Última foto  que se conoce  de Franz Kafka, de 1923

Última foto que se conoce de Franz Kafka, de 1923

Letras

Entrevista póstuma con Franz Kafka: "Vine al mundo con una hermosa herida; con eso y nada más"

Viajamos en el tiempo para conversar con el autor de 'El proceso' poco antes de su muerte. Todas sus respuestas proceden de sus diarios, cartas, notas y cuentos.

3 junio, 2024 01:27

Franz Kafka murió en el sanatorio de Kierling, en las afueras de Viena, a punto de cumplir cuarenta y un años. El Cultural viaja en el tiempo para conversar con él en su habitación, llena de flores. Su estado de salud es dramático. 

Más que un sanatorio, el centro privado del doctor Hoffmann parece una pensión. El discreto edificio, a quince kilómetros de Viena, tiene tres pisos y doce habitaciones. En la segunda planta, en un cuarto individual con muebles blancos, nos espera uno de sus pacientes: el escritor y doctor en Derecho Franz Kafka, de cuarenta años.

A su espalda, el balcón se abre a una espléndida rosaleda, y más allá a unos viñedos y al bosque. Es mayo de 1924. Hace siete años que Kafka vomitó sangre por primera vez. Según confesaría más tarde, aquella noche, cuando hubo cesado la hemoptisis, se sintió liberado y durmió como no había dormido en los tres años anteriores.

Hoy habla con voz ronca, entre constantes ataques de tos. Los dolores de garganta –la tuberculosis le ha atacado la laringe y la epiglotis– apenas le permiten ya ingerir alimentos.

Su compañera, Dora Diamant, con quien ha cumplido brevemente su sueño de vivir en Berlín, no se aparta del pie de la cama. Los médicos le han dicho que no hay esperanza, pero el paciente –que piensa que todos estamos condenados a la espera de la ejecución– aún no lo sabe.

[Kafka, todas las heridas del escritor en el centenario de su muerte]

Pregunta. Doctor Kafka, ¿cómo se encuentra?

Respuesta. Incapacitado para todo, excepto para el dolor. Pero tienes que aceptar los síntomas, no quejarte de los síntomas, sumergirte en el sufrimiento. En la paz no sales adelante, en la guerra te desangras. Yo vine al mundo con una hermosa herida; con eso y nada más.

P. Es usted un conocido insomne, y hace tiempo, cuando vivía en Praga, no era raro verle dando largos paseos nocturnos junto al río. ¿Aún duerme mal?

R. No me cuesta conciliar el sueño, pero al cabo de una hora me despierto como si hubiera metido la cabeza en un agujero equivocado.

P. Siempre ha escrito por la noche. Su célebre relato “La condena” lo escribió de un tirón, entre las 10 y las 6 de la mañana. Según usted, es la situación ideal.

R. Solo así se puede escribir, sí, solo con esa cohesión, con esa apertura total de cuerpo y alma. Creo que mi insomnio se debe únicamente a que escribo. Y es que, por poco y por mal que escriba, esas pequeñas conmociones agudizan mis sentidos. La bombilla encendida, la casa silenciosa, la oscuridad del exterior, los últimos momentos de vigilia, todo ello me da derecho a escribir aunque sea las cosas más deplorables. Y yo me apresuro a usar ese derecho.

"Mi padre era ese hombre que podía venir una noche y sacarme a la terraza desde la cama: a tal punto yo era una nulidad para él"

P. ¿Recibe muchas visitas? La habitación está llena de flores.

R. También me envían libros. Suelo tener los ojos cerrados, pero me hace feliz jugar con libros y con cuadernos. ¿Tiene un momento? En ese caso, por favor, riegue las peonías.

P. Tiene ahí las galeradas de su próximo libro: Un artista del hambre. Hace dos años publicó el cuento del título en una revista: la historia de un hombre que se gana la vida con el ayuno escrita por alguien que ya no puede comer.

R. Ahora quiero leerlo. Quizá me excite demasiado, pero tengo que volver a vivirlo.

P. ¿Por qué cree que le pondrá nervioso?

R. Porque si es verdad, y es probable que así sea, que mi actual alimentación es insuficiente para causar una mejoría, entonces todo es inútil, salvo los milagros.

[100 años de Kafka en sus cartas: desde la otra orilla]

P. Dice la señorita Diamant que sus padres quieren venir a verle.

R. Cada día medito sobre ello, es para mí un asunto importante. Sería muy hermoso. Hace ya mucho que no estamos juntos, no cuento el tiempo que estuvimos en Praga, aquello fue un trastorno doméstico; pero estar juntos tranquilamente un par de días, en un lugar bonito…

»Sin embargo, demasiadas cosas hablan en contra de la visita. En primer lugar, probablemente mi padre no podría venir, por dificultades con el pasaporte. Esto le quita gran parte de su sentido a la visita, y sobre todo hará que mi madre, sea quien sea la persona que la acompañe, esté demasiado pendiente de mí, se dedique a mí, y yo no estoy aún muy guapo, ni siquiera presentable. Es mejor que de momento lo dejemos.

"La fama es como un río que lo arrastra todo. Escribo para mí y para unos pocos amigos"

P. Hace cuatro años le escribió una extensa carta a su padre [décadas después, su gran biógrafo Reiner Stach dirá que la Carta al padre es "uno de los análisis más penetrantes de la psicogénesis burguesa, especialmente de las raíces psíquicas del poder y la dependencia"] que él nunca leyó. Hay muchos padres en su obra. Suelen ser gigantes cuya sombra es inmensa y lo cubre todo.

R. Mi admiración por mi padre es quizá tan grande como el miedo que le tengo. Como padre ha sido demasiado fuerte para mí. Yo, por decirlo en pocas palabras, soy un Löwy [apellido de la madre, miembro de una familia más cultivada que la de los Kafka, con quienes tampoco compartían el interés por los negocios].

»Él es un verdadero Kafka en cuanto a fuerza, salud, apetito, potencia vocal, oratoria, satisfacción, superioridad mundana, perseverancia, presencia de ánimo, conocimiento de los hombres y cierta amplitud de miras.

P. ¿Cómo era usted de pequeño? ¿Recuerda cómo era su padre con usted?

R. Yo era un niño tímido, y con seguridad tan terco como suelen serlo todos los niños; sin duda también me sobreprotegió mi madre. Pero no puedo creer que haya sido tan difícil de manejar, no puedo creer que una palabra amable, un silencioso tomarme de la mano, una mirada afectuosa no hubieran podido obtener de mí todo lo que quisieran.

»Mi padre era ese hombre que podía venir una noche y sacarme a la terraza desde la cama: a tal punto era yo una nulidad para él.

[Atormentado o disfrutón, generoso o mezquino, radiografía psíquica y cultural de Franz Kafka]

P. Cuando se refiere a su escritura habla de "garabatos" y lo más positivo que dice de un texto suyo es que es "tolerable". Hasta hoy se han vendido entre 6.000 y 8.000 ejemplares de sus libros. ¿Le duele no haber alcanzado el éxito?

R. La fama es como un río que lo arrastra todo. Escribo para mí y para unos pocos amigos. Hace unos años redacté un breve cuento que comenzaba así: "Nada, si se piensa bien, puede tentarnos a ser el primero en una carrera".

Alberto Gordo es crítico y traductor. Ha traducido los Cuentos completos de Franz Kafka, recientemente publicado por Páginas de Espuma. Todas las respuestas de esta imaginaria entrevista póstuma, algunas adaptadas mínimamente, proceden de sus diarios, cartas, notas y cuentos.