempre muy contenta al verle y, entre otros favores como el de ir a comprarle “as píldoras para obrar”, le pide que le lave los pies y le corte las uñas (“grandes como guadañas”). Un día en que el rapaz está haciéndole la pedicura, comienza a llover y ambos se meten en la trastienda que es como una “casa de enanos”. Y lo que pasa ahí dentro es desternillante.
Use Lahoz
Lo único bueno de todo esto es que he podido sacar tiempo para leer más de lo habitual. Así que por fin he podido dedicarme a una novela que tenía desde hace años pendiente. Había leído todo de Kureishi, un escritor que me gusta mucho, pero no sé por qué no había leído la primera, El buda de los suburbios, que ahora me parece la mejor. Solo lamento profundamente los años en que la he visto en la estantería sin abrirla. Una novela asombrosa, divertida, llena de ímpetu, con una perfecta agilidad en los diálogos, irreverente, valiente... que podríamos situar entre la novela de formación y la radiografía/crónica de una época extraordinaria en el Londres de los setenta, cuando se funden el fin de la era happy y el inicio del punk. Karim, el personaje central, hijo de ese buda de los suburbios, es un narrador con voz propia, creativa, creíble, que no decae en ningún momento, y que hace reír, reflexionar y también envidiar su gran sentido del humor a la hora de abordar la promiscuidad sexual, los problemas raciales o la lucha de clases. Posee además una gran cualidad: sabe rodearse de malas compañías, se enamora de quien no debe y tiene una familia lo menos convencional posible.
Ana Merino
Leer a Max, uno de los grandes del cómic que ha sabido innovar y reinventarse una y otra vez. Uno de los historietistas más cultos y versátiles de nuestra época. Hace que el cómic alcance las cotas más altas en ese abrazo creador que conjuga la expresión artística y la literaria. Combina humor, inteligencia, fuerza narrativa, dibujo preciso, pensamiento pleno y belleza. Empezaría por su último libro Rey Carbón, editado por La Cúpula, y seguiría navegando por los anteriores Vapor, ¡Oh diabólica ficción!, Bardín el Superrealista o El prolongado sueño del Sr.T. En el imaginario de Max habita un espíritu libre e inmenso que reconforta.
Íñigo Redondo
Para estos días en que hay tiempo por delante, no me arriesgaría y recomendaría un viajazo de muchas páginas, en plan el Quijote (todos tenemos alguna edición mejor o peor en casa –en mi caso la de Francisco Rico- así que no parecen previsibles los problemas de suministro), o La broma infinita de Foster Wallace, que es de esos libros exigentes en atención, de la que depende que disfrutes del viaje o que lo sufras. Auto de fe de Canetti es otra buena expedición, o Lo que sé de los vampiros, de Casavella, que me terminé hace poco. Y acabo (por acabar, hay tantísimos) con Libertad de Franzen (que me pareció buenísimo) en lugar del Ulises, un natural compañero de los anteriores según este criterio peregrino que me he sacado de la manga, porque, lamentablemente, lo tengo pendiente, así que no lo puedo recomendar.
Irene Vallejo
En estos días de reclusión doméstica, invito a leer un libro que indaga en las relaciones familiares: El cuaderno prohibido, de la escritora ítalo-cubana Alba de Céspedes, contemporánea de Natalia Ginzburg, editado por la editorial Contraseña. Un domingo, Valeria sale a comprar cigarrillos. En el estanco, ve una pila de cuadernos negros, lustrosos. Impulsivamente, decide comprar uno. “Está prohibido”, le dice el estanquero, que en domingo solo puede vender tabaco. Lo prohibido es excitante. Insiste, agitada. Suplica. Al final se lo venden clandestinamente, y ella lo esconde bajo el abrigo. El cuaderno prohibido será su diario, el libro que leemos. Durante un año acompañaremos a Valeria, observando su intimidad inconfesable a través de sus propias palabras, anotadas a escondidas. La protagonista comprende que la vida cambia cuando la escribimos. Y, ante una decisión que puede causar un seísmo familiar, se dice: “el amor necesita mucho tiempo porque hay que inventarlo todos los días, a cada momento, y mantenerse siempre a la altura de nuestra invención”.
Juan Antonio Masoliver Ródenas
Sé que quizá no es algo muy popular recomendar un clásico, pero sin duda la lectura que propongo para esta cuarentena es el Quijote, cualquier edición, que hay muchas, con los amenos comentarios de Martín de Riquer. Es, probablemente el libro más citado y menos leído, y el mejor ejemplo de cómo encerrado en una biblioteca se puede encontrar la libertad de recorrer el mundo a través de la imaginación y del humor y se puede convivir con la locura. Además, por la extensión, seguramente nos acompañe a lo largo de todo el confinamiento. Y si este se prolonga, también el Ulises de Joyce, por parecidas razones.
Cecilia Dreymüller
Una novela para desaparecer en ella y no querer salir nunca más es A Gladstonebury Romance de John Cowper Powys. Este Dostoievski inglés, mezcla de erudito y hippie, creyó en sus sabias, abismales, líricas 1.300 páginas una veintena de personajes tan creíbles (y archicomplejos) en un pueblo tan real, que es como mojarse con ellos en las callejas medievales y acalorarse durante sus discusiones de pub. Pero si no se puede conseguir (porque no está traducida al castellano), me pongo otra vez con Moby Dick. Tiene absolutamente de todo -peligros, monstruos y villanos, igual que naturaleza asombrosa, ingenio y amistad-, y es perfecta para la situación actual, pues en gran parte narra parsimoniosamente lo que ocurre en un sitio pequeño y cerrado, el ballenero Pequod. Así vamos con Ismael y Queequeg de viaje por los siete mares, gozando con su infinita curiosidad y su valentía ante lo desconocido.
José Ovejero
Si no las hubiese leído ya, agradecería que alguien en estos días en los que se ha trastocado el ritmo de nuestra vida, me dijese: ¿Por qué no aprovechas para leer la poesía de Wislawa Szymborska, por ejemplo su Antología poética (Visor)? Por la paz que transmiten sus poemas, por la atención que prestan a los detalles más cotidianos, por esa falta de énfasis y de efectismo tan de agradecer en poesía. Hablan de lo importante sin hacer hincapié en su importancia; evitan el exhibicionismo; consuelan sin embellecer la realidad. Leer a Szymborska anima a sentir un poco más de afecto por el mundo, lo que no siempre es fácil.
Aprovecho para recomendar también cuatro de mis últimas lecturas: dos novelas muy distintas, la primera de corte realista, La forastera (Alfaguara), de Olga Merino y la segunda... inclasificable: Ni siquiera los muertos (Sexto Piso), de Juan Gómez Bárcena; y dos ensayos que seguramente provocan debate, acuerdos y desacuerdos –que es, por otro lado lo que deben provocar los ensayos-: Cubantropía (Periférica), de Iván de la Nuez y Las invisibles (Capitán Swing), de Peio Riaño.
Juan Soto Ivars
Vamos a necesitar milagros, y novelas espléndidas como esta son precisamente eso. San, el libro de los milagros (Acantilado) narra la historia de un tonto de pueblo que comete un crimen y acaba convertido en un ídolo de multitudes, pero por encima de su trama es un poema homérico para el siglo XXI. Su autor, Manuel Astur, es uno de esos escritores con la mala fortuna de haber publicado en estas fechas, pero no creo que importe: San... pasará por derecho propio a la historia de la literatura universal.
Sabina Urraca
El libro que recomiendo para esta época de incertidumbre es La maleta de Dovlátov (Fulgencio Pimentel, 2018). En este libro, Dovlátov repasa, capítulo a capítulo, cada uno de los objetos de la maleta con la que emigró de Rusia a Estados Unidos. Cada uno de los objetos se abre y nos deja conocer un pedazo de la biografía de Dovlátov. En estos días observo con extrañeza mis pertenencias: los zapatos (estudio sus rozaduras, el desgaste, y me parece insólito), los abrigos, el maquillaje, la maleta pequeña que me ha acompañado a tantos sitios, una piedra que cogimos en una playa lejana, y los siento también como objetos dentro de una maleta que encierran historias de una vida anterior.
José Álvarez Junco
He estado leyendo recientemente sobre el colonialismo europeo y los rencores que ha dejado impresos en países de otros continentes, sobre todo Asia. Recomiendo, en torno a este asunto, dos excelentes libros de Pankaj Mishra, editados por Galaxia Gutenberg: De las ruinas de los imperios y La edad de la ira. Otro asunto inagotable, sobre el que siguen apareciendo libros y libros de gran interés, es el de la historia europea de mediados del siglo XX: los resquemores dejados por la Gran Guerra, los fascismos, la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto... Sobre esto recomendaría otros dos: Los vencidos, de Robert Gerwarth y Continente salvaje, de Keith Lowe, ambos también de Galaxia. Pero, dentro de este segundo campo, destacaría uno muy reciente y escrito por un español: El expolio nazi (Galaxia Gutenberg), de Miguel Martorell. Documentado, ágilmente escrito, impresionante por los casos y los personajes que presenta y, además, muy relacionado con España, pues el régimen de Franco dio refugio a algunos de aquellos saqueadores y contrabandistas.
Enrique Vila-Matas
A finales del XVIII, después de haberse batido en duelo, Xavier de Maistre se vio castigado y confinado por las autoridades militares a permanecer cuarenta y dos días en un cuarto de la vía Po, de Turín. De aquel duro encierro o cuarentena obligada nace Viaje alrededor de mi cuarto (Verdehalago), relato autobiográfico en el que de Maistre demuestra su talento a la hora de mostrarnos lo infinita que puede llegar a ser una habitación italiana. Se inspiró en Lao Tse, fundador del moderno viaje interior: “Sin salir de la puerta se conoce el mundo / Sin mirar por la ventana se ven los caminos del cielo. / Cuanto más lejos se sale, menos se aprende”
Alba Carballal
Da igual que hayas vivido una guerra o que no. No importa que hayas sufrido, que hayas sido un adolescente rebelde, que alguien querido se te esté escapando o que todavía no sepas de qué va esto. Para entendernos hay que narrarnos, y Lindo tiene algo que conmueve y electriza; porque en sus textos comprende que las cosas que importan no se construyen con sangre ni con ladrillos, sino con intuiciones perseguidas, respiraciones contenidas y asaltos cotidianos. ¿Os acordáis de la casa de 100.000 francos de El Principito? Pues la de Manuel está en la plaza del Campillo del Mundo Nuevo, y en el balcón florecen las violetas que se le niegan al crío fuera de la imaginación. Leed A corazón abierto (Seix Barral), de Elvira Lindo, y viviréis la cuarentena en Madrid, en Cádiz, en una estación o en las calles de cualquier lugar. No sé si se puede decir algo más bonito.
Sergio del Molino
Recomiendo una novedad, en vez de un clásico: M, el hijo del siglo (Alfaguara), de Antonio Scurati. En épocas de angustia parece que lo indicado es leer relatos evasivos que nos hagan olvidar por un rato el mal trago que pasamos, pero yo creo que indagar en las tragedias del pasado (a todos los efectos, lo que vivimos ahora es una guerra) nos ayuda a encontrar fortaleza. Nuestros abuelos se enfrentaron a varios apocalipsis, y el fascismo fue uno de los peores. Su valentía es un espejo y una inspiración para darnos ánimos y afrontar nuestras propias pesadillas.
Marta Sanz
Hasta que podamos volver a disfrutar de la experiencia física de pasearnos por las salas del Prado, os recomiendo que leáis Las invisibles (Capitán Swing) de Peio H. Riaño. Esta colección de ensayos no solo pone en práctica una pedagogía de la interpretación artística en clave de género, sino que además nos invita a despojarnos de esa ingenuidad ideológica con la que habitualmente se nos manipula desde la supuesta neutralidad del arte: "El temor a perder el control del museo pasa por el miedo a perder el control de las imágenes. El temor a perder el control de las imágenes pasa por el miedo a perder el control del diccionario". No se puede decir mejor mientras el autor, además, nos descubre detalles casi secretos, pero muy reveladores, de los bodegones de Clara Peeters o de la gestualidad de Hipomenes y Atalanta de Guido Reni. Para aprender, reflexionar y disfrutar.
Carlos Pardo
Las buenas novelas tienen algo de anacrónico, y esto es un elogio: son un tiempo resistente a los ritmos de la actualidad. Por eso momentos de encierro forzoso, que parecen también anacrónicos, te permiten conectar con una manera antigua e intensa de percibir el tiempo. Creo que la novela perfecta sería La marcha Radetzky, de Joseph Roth, en la nueva traducción de Alba Editorial hecha por Xandru Fernández, una de las grandes novelas del siglo... de cualquier época. Roth retrata a la familia Trotta, descendientes de un azaroso héroe de la batalla de Solferino (mediados del XIX) que creen vivir su ascenso social paralelo al esplendor del Imperio austrohúngaro. Es una obra maestra en la que cabe todo: las tensiones familiares, el deseo, el tedio y la pérdida de voluntad, las estructuras funcionariales de un estado idiota... Una gran novela sobre el sinsentido de cualquier vida.
Pilar Adón
Un clásico que recomiendo siempre que puedo es Orlando de Virginia Woolf. Se trata de una obra adictiva, inspiradora, elegante e irónica, con una devoción especial por la naturaleza porque Orlando ama los árboles, el campo y a los perros. Además, ayuda a relativizarlo todo ya que ofrece una perspectiva temporal (cinco siglos) que pone cada cosa en su sitio. Por otro lado, tengo abiertos ahora mismo, en distintas fases de lectura: El mar alrededor (Automática), de Keri Hulme; Nevada (Malas tierras), de Claire Vaye Watkins; Lejos de Kakania (Periférica), de Carlos Pardo; La pared (Volcano), de Marlen Haushofer y Ni siquiera los muertos (Sexto Piso), de Juan Gómez Bárcena. Tengo previsto dedicarles este tiempo de encierro a todos ellos, y ahora mismo representan para mí un enorme bálsamo.
Luna Miguel
Aprovechando que el 21 de marzo es el Día de la Poesía, que llegará en unas circunstancias un tanto particulares, recomiendo leer e investigar a muchas poetas: Anne Carson, Emily Dickinson, Audre Lorde, Marianne Moore, Edna St. Vincent Millay, Rosario Castellanos, Eunice Odio, Chantal Maillard, Julieta Valero, Ángela Segovia, Berta García Faet, Elizabeth Duval... Además, la red está llena de blogs y espacios donde se puede leer mucha poesía. También recomiendo leer memes, en Instagram hay muchas cuentas maravillosas que para mí son una mezcla perfecta entre poesía y filosofía (y humor, claro), ahí @qndunet3, @policiadelafecto, @han.freewifi, @neuraceleradisima o @derribosydeconstrucciones... o la cuenta-antología @bajonasso, que nos ayudará con ilustración y cómic a sobrevivir a la tristeza de esta cuarentena. Por último, todo el catálogo de la editorial Tránsito es una opción de puta madre para cuando por fin podamos salir de esta e ir a nuestras librerías favoritas, que nos necesitarán tanto como nosotros y especialmente nuestros mayores necesitan ahora cuidados. Apoyémonos durante la enfermedad y después de ella. Por cierto, que precisamente con la escritora Elizabeth Duval estamos haciendo un directo en YouTube cada dos días. Se llama #LaMascarilla y por ahí han pasado o pasarán invitadxs de la talla de Fernando Castro Flórez, Berta Gómez Santo Tomás, Victoria Borrás, Peio H. Riaño, Sara Torres, Sofía Castañón, Irati Iturritza, Rodrigo G. Marina... :)
Pablo García Casado
Además de ver partidos del Calcio de los años 90 (Sampdoria-Juve) y películas de Richard Flescher (Volent Saturday, 1955), me voy a encerrar con la lectura de El mapa de los afectos (Destino), de Ana Merino, la incursión en la narrativa de una de las mejores poetas españolas actuales; La libertad es un extraño viaje (Valparaíso), de Joan Margarit, sabiduría y tensión emocional de lo inmediato, muy para estos días de pareja y hogar; con Canciones y Poemas de Rarodeluna (Utopía), de Pedro Roso, un libro combativo y político que se escribió en los momentos más duros de la crisis económica; con la Poesía Reunida (1985-2000) de Rafael Pérez Estrada, por esa capacidad de condensar verdades desnudas en pequeños destellos de inteligencia; y espero que a final de este confinamiento pueda leer Los desnudos (Visor), de Antonio Lucas, que sale la próxima semana.
Cristina Morales
Si tengo que elegir una lectura para estar en casa estos días me decanto por La musa fingida de Max Besora, recién editada en catalán por Males Herbes y en castellano por Orcini Press. De este autor ya disfruté mucho con la irreverencia a la norma lingüística de su libro híbrido Trapología. En esta ocasión se trata de una novela pulp que saltándose absolutamente todas las reglas ortogramalexitemáticas, y precisamente por ello, consigue que te pongas cachonda como una perra y rabiosa como esa misma perra.
Aurora Luque
Propongo un viaje a una Almería desconocida. En la misma década en la que Juan Goytisolo anduvo por la provincia y sólo quiso ver lo africano de su paisaje y lo paupérrimo de muchas de sus gentes, ocurría en la ciudad otra aventura intelectual no tan exótica pero sí muy intensa y promovida igualmente desde manos catalanas. La poeta y catedrática de literatura Celia Viñas Olivella, oriunda de Lérida, educada en el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza (su padre fue profesor en Palma de Mallorca, escarnecido y represaliado por Franco; lo cuenta Caballero Bonald en sus memorias) provocó una revolución entre las y los estudiantes de Almería y desconcertó a familias y mandamases. Impulsó exposiciones, viajes culturales, bibliotecas, obras de teatro, conferencias (de Gerardo Diego o de Carmen Conde) y, sobre todo, insufló pasión por la literatura desde sus clases, en las que explicaba con valentía a Hernández y a Lorca.
Propongo la lectura de los dos volúmenes de las Cartas de Celia Viñas a su familia, editadas por Francisco Galera Noguera y publicadas por el Instituto de Estudios Almerienses. La poesía de Celia Viñas rebosa claridad mediterránea. El gran Carles Riba fue su profesor de griego en la Universidad de Barcelona antes de convertirse en su amigo y pariente político. Mi madre, maestra, fue alumna de Celia Viñas: la idolatraba. En mi casa era un mito. Quizá mi hermana Herminia (que ayer conseguía el premio Edhasa de novela) y yo misma estemos en esto de las letras gracias en parte a las semillas que plantara Celia Viñas en la presuntamente desértica ciudad del sur. Una maestra puede transformar un pueblo. “Dejó lletraferits para siempre a los chicos y chicas de Almería”, dice Juan José Ceba. La pedagogía tiene caminos que la política no puede profanar. Lean sus cartas, lean a Celia Viñas.