'Antes de la tormenta': Gal Beckerman escanea nuestra obsesión por las redes sociales
El escritor y editor de 'The New York Times' presta atención a los históricos vehículos de la comunicación humana con atractiva frescura
4 febrero, 2023 01:57A pesar de su título, Antes de la tormenta estalla de ruido. Hay voceadores que compiten por proclamar el Manifiesto Futurista en un teatro de Florencia en 1913 y supremacistas blancos que corean “los judíos no nos reemplazarán” en Charlottesville en agosto de 2017. Pero el libro de Gal Beckerman, argumentado con elegancia y narrado con profusión, también presenta a grupos más discretos cuyas conversaciones, como demuestra el autor, corroen los cimientos de la autoridad establecida. Según Beckerman, jamás se habrían producido grandes cambios en la política y la cultura de no ser por la creación de estas comunidades colaborativas que operan fuera del alcance del radar de los poderes establecidos.
La idea de que las redes de lealtad han dado lugar a cambios históricos no es nueva. Los estudios de la República de las Letras, habitada por enemigos del absolutismo a finales del siglo XVII, se remontan como mínimo a La crisis de la conciencia europea de Paul Hazard, mientras que, en 1960, El populismo ruso, de Franco Venturi, cartografió el exaltado mundo de los populistas de la Rusia del siglo XIX. Más recientemente, el poder de las redes “horizontales” para alterar las jerarquías “verticales” ha constituido el núcleo del excelente La plaza y la torre, de Niall Ferguson.
Lo que confiere al libro de Beckerman su atractiva frescura es la atención que presta a los vehículos de la comunicación: las cadenas de cartas del siglo XVII; las peticiones masivas en la Gran Bretaña del siglo XIX; el gusto fetichista por los manifiestos de las vanguardias modernas; y, en un capítulo especialmente apasionante, el samizdat Crónica de los acontecimientos actuales en la Unión Soviética de finales de los años 60. Antes de la tormenta, inspirado en nuestra obsesión por las redes sociales, es mucho más que un viaje por la genealogía de Twitter y Facebook.
Esto se debe en buena medida a que sus episodios se humanizan con vívidas anécdotas biográficas de los fundadores, enmarcadas en un momento decisivo de su aproximación a aquellos que les podrían ser afines. Algunos de esos esfuerzos poseen una ambición llena de encanto e ingenuidad, como cuando Natalya Gorbanevskaya, de Crónica de los acontecimientos actuales, insufla el oxígeno de la verdad en la niebla de las mentiras oficiales.
Mientras que el tratamiento que da el autor a los creadores y sostenedores de estas redes a menudo es brillante, resulta menos satisfactorio cuando se trata del resultado final de sus iniciativas, sin duda porque en muchos casos estas acabaron en frustración o derrota.
[La alienación de las redes sociales]
A menudo, el caos o la tragedia extinguieron las brillantes esperanzas. El Manifiesto Futurista de Marinetti, que instaba a los italianos a salir del letargo, se transformó en su Manifiesto Fascista de 1919. El desafío de Gorbanevskaya a la censura estatal, conmovedor por su valor y creativo a la hora de eludirla, acabó con ella encerrada en un monstruoso hospital psiquiátrico.
Nada de esto es sorprendente, ya que casi todos los integrantes de una red se han visto atrapados en una contradicción inherente a su modus operandi. En sus años formativos necesitaban de cierto grado de invisibilidad. Por otra parte, ¿qué sentido tenía su práctica si tenían que seguir ocultos? Su misión, al fin y al cabo, era provocar una alteración irreversible, convertir una contracultura semioculta en norma aceptada.
Los episodios de 'Antes de la tormenta' se humanizan con anécdotas biográficas de los fundadores de las redes
Inevitablemente, llegó un momento en que los integrantes de la red contuvieron la respiración y salieron a la luz de la escena pública. Fue también entonces cuando la autoridad se abalanzó sobre las divisiones entre activistas militantes y estrategas pragmáticos, o sacó partido de ellas.
Ha habido felices excepciones. La revolución científica, basada en la observación empírica liberada del dogma o de cualquier autoridad derivada de una supuesta revelación, acabó prevaleciendo, si bien una dosis diaria de Fox News y los desvaríos en las redes sociales de los seguidores de las teorías de la conspiración pueden hacer que uno se pregunte hasta qué punto ha sido segura esa victoria. Razonablemente, Beckerman rechaza la idea de que sus protagonistas deban ser juzgados por cualquier cambio inmediato y permanente del estado o la sociedad.
Antes bien, los caracteriza como corredores de relevos que pasan el testigo a los siguientes compañeros. Y en cualquier caso, su libro (supremacistas blancos aparte) está lleno de escenas verdaderamente conmovedoras de inocencia previa a la caída, que captan a los miembros de las redes en el brillante amanecer de la creación de su comunidad.
Por supuesto, es fácil hacer un gesto de condescendencia ante la fe que John Coate, el hippie contratado en 1986 para moderar el chat WELL, tenía en que “la comunicación en sí misma podía ser redentora... la clave del autogobierno”, en palabras de Beckerman, y maravillarse ante el optimismo con el que el sitio moderaba sus conversaciones a través de un “anfitrión”. Sin embargo, el cinismo puede estar fuera de lugar.
Los troleos venenosos son percibidos tal como pretenden los locos que los idean. Pero fuera del alcance de los oídos ensordecidos, existe, como indica el título de Beckerman, un reino de relativa tranquilidad en el que millones de conexiones entran en contacto a diario, que ofrece a los conversadores provocaciones reflexivas en vez de irreflexivas, fuentes sólidas de conocimiento en lugar de insondables pozos de ignorancia, y, también, de vez en cuando, destellos de placentera iluminación.