El fascinante mundo secreto de Gustavo Martín Garzo
'El árbol de los sueños', libro de libros en el que tienen asiento un sinnúmero de cuentos, tiene todas las virtudes y defectos de lo que Cervantes llamaba “escritura desatada”
5 octubre, 2021 05:19La escena se repite desde tiempo inmemorial: una madre le cuenta cuentos a sus hijos antes de dormir. Se trata de historias que ha escuchado en sus múltiples viajes por el mundo porque, a pesar de su juventud, ha recorrido todas las tierras conocidas, de oriente a occidente, aunque tiene un refugio secreto en un hotel de León. Allí se enamoró de su propietario, a pesar de que apenas compartían el gusto por la lectura y el cine. Así arranca el último libro de Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948), El árbol de los sueños.
Dos citas anteceden la obra y las dos son significativas. La primera, tomada de Odas de Ricardo Reis de Pessoa, se refiere a la preeminencia de la vida sobre la verdad, que queda relegada a un segundo plano porque hasta los dioses ignoran en qué consiste. La segunda, espigada de Las mil y una noches, recupera la naturaleza de la verdad a la que se relaciona con los sueños, en plural, porque no se encuentra en uno solo sino en muchos. Estos dos breves fragmentos, convertidos en lemas, ponen al lector en antecedentes sobre un contenido centrado en la vida, el sueño y el valor relativo de la verdad.
'El árbol de los sueños' tiene todas las virtudes y defectos de lo que Cervantes llamaba “escritura desatada”
Como la Odisea, la Biblia, Las mil y una noches o el Quijote, el que nos ocupa es un libro de libros en el que tienen asiento un sinnúmero de cuentos. También diversidad de narradores que conducen al lector por un laberinto de fábulas, algunas extraídas de otras obras y otras desconocidas. Incluso de personajes que se mueven por ambientes oníricos en los que no se distingue la realidad de la fantasía. Así sucede también en el Cantar de los Cantares, una de las numerosas referencias a las Escrituras que aparecen en el texto. El mismo título, El árbol de los sueños, remite a los dos árboles del Edén tal como aparecen en el Génesis —el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal, de notable presencia en la literatura—, lo que le otorga un claro valor simbólico.
La abundancia de relatos confiere a la obra ciertas virtudes propias de estas formas literarias, como la variedad de contenidos, la pluralidad de voces o incluso el juego, siempre interesante, de mezclar el sueño y el estado de vigilia. Pero igualmente le proporciona defectos, entre ellos, el desorden, la repetición de anécdotas —muy abundante en sus casi quinientas páginas—, la ausencia de estructura, la falta de un mapa que permitiera vislumbrar el avance del argumento, un volumen excesivo y, por encima de todo, la fragilidad de una trama que se pierde en trazos inconexos.
El árbol de los sueños habla de Dios, del que se dice que es ajeno a las emociones; de los ángeles, que observan atónitos la infinita insatisfacción de los hombres; de las mujeres, que se ocupan de los que sufren; de mercaderes de Bagdad, de jóvenes enamorados, de los actos del amor… Y es, a pesar de ciertos e interesantes valores, un ejemplo un poco fallido de una seductora “escritura desatada”, por utilizar la conocida denominación cervantina.