Ensayo

Tratado sobre la tolerancia

Michael Walzer

24 enero, 1999 01:00

Paidós. Barcelona, 1998. 128 págs., 1.500 ptas.tolerancia o barbarie. Manuel Cruz (comp.) Gedisa. Barcelona, 1998. 198 págs., 2.000 ptas.

Tanto el libro de Walzer como el compilado por Cruz terminan recordando al lector, cada uno desde su perspectiva, que la tolerancia conduce a mitigar o incluso acabar con la persecución y el miedo, pero no es una fórmula mágica para conseguir la armonía social

S alta a la vista que nunca se han debatido tanto y con tanta amplitud como hoy las formas de co-existencia y los medios necesarios para poner en obra prácticas eficaces de tolerancia. Difícilmente podría ser de otro modo, dadas la comunicación y convivencia crecientes entre grupos étnicos y culturales y estilos de vida no subsumibles ya bajo un patrón único a que asistimos, con la consiguiente experiencia, no por diaria menos intensa, del pluralismo, de la diferencia, de la siempre perturbadora Otredad. Pero tal actualidad no debería debilitar la consciencia de la larga e instructiva historia del concepto de tolerancia, que es también la del haz de problemas de fondo al que este concepto remite. Sobre tal supuesto parecen haberse construido, en cualquier caso, las reflexiones y replanteamientos contenidos tanto en el ponderado "Tratado" de Walzer como en los trabajos, notablemente más radicales, que Manuel Cruz acaba de compilar bajo el inquietante rótulo de "Tolerancia o barbarie".
En principio, el libro de Walzer -politólogo norteamericano de origen judío traducido ya en otras ocasiones al español- se presenta como un intento, declaradamente modesto, de explicar desde una perspectiva histórica la tolerancia y la coexistencia de grupos humanos con diferentes orígenes, culturas e identidades. O lo que es igual, las formas que a lo largo del tiempo han adoptado una y otra, las normas de vida e interacción propias de cada una de ellas y las modalidades asumidas por la tolerancia entendida como actitud o estado del espíritu. Sin pretender desarrollar una argumentación filosófica sistemática, Walzer tipifica, pues, desde la consciencia explícita de lo precaria que ha sido siempre la práctica de la tolerancia y de las trabas a que ha tenido que enfrentarse, cinco modelos distintos de sociedad tolerante extraídos de la propia historia. Cinco modelos presuntamente reales, por tanto, y no meramente teóricos o normativos. A saber: los representados por los grandes imperios multinacionales, como el persa, el de Egipto de los Ptolomeos, el romano y el otomano; por la comunidad internacional o "sociedad de los Estados"; por las confederaciones; por los estados nacionales y, en fin, por las "sociedades de inmigrantes", como la canadiense o la estadounidense. Walzer completa su análisis, no exento de cierta intención última normativa, a pesar de todo, con una atención muy precisa a algunos "casos complicados", como el de la nación francesa, cuyo extraordinario poder asimilativo ha oscurecido la amplitud de su inmigración, o el altamente candente de Israel, que incorpora tres de los regímenes parciales. Su reflexión sobre el multiculturalismo estadounidense ofrece, en este contexto, el mayor interés.
Si en los albores de la Modernidad la tolerancia se dibujó, tras terribles enfrentamientos, como el fruto de un compromiso necesario -una suerte de "mal menor"- en orden al que cultos distintos al oficial pasaban a ser "tolerados", al igual que las ideas religiosas consideradas reprobables, llegando, con el discurrir de los siglos, a integrarse, no sin debates y vacilaciones, entre los requisitos de la libertad política, los colaboradores del volumen compilado por Cruz, por su parte, la consideran hoy, lejos de su convencional enfoque como una "virtud" humanista, como un insoslayable imperativo de convivencia pacífica y fructífera en un mundo no por "globalizado" menos plural y multicultural. En el bien entendido, claro es, de que tal imperativo plantea interrogantes muy graves, relativos, por ejemplo, a la relación entre la tolerancia genuina y el mero indiferentismo, a los posibles usos represivos de la tolerancia formal, a la arraigada tendencia a universalizar los valores propios, o a las paradojas, en fin, que abre el ideal de la tolerancia cuando va asociado, como parece obligado en nuestros días, a las pretensiones universales de libertad e igualdad. F. Fernández Buey, bien conocido de cuantos se interesan por estos temas por el espléndido libro que en 1995 publicó sobre Bartolomé de Las Casas y la "variante latina" de la tolerancia, va incluso más allá del catálogo de paradojas: "Si la tolerancia de este fin de siglo ha de ser igualitaria y comprensiva de la diversidad, no excluyente, entonces habrá de pensarse como configuración de un nuevo derecho internacional de gentes que respete otros valores, no sólo los mercantiles y mercantilizables. Tiene que ser, pues, ampliación de la vieja declaración ilustrada de los derechos del ‘hombre’ (todavía blanco, varón y adulto)".
Resulta, pues, coherente con cuanto aquí ha sido puesto en juego que tanto el libro de Walzer como el compilado por Cruz terminen recordando al lector, cada uno desde su perspectiva, que la tolerancia conduce a mitigar o incluso acabar con la persecución y el miedo, pero no es una fórmula mágica para conseguir la armonía social. E invitándole a reconsiderar la democracia, la ciudadanía, la relación entre los grupos y entre el individuo y el grupo, así como la educación, desde la perspectiva del imperativo de la tolerancia. Porque como bien dice Walzer en el último recodo de su libro, "si el multiculturalismo de hoy produce más problemas que esperanzas es, en parte, debido a la debilidad de la democracia social". Razón de más para recomendar la lectura de estas páginas a cuantos más allá de las retóricas al uso desean constituirse efectivamente en sujetos críticos y reflexivos. O lo que es igual, en ciudadanos.