'Falla humana': Diamela Eltit narra la memoria de un barrio a punto del desahucio
La escritora chilena construye un relato mítico con todo lo que el capitalismo desprecia porque no es rentable y ensucia las sociedades pulcras y ordenadas.
29 septiembre, 2024 02:37En su última novela, Falla humana, Diamela Eltit (Santiago de Chile, 1949) ofrece una fábula de terror suave, es decir, un cuento de violencia y desahucios, de cuerpos desaparecidos y geografías explotadas que solo es soportable por una exigente y certera indagación poética.
En un barrio marginal de cualquier ciudad, los vecinos aguardan la entrada de la Compañía que, con su poder omnímodo, los despojará de sus bienes y de sus casas, los arrancará para siempre de sus pequeñas vidas: así da inicio una historia que, si bien se enmarca en pleno siglo XXI, es también extrapolable a cualquier época. Porque la novela defiende la tesis de que los sistemas de poder arrastran siglos y no es posible derrocarlos; sin embargo, el deber de todo paria es intentarlo.
Eltit se pone del lado de los cuerpos despojados, de los humanos marcados como desechos molestos que impiden el progreso. Su arma es la palabra; su pelea, la lucha contra el olvido, el registro de sus voces y su tránsito en la Tierra. Para este cometido, la autora escoge a un búho femenino y también a una joven denominada "vocera": ambas narran la memoria de un barrio a punto de ser desahuciado.
Contra el borrado de cuerpos, sus huellas: se necesitan historias para no desaparecer. La búha pertenece al ámbito de la noche; también los camiones de basura que tienen el cometido de deportar los cuerpos sobrantes: borrachos, enfermos o malformados; mujeres sueltas, monjas sin fe, subproletas; adúlteros, ladronzuelos, viejos malhumorados.
Durante diecisiete jornadas, el ave nocturna, desde su baobab-atalaya, abre huecos, páginas en blanco, espacios para el relato: "Necesito relatar otra noche para sostener la cuadra, que trastabilla a punto de caer. Mis ojos anaranjados escriben sobre un tablero descomunal. Arcaico". Nada impedirá que la cuadra sea arrasada; nada impedirá que el archivo de las vidas de sus habitantes desaparezca. Nada impedirá que todo vuelva a repetirse o, como afirma la búha, “un movimiento circular inimaginable”.
He aquí una fábula de terror suave, un cuento de cuerpos desaparecidos
En Falla humana, Eltit construye un relato mítico con todo lo que el capitalismo desprecia porque no es rentable y ensucia las sociedades pulcras y ordenadas, productivas y sumisas. Eltit maneja con maestría una suerte de una poética de los desposeídos, donde todo mundo y todo tiempo navegan en la desesperanza; gracias a su textura onírica y a una radical ausencia de lo panfletario o lo explícitamente político, en la novela resuena la dictadura de Chile, pero vibran también todos los territorios explotados, todos los cuerpos migrantes, todo el colonialismo y el turismo masivo.
Así, la fuerza del texto reside en la utopía quebrada, en el sueño que fracasa, en la gran melancolía que desborda y que traspasa al lector. Pienso en aquellas palabras del también chileno Roberto Bolaño: "Yo soy de los que creen que el ser humano está condenado de antemano a la derrota, a la derrota sin apelaciones, pero que hay que salir y dar la pelea y darla, además, de la mejor forma posible, de cara y limpiamente, sin pedir cuartel (porque además no te lo darán), e intentar caer como un valiente, y que eso es nuestra victoria".
Por eso, sin duda, la victoria de Eltit es la de inventar una epopeya antiheroica en los márgenes podridos de un planeta a la deriva o de un barrio asediado por la codicia. Caminar hacia dónde cuando no se tiene nada, cuando todo se ha perdido, es la pregunta esencial de Falla humana. La respuesta, tal vez, sea adentrarse en la noche, en el ojo de una búha, escribir y relatar sin esperar que la Tierra dé un giro inesperado sobre su eje. Inventar un tiempo mítico donde atrás es adelante y el lenguaje terminal sirve para fundar una novela bellísima.