Autorretrato de Franz Kafka (1911)

Autorretrato de Franz Kafka (1911)

Letras

100 años de Kafka en sus cartas: desde la otra orilla

Al cuidado de la edición de la correspondencia completa, Ignacio Echevarría analiza el valor literario y humano de su segundo tomo, a punto de salir.

20 mayo, 2024 02:52

El centenario de Kafka viene dando lugar, como era de esperar, a un buen número de publicaciones de desigual interés, no pocas de carácter marcadamente oportunista, como es frecuente en estas ocasiones. Dado que la obra de Kafka se halla libre de derechos, proliferan sobre todo las ediciones y reediciones de sus textos, a menudo en nuevas traducciones. El lector haría bien en sopesar sus opciones, pues las diferencias son a veces relevantes.

La sencillez de Kafka es engañosa, y precisamente porque su escritura discurre sin apenas arrugas ni efectos especiales, los matices cobran un relieve a veces sustancial. Sin desdoro de otras también excelentes, me permito recomendar las traducciones hechas al amparo de las Obras completas emprendidas por Círculo de Lectores y Galaxia Gutenberg hace ahora treinta años, a la huella de la monumental edición crítica impulsada por la editorial S. Fischer en los años 80, todavía en curso.

Puede sorprender que la edición de una obra relativamente escasa, como la de Kafka, ocupe varias décadas de trabajos a un nutrido equipo de especialistas de alto nivel, pero lo cierto es que en todos estos años no han dejado de producirse hallazgos relevantes, sobre todo en lo que toca a la correspondencia.

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Por otro lado, durante estos años se ha publicado por fin –resultado también de un lento y muy laborioso trabajo de investigación– la extraordinaria biografía de Reiner Stach (2002-2014, disponible en Acantilado). Se prevé que a finales de este mismo año 2024 vea por fin la luz, en Alemania, el último volumen de las cartas de Kafka, con el que concluirá de una vez la mencionada edición crítica de S. Fischer.

Pero sus responsables no descartan nuevos hallazgos, y siguen soñando con la posibilidad remota de que aparezca algún día el abundante material incautado en su día por la Gestapo a Dora Diamant, la mujer con la que Kafka convivió en Berlín los penúltimos meses de sus vida.

El segundo volumen de las cartas completas de Kafka incluye más de medio millar, entre ellas casi doscientas inéditas en castellano

Como sea, la obra de Kafka sigue en cierto modo "abierta". Prueba de ello es que, pese a la saturación de publicaciones, todavía nos cabe leer nuevos textos escritos por él a los que hasta ahora no teníamos acceso.

A este respecto, entre el caudal abrumador de novedades editoriales alentadas por el centenario, cabe destacar muy principalmente, por lo que a España toca, el segundo volumen de sus cartas completas, que comprende los años 1914 a 1920. Entre el más de medio millar de cartas que reúne, incluye casi doscientas inéditas en castellano hasta la fecha.

De la edición de las Obras completas de Kafka en Círculo de Lectores y Galaxia Gutenberg, dirigida por Jordi Llovet –y para cuyo desarrollo yo mismo fui enrolado desde un comienzo–, conviene subrayar tres aspectos. Por un lado, ofrecen el corpus íntegro de las obras de Kafka –incluidos sus elementos más fragmentarios– fijado y ordenado por sus mejores estudiosos y conocedores.

La ingente documentación empleada para esta tarea se vuelca en una minuciosa anotación que la edición española selecciona, adapta y eventualmente actualiza e incluso mejora. Y todo ello se brinda en traducciones muy cuidadas, firmadas por nombres tan acreditados como los de Miguel Sáez, Juan José del Solar, Andrés Sánchez Pascual, Joan Parra, Adan Kovacsics y Carlos Fortea. Algunas de estas traducciones han sido recicladas en no pocas de las ediciones realizadas con motivo del centenario.

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El conjunto de buena parte de ellas, así como de la anotación que las acompañaba en los volúmenes de las Obras completas, se halla disponible en los nueve volúmenes de la obra de Kafka en Debolsillo, donde sin embargo no están publicadas las cartas completas, que de momento sólo se encuentran en los dos gruesos tomos que lleva editados Galaxia Gutenberg. Queda pendiente un tercero, que, si los editores alemanes cumplen sus previsiones, es de esperar que vea la luz en el año 2026.

Puede que sea en las cartas donde la personalidad de Kafka se proyecta de un modo más rico y matizado. Sus tonalidades son mucho más diversas que las del Diario. Para advertirlo, sin embargo, es imprescindible leerlas en su secuencia cronológica, y no seleccionadas monográficamente en función de sus corresponsales –novias, amigos, editores, familiares–, como se tiende a hacer.

Desde Zürau le escribe a Max Brod: “Lo único seguro es que no hay nada a lo que pudiera entregarme con más confianza que a la muerte”

La web de la Universidad de Viena brinda en un mismo hilo, cronológicamente ordenadas, las entradas de diario y las cartas. Probablemente sea el modo más cabal de hacerse una idea del temperamento de Kafka, tanto más si se recurre a la ayuda de una anotación servicial y, ya puestos, a la guía narrativa que ofrece la formidable biografía de Stach.

La edición de las Cartas completas en Galaxia Gutenberg adopta este criterio cronológico, que permite percatarse de cómo, con pocas horas de diferencia, Kafka es capaz, pongamos por caso, de retorcerse de escrúpulos y de lamentaciones ante Felice, de escribir luego una extensa y formalísima carta a sus superiores en el Instituto de Seguros de Accidente de Trabajo para reclamar una subida salarial, de dirigirse en términos humorísticos a su amigo Max Brod y de aconsejar cariñosamente a su hermana Ottla.

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La secuencia cronológica permite percatarse, además, del crecimiento moral de Kafka, de su asombrosa y emocionante maduración intelectual y espiritual, muy patente en el periodo decisivo que abarcan los años comprendidos en el segundo tomo de las Cartas, esos casi seis años que van de finales de agosto de 1914 a mediados de julio de 1920, de los 31 años de la vida de Kafka a los 37.

Son años marcados por el estallido de la Gran Guerra (en la que Kafka, para nuestro asombro, porfió por participar como soldado) y por la reanudación de la relación con Felice, apenas tres meses después de la ruptura de su primer compromiso matrimonial. Marcados también por los sucesivos intentos de independizarse de la familia. Un periodo clave en cuyo centro aritmético se halla la noche del 12 de agosto de 1917 en que a Kafka se le declaró la tuberculosis.

Franz Kafka con Ottla Kafka,  la menor de sus hermanas

Franz Kafka con Ottla Kafka, la menor de sus hermanas

Esa noche marca un punto de inflexión tanto en su vida como en su obra. Kafka pone fin de una vez a su relación con Felice y emprende un proceso de recapitulación personal que encuentra su expresión más elevada en los que se conocen como Aforismos de Zürau, escritos en esta pequeña localidad a la que se retira durante unos meses, al lado de su hermana Ottla, que allí trata de sacar adelante una granja.

En Zürau pasa Kafka una de las etapas más felices de su vida, en estrecho contacto con la naturaleza, sintiendo cómo la enfermedad lo desapega de la esclavitud del trabajo e incluso de cierta responsabilidad con su destino de escritor. Desde allí le escribe a Max Brod: "Lo único seguro es que no hay nada a lo que pudiera entregarme con más confianza que a la muerte".

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Palabras que formula sin patetismo alguno, más bien meciéndose en la pacífica tranquilidad que lo posee y que, en las cartas a los amigos, deja mucho lugar al humor y a la autoparodia, particularmente cómica en las impagables crónicas que les hace de la plaga de ratones que padece la granja y que lo tiene aterrorizado. "A los ratones los espanto con el gato, pero ¿con qué voy a espantar al gato?", escribe a Felix Wetsch.

Puede que sea en las cartas desde Zürau donde resuena más vivamente la nota de la amistad y de las afinidades intelectuales que Kafka mantuvo con Max Brod, Felix Weltsch y Oskar Baum. Su discreta pero creciente notoriedad, por lo demás, lo pone en contacto con escritores y editores ante los que evidencia su enorme generosidad como lector pero también la exigencia y la insobornabilidad con que amuralla su propio proyecto literario.

"Es bueno perseguir sueños, pero malo ser perseguido por ellos, como suele ocurrir", le advierte a Minze Eisner, a la que conoce en un sanatorio

Mención particular merecen las cartas a Ottla, la menor de sus hermanas, que nos descubren una de las facetas más luminosas y entrañables de Kafka, quien mantiene con ella una complicidad transida de humor y de ternura. Una faceta que asoma también en las cartas a las muchachas que conoce en los distintos sanatorios a los que acude para mejorarse.

Con una de ellas, Minze Eisner, ejerce una especie de paternal tutela en la que la sonriente cortesía nunca incurre en la condescendencia (“Es bueno perseguir sueños, pero malo ser perseguido por ellos, como suele ocurrir”, le advierte). Con otra, Julie Wohryzek, llegaría a comprometerse en matrimonio. Los comienzos de esa relación, en un sanatorio de Schelesen, los narra el propio Kafka así en una de sus cartas: “Pasamos riendo sin parar unos cuantos días, cuando nos encontrábamos durante la comida, durante el paseo, cuando nos sentábamos el uno frente al otro”.

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Todo parece prepararlo para la irrupción en su vida, a comienzos de 1920, de Milena Pollak, de soltera Jesenská. Con ella la correspondencia de Kafka alcanza de nuevo una intensidad pareja a la que mantuvo con Felice. Pero qué diferencia se percibe en el temple y en la actitud de Kafka, que denotan ahora una impresionante profundidad de carácter y de autoanálisis , una sabiduría labrada a fuerza de atención y renuncia, de delicadeza y aceptación.

Como el anterior, el tomo II de las Cartas de Kafka recoge también las escasas cartas dirigidas a él que se conservan, siempre del periodo correspondiente. Son noventa y una cartas esta vez, la mayor parte de sus editores y amigos. Entre ellas destaca la que le dirigió Franz Werfel en noviembre de 1915, tras leer con mucho retraso La transformación. Puede que nunca se haya escrito una carta tan apasionadamente elogiosa y admirativa, razón por lo que vale la pena citarla aquí:

“Querido Kafka, es usted tan puro, nuevo, independiente y perfecto que, en realidad, habría que tratarlo como si ya estuviera muerto y hubiera alcanzado la inmortalidad. Esto no se siente ante nadie vivo. De verdad que lo que ha hecho usted en sus últimos trabajos, presentar en una historia redonda, y especialmente real en alto grado, algo general, simbólico, trágico en toda su humanidad, no lo ha habido hasta ahora en ninguna literatura. Pero me estoy expresando de una manera idiota. Todas las personas que lo rodean tendrían que saberlo, y no tratarlo a usted como a un igual. Le agradezco profundamente el respeto que puedo albergar hacia usted”. 

Minze Eisner

Minze Eisner

A Minze Eisner, Karlsbad

Praga, probablemente finales de enero de 1920

Querida Minze, no, no quería quitarle la confianza en la infinitud de la vida (tal infinitud existe, solo que no en el sentido habitual), tampoco podría quitársela porque en el fondo no la tiene, quiero decir: no la tiene de manera consciente. Por tanto, diciendo cualquier cosa al respecto solo quería que usted se creyera a sí misma, a su mejor yo. Por lo demás, como sauce llorón Minze es algo muy hermoso, diez veces más hermoso, por lo menos –calculado a ojo–, que Minze-Cleopatra.

Es curioso que en su carta las "horas hermosas" y las "tonterías" estén tan próximas. Pero no puede tratarse de lo mismo, más bien lo contrario. "Hermosa" es tal vez la hora en la que se es mejor que de costumbre, y "tonta" aquella en la que se es peor. Las “"horas hermosas" no se compran con humor triste, al contrario, las "horas hermosas" dan luz a todo un futuro gris. Por las "tonterías" se paga un peaje, y de manera inmediata, sin darse uno cuenta, se hace la "tontería" con la mano izquierda y al mismo tiempo se paga el peaje con la derecha, y así incesantemente, hasta que no se puede más. Y todo el mundo hace "tonterías", querida Minze, ¡cuántas, cuántas! Estamos tan ocupados con ellas que apenas nos queda tiempo para otras cosas. Lo que no es motivo para conformarse con ellas, y seguro que usted no lo hace, o no sería mi querida Minze.

¿Quién es ese tío suyo que parece de acuerdo con usted, y con el que parece estarlo usted? [...] ¿Qué hace usted en Karlsbad? No hacer nada es una de las mayores y más fácilmente corregibles "tonterías". ¿Qué lee?

¿Cuáles son esos deseos suyos que he olvidado? Aunque no mi foto. Es intencionadamente que no se la he enviado. Si en su memoria mis ojos son realmente claros, Minze, jóvenes y tranquilos, que permanezcan así en ella, estarán mejor guardados que conmigo, porque aquí se han vuelto bastante tristes y cada vez más inseguros, con pequeñas oscilaciones a lo largo de los treinta y seis años que llevan abiertos. Sin duda en la fotografía esto no se ve, de ahí que resulte tanto más inútil. Si mis ojos se hicieran alguna vez más bellos, más puros, le enviaré una foto, pero entonces volverá a ser innecesario, porque irán directamente a Karlsbad, hasta su corazón, con la fuerza que tienen los ojos puros, mientras que ahora tan solo vagan trabajosamente por su carta sincera y por eso mismo amable.

Con cordiales saludos de su

Kafka