Tana French. Foto: Jessica Ryan

Tana French. Foto: Jessica Ryan

Letras

Intriga en el pueblo del oro: Tana French vuelve a las calles de Ardnakelty con 'El cazador'

5 octubre, 2024 01:54

Aunque naciera en Estados Unidos (Burlington, Vermont, 1973), Tana French es una popular autora en el Reino Unido gracias a la serie televisiva producida por la BBC Asesinatos en Dublín -ciudad en la que vive desde 1990-. El cazador es su octava novela y en ella nos reencontramos con el mismo Cal Hooper al que conocimos en El explorador. Esta nueva entrega puede leerse de forma aislada, pero la precuela proporciona un interesante contexto.

El cazador

Tana French

Traducción de Antonio Lozano.
AdN, 2024. 483 páginas. 22,95 €

Cal fue detective en Chicago y, huyendo de una vida insulsa y de un matrimonio fracasado, terminó recalando en Irlanda, donde ha rehecho felizmente su vida con una nueva pareja, Lena. También volvemos a encontrar a Teresa -"Trey"-, pero ya no es una niña encantadora, sino una adolescente de 15 años que ayuda a Cal en sus trabajos de carpintería. La acción transcurre, una vez más, en el ficticio pueblo de Ardnakelty, en las escarpadas costas del oeste irlandés, en un verano especialmente caluroso.

La acción se inicia cuando Johnny Reddy, padre de Trey, regresa al pueblo cuatro años después de haber desaparecido misteriosamente, con intención de convertirse en un devoto padre. "Supongo que intento compensar el hecho de haber estado fuera tanto tiempo." (p. 38).

No tardará en unírsele Rushborough, un enigmático inglés, timador como el padre, y ambos intentarán convencer a los lugareños de que en las montañas de Ardnakelty hay oro. La abrupta muerte de Rushborough -será Trey quien descubra el cadáver- sirve a la autora para elaborar un singular y sui géneris thriller de sorprendente resolución.

Un thriller inusual

He utilizado el término thriller con cierto desparpajo, pues si bien cualquier resolución de un asesinato encajaría en tal acepción, quien busque una historia de suspense al uso no la encontrará en esta obra. Así, por ejemplo, el homicidio acontece cuando llevamos leídos aproximadamente dos tercios de la novela y tanto las motivaciones como la resolución no responden a los estándares del género.

Intuyo que volveremos a encontrar el personaje de Cal Hooper en futuras entregas, pues todo indica que Tana French intenta configurar un perfil en similar línea al Sam Spade de Dashiell Hammet o al Philip Marlowe de Chandler. No en vano su singular y en ocasiones cuestionable código ético parece evocar parecidos principios morales a los de este último.

La forma de expresarse es la del policía/detective/inspector duro y bregado: "¿Rushborough se limitó a sacarse lo del oro directamente del culo, lo aderezó con cosas que su abuela lo contó del lugar y utilizó al mierdecilla de Johnny para que le allanara el camino?" (p. 215). Pero al mismo tiempo mantiene con Trey una tierna relación. No exactamente de padre-hija, sino de tutor, guía espiritual pudiera decirse, revelando su lado más humano.

El conflicto surge con los habitantes de Ardnakelty, que funcionan como si de un personaje más se tratara. La suya es una comunidad que cuenta con su propio código, una suerte de "legislación" más fuerte que la de cualquier autoridad. Los forasteros no son necesariamente bienvenidos y aunque Cal ha llegado a ser aceptado -sobre todo en comparación con El explorador- su presencia todavía despierta resquemores y el pueblo "se entrega entusiasmado a la tarea de tocarle bien las narices" (p. 359).

Máxime cuando al investigar el asesinato de Rushborough descubrirá ciertos secretos de dudosa honorabilidad pertenecientes a la intrahistoria de Ardnekelty. La joven Trey, el auténtico "sujeto paciente" de El cazador, actúa como una suerte de catalizadora de la acción en una historia que tiene tanto de venganza como de justicia y que sin responder al modelo de novela policíaca mantiene el suspense hasta la última página.