De Moscú al mar Negro en las memorias de Teffi: un reflejo de la humanidad de las víctimas de Lenin
- La escritora rusa, una de las más populares del siglo XX, narra con agudeza y humor su accidentado viaje en medio del caos revolucionario.
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Se marchaba por un tiempo, a ofrecer unas lecturas públicas en Kiev, pero ya nunca volvería a Moscú. Teffi, seudónimo de Nadezhda Lójvitskaya (San Petersburgo, 1872-París, 1952), era una de las escritoras más populares de su país cuando en 1918 salió de casa para una gira, en principio ordinaria, pero que a la postre se convertiría en un convoy disparatado, lleno de penalidades, algunas divertidas, otras no tanto.
Había estallado la revolución y se sucedían los registros, los arrestos, las delaciones. Se cierran periódicos, desaparecen los amigos. Un día, un personaje estrafalario llamado Guskin –"un empresario teatral bizco de Odesa"– le ofrece a Teffi la posibilidad de ir a Ucrania, que aún escapa al control de Lenin, y donde, al parecer, "quedan pastelitos de crema".
Escribe Teffi: "Todo el mundo trataba de irse del país; si no lo intentaban era porque no tenían esperanzas de lograrlo, pero en todo caso soñaban con ello". Se ve que, en el fondo, contaba con no volver. Así empezó su viaje al sur, "rodando hacia abajo por el mapa, por ese enorme mapa verde en el que, en diagonal, decía: 'Imperio ruso'". A su periplo, de Moscú a Constantinopla, se añadirá una última y definitiva parada en París.
La escritora se sabe una privilegiada, quizá por eso, porque sobrevivió, pudo escribir, pese al dolor del exilio, estas memorias sin solemnidad, en las que se atreve a reírse: cuando se publicaron por entregas en el periódico Vozrozhdenie de Francia —donde se publicó también una parte de los Días malditos de Bunin, otro texto clásico sobre aquellos días— Teffi ya llevaba diez años lejos de su hogar.
Como ella, muchos miembros de la burguesía y la aristocracia rusa recalaron primero en Kiev: "Me encontré con viejos conocidos. Por ejemplo, con un eminente funcionario petersburgués, casi ministro, acompañado de su familia. Los bolcheviques habían torturado y asesinado a su hermano, y él se había salvado por los pelos. Temblaba de odio y bramaba con inspiración bíblica".
Intentaron crear en Kiev un nuevo Moscú, con teatros, revistas, editoriales, pero también tuvieron que irse de allí. El relato de Teffi, al principio muy escorado a la sátira, se va haciendo más oscuro. En Odesa hay gripe española. Al llegar a Novorosíisk, en el mar Negro, anota que "arreciaba el tifus" y que la gente "moría como moscas".
Estas memorias captan el horror de la guerra y de los movimientos forzosos de población
Formaban "grupos grises y abatidos", la ciudad era "muy deprimente". Las miradas, dice, arrojaban "una nueva expresión: ojos extrañamente inquietos. Turbados, desconcertados y, por momentos, insolentes. Después entendí: eran quiénes no sabían de qué lado estaban la razón y la fuerza".
En las ciudades no hay sitio para todos. Tumbados en los trenes, viajan "figuras pardas con capote". "Faltaba el aire, apestaba a cigarrillos". Los soldados tienen un aspecto "agotado, marchito, sufrido". Las damas intentan mantener la dignidad: con sus vestidos de seda y cuatro palos, levantan tiendas para dormir (más tarde, cuando los refugiados se van, Teffi, en un gesto habitual de estas memorias, bromea con su suerte: "Desaparecieron los campamentos, que conferían una vida tan pintoresca al malecón"). Las señoras se hacen trajes con gasa de farmacia o se juegan la vida por un poco de encaje para su blusa.
Las Memorias de Teffi captan a la perfección el horror de la guerra y de los movimientos forzosos de población. Más que describir el avance revolucionario, cierran el foco sobre los damnificados por él, señalando así su humanidad y su admirable resiliencia.