Johanna Marchella

Johanna Marchella

Letras

'Casi nada que ponerte': el peculiar debut de Lucía Lijtmaer que se adelantó a su tiempo

La autora republica, diez años después y en Anagrama, su primera novela, el relato de una pareja de modistas que embauca a los ricos mediante la adulación.

12 julio, 2023 01:47

La primera obra de Lucía Lijtmaer (Buenos Aires, 1977), Casi nada que ponerte, conoció las habituales dificultades de un escritor novel, mayores al tratarse, como era el caso, de un texto peculiar y contracorriente. Tuvo la suerte de encontrar a uno de nuestros más destacados editores recientes, Enrique Murillo, quien acogió aquel libro de género inclasificable en sus modestas Ediciones del Lince hace ya un decenio. Ahora la autora lo rescata en una edición revisada, según ella misma advierte sin mayor detalle. Creo que con pocas modificaciones. La más notable, si no recuerdo mal, cambiar el nombre de la pareja protagonista.

El resto de la obra permanece, sobre todo lo particular, la ideación global como un relato mestizo, más del gusto y moda de ahora que de hace unos lustros. En él hay un núcleo básico que remite a un reportaje de época aliñado a la manera flexible y de fuerte carga literaria del conocido como nuevo periodismo, con influencia visible de Tom Wolfe. Ese cogollo se centra en Argentina de los años 60 a finales de los 80, aunque se dilata por efecto de la memoria recuperada hasta fechas anteriores y se adentra también en nuestro siglo por el trabajo de documentación.

Casi nada que ponerte 

Lucía Lijtmaer

Anagrama, 2023. 198 páginas, 18,90 €

El corazón de esta amplia crónica reside en apariencia en la historia de los homosexuales Jorge y Simón, que saltaron de sus humildes orígenes en la Argentina interior a la fama y riqueza en Buenos Aires por medio de un negocio de moda. En su tienda, estos chalanes del glamour, el barroquismo y las estúpidas apariencias enredaron a acaudalados y fatuos porteños. El picaresco dúo estafaba a los ricos adulando su vanidad. Esta línea central, por sí misma atractiva, y cargada de valor simbólico y algo moralizante –pues el retrato del ascenso incluye la caída–, se abre como un abanico en el que entran una diversidad de motivos.


El estrambótico negocio da pie a dos importantes asuntos complementarios. El más llamativo es el testimonio socioeconómico argentino, que implica un punto de implícita denuncia social. Más en sordina tenemos también apuntes sobre el amor y las relaciones sentimentales en unos cónyuges antagónicos que aporta finas notas sobre la abnegación. Cerca de este aparente núcleo se halla otro gran motivo entrelazado, la identidad y la emigración, que corre por cuenta de las vivencias de la propia Lijtmaer, cuyos orígenes y trayectoria biográfica traslada al relato sin los velos de la ficción. También es un relato de formación.

Lijtmaer recupera un relato mestizo, más del gusto y moda de ahora que de hace unos lustros 


En la jugosa crónica de una excentricidad comercial destaca la voluntad formal de la autora. Se evidencia en numerosos recursos que indican una lograda vigilancia artística. Los cambios temporales reiterados producen un afecto dinámico. Una historia sólidamente documentada se refuerza con la presencia de personas reales. En el personaje de Simón se aprecia un buen ejercicio de elaboración psicológica. Encontramos ramalazos de distanciamiento y humor muy efectivos. Por otra parte, traspasar el puro relato a una forma dramatizada implica una atinada voluntad vanguardista, casi experimental. A tantos aspectos elogiables no puedo sustraer, sin embargo, un desacuerdo. Sobra la autoficción. Ni un gramo de verdad agrega a los hechos. Si la autora-narradora no hablara de sí misma ni se implicara en el relato resaltaría la intrínseca cualidad de artefacto literario