Colm Tóibín. Foto: Brigitte Lacombe

Colm Tóibín. Foto: Brigitte Lacombe

Letras

'Long Island': el irlandés Colm Tóibín dignifica con alta literatura la fantasía sexual del fontanero

Su nueva novela, secuela de la exitosa 'Brooklyn', está marcada una vez más por el exilio, pero ahora la protagonista decide regresar a su país.

1 julio, 2024 01:49

A principios de la década de 1950, Eilis Lacey, un personaje de ficción, se despidió de Enniscorthy, la ciudad real del condado de Wexford, Irlanda, donde su creador, Colm Tóibín, nacería en 1955. Cruzó el Atlántico, y llegó hasta Brooklyn y a Brooklyn, la casi perfecta novela de Tóibín de 2009 sobre su migración.

Long Island

Colm Tóibín

Traducción de Antonia Martín. Lumen, 2024. 328 páginas. 21,90 €

Eilis sentía a menudo la soledad, pero no estaba sola. En la década de 1950, Irlanda perdió más del 15% de su población a causa de la emigración; 50.000 de los que se marcharon se dirigieron a Estados Unidos. Pero Eilis no era una estadística ni un símbolo: era un alma, una joven ingeniosa, observadora, a veces inquieta, que buscaba su lugar en el mundo. (Tanto su cautela como su audacia fueron magníficamente captadas por Saoirse Ronan en la adaptación cinematográfica de John Crowley).

¿Adónde iría Eilis desde Brooklyn? La respuesta, que aparece en el título de la nueva novela de Tóibín, Long Island, se presagiaba en el libro anterior. En una de sus citas, Tony Fiorello, fontanero de Bensonhurst y futuro marido de Eilis, le cuenta su plan de montar un negocio de construcción con sus hermanos en la isla. Cuando Long Island arranca, hace tiempo que ese plan se ha hecho realidad. Estamos a mediados de los años 70, y Eilis ha participado en otro movimiento demográfico a gran escala, el éxodo de las ciudades a la periferia. Vive con Tony y sus dos hijos adolescentes cerca de una multitud de parientes políticos.

El periplo hasta Estados Unidos, alentado por su hermana mayor, Rose, y facilitado por un servicial sacerdote, no fue del todo idea de Eilis. Tampoco el traslado a Long Island, que era el sueño de Tony. Pero Eilis no es ni mucho menos una mujer pasiva. Es un personaje interesante y vívido porque consigue hacer de su destino su elección. Puede que en Lindenhurst, como en Enniscorthy, se vea limitada por las normas sociales y las expectativas familiares, pero en su cabeza, y a ojos de los lectores comprensivos, es libre.

En las primeras páginas de Long Island, el destino le trae algo inesperado. O mejor dicho, se lo trae Tony. Un desconocido se presenta en la puerta de Eilis para informarle de que su mujer está embarazada y de que Tony, que había hecho algunas reparaciones para la familia, es el padre.

"Si alguien piensa que voy a mantener en mi casa al mocoso de un fontanero italiano y hacer que mis hijos crean que ha venido al mundo tan decentemente como ellos, que se lo piense dos veces", le dice. Como es irlandés, Eilis le toma la palabra. Y quizá porque es irlandesa, se muestra igual de inflexible. "El bebé no atravesará esta puerta", le dice a su suegra, que tiene otra idea en mente.

La transgresión de Tony y la respuesta de su familia ponen de relieve el distanciamiento de Eilis del gran clan italoamericano con el que se ha casado. Con su matrimonio en el limbo, decide regresar a Enniscorthy por primera vez en más de 20 años. Sus hijos, Larry y Rosella, se unirán a ella durante parte del verano.

Los que hayan leído Brooklyn recordarán que el anterior viaje de Eilis a casa se produjo tras la muerte de Rose. Si acaban de unirse a ella, Tóibín les ofrece un sucinto resumen de aquella visita: aquel verano, en Enniscorthy, Eilis tuvo un romance con Jim Farrell. Nadie sabía que estaba casada con Tony. Contrajeron matrimonio en Brooklyn. Eilis tenía intención de decírselo a su madre en cuanto llegara a casa, pero resultaba demasiado duro porque significaba que tendría que volver a América. Así que no se lo contó a nadie. Y entonces, al final del verano, se marchó, justo cuando Jim estaba dejando claro que quería casarse con ella.

Este cabo suelto se convierte en la trama de Long Island. Jim, que nunca se casó ni superó lo de Eilis, ha estado manteniendo una discreta relación con Nancy, que había sido la mejor amiga de Eilis y que ahora es viuda. Jim y Nancy se esfuerzan por evitar las miradas inquisitivas y las lenguas criticonas de sus vecinos, pero en cuanto Eilis aparece, ningún secreto está a salvo.

'Long Island' es un libro más movido que sus predecesores, más emocionante y con más tramas

La propia Eilis, con su coche alquilado y su mentalidad americanizada, atrae miradas envidiosas, curiosas y suspicaces, incluso de su propia madre. Mientras tanto, su renovada conexión con Jim y Nancy, tras su crisis matrimonial en casa, la sumerge a ella y a la novela en un remolino de sentimientos complicados y decisiones difíciles.

Long Island es a la vez una secuela de Brooklyn y una compañera de Nora Webster, la novela de 2014 de Tóibín –su obra maestra, en mi opinión– sobre la lucha por la autonomía de otra mujer de Enniscorthy. La madre de Eilis aparece en esa novela, ambientada a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970. Aunque en los tres libros se mencionan acontecimientos del mundo exterior –los disturbios en Irlanda del Norte, la guerra de Vietnam–, el interés de Tóibín se centra en los matices de la percepción individual.

Nos acerca lo suficiente a Eilis y a Nora para que veamos qué piensan y cómo piensan, pero no tanto como para invadir su intimidad o comprometer su dignidad. Sus experiencias corrientes de la emigración, el matrimonio y la maternidad aparecen filtradas a través de una vida interior intensa y meticulosamente observada. Lo que atrapa la atención del lector, en Brooklyn y Nora Webster, no son los movimientos externos de la trama, sino la intimidad y la precisión del retrato.

Long Island es un libro más movido que sus predecesores, más emocionante en algunos aspectos, pero menos satisfactorio en otros. Hay más trama –más incidentes y coincidencias, más giros y revelaciones– y menos Eilis. Su punto de vista se alterna con el de Jim y el de Nancy, lo que realza el drama, pero también se percibe como una especie de traición. Al igual que los chismosos de Enniscorthy, estamos preocupados por lo que Eilis hará a continuación –no vamos a arruinar la sorpresa aquí– y menos atentos a quién es ella. Esta alma idiosincrásica, exquisitamente dibujada, resulta ser, después de todo, un personaje más de una novela.

© The New York Times Book Review. Traducción: News Clips