'Un trabajo para toda la vida', el libro por el que Rachel Cusk fue acusada de odiar a los niños
Libros del Asteroide edita en español la crónica sobre la maternidad de la escritora, que huye de toda convención para narrar sus vergüenzas en primera persona
4 febrero, 2023 01:57Un trabajo para toda la vida (Sobre la experiencia de ser madre) se publicó en 2001 y como Rachel Cusk (Canadá, 1967) cuenta en la introducción a esta edición, “a muchas personas les pareció ofensiva”; también fue acusada de odiar a los niños: una crítica muy grave que sin embargo no veo por ninguna parte. Lo que ocurre es que esta crónica sobre su maternidad no es almibarada ni dulce, parir no es ningún milagro y su bebé no es hermoso, es morado y es extraño, misma carne y misma sangre demandante y que amenaza la identidad de la madre.
Es un texto cargado de asombro y de terror, de insomnio y de claustrofobia, pero, sobre todo, de mucho amor: Rachel Cusk se duele por el llanto insoportable de su hija recién nacida, un géiser de lágrimas que revela esa angustia primitiva y oscura de toda existencia humana que el adulto se acostumbra a enterrar en lo profundo.
Lo cierto es que no me extraña la furia que su libro provocó en hombres y sobre todo en mujeres: aquí el parto es violencia, un trance atroz; aquí el bebé recién llegado desplaza a la madre, que se convierte en un saco de culpas, en una mujer de personalidad dañada; aquí la lactancia materna es manantial de ansiedad y no fuente de plenitud, y el tiempo se enmaraña en un ciclo interminable de tomas (de teta, de biberones) y de momentos en calma. Cusk es una vaca lechera que piensa en rebeliones y en formas de huida mientras vela por su hija obsesivamente.
He aquí una de las más grandes virtudes de la autora: desestabilizar los lugares comunes, abordar la experiencia vital, en este caso la cuestión del embarazo y del primer año de maternidad, desde un lugar incómodo, desde una posición a la vez sobria y desgarrada, elegantísima y sin concesiones, capaz de desmantelar la falsedad colectiva con que nuestra sociedad trata de neutralizar la experiencia personal desviada y a-normativa; esto es, ambivalente y llena de aristas, desagradable y hermosa, frágil y rara.
Cusk ofrece la experiencia hecha verdad, una verdad que no es ensimismada, sino que dice las voces de los que están en sus casas entre pañales y sueño, rodeados de ternura y de terrores nocturnos. Una vez más, la escritora huye de toda convención asumida como cierta para narrar sus vergüenzas, un espacio íntimo y privado que convierte en literatura para hacer justicia a todos los cuerpos deshechos por el parto y también por el miedo a no ser esa madre perfecta que todos esperan; escribe para contar que las madres están rotas por todas las servidumbres que los bebés imponen. La autora cuenta la experiencia de todos aquellos hombres y mujeres que reconocen “en el hecho de ser padre o madre una experiencia primordial de desmembramiento”.
Esta crónica sobre la maternidad no es almibarada: está cargada de asombro y de terror pero, sobre todo, de mucho amor
“En sus peores momentos, la maternidad se parece al infierno, en el sentido de que sus tormentos son interminables, de que sus obligaciones guardan una correspondencia inversamente proporcional con los deseos del obligado, de que su drama se desarrolla teniendo a la vista el cielo de la libertad”, escribe Cusk.
Sin embargo, pese que a veces se siente como un personaje de Kafka, “encarcelada por error”, no es menos verdad que Un trabajo para toda la vida es también la crónica de un encierro voluntario, de un amor agotador y secreto, parecido al de dos amantes. La autora no soporta la idea de que el nudo con su hija se deshaga algún día, un vínculo que es torpe e insufrible, como lo son todas las emociones humanas.