Ensayo

No le digas a mi madre que trabajo en Bolsa

Francisco Álvarez Molina

28 febrero, 1999 01:00

Alianza Actualidad. Madrid, 1998. 182 páginas, 1.600 ptas.

Bajo el título del libro, que alude al chiste del periodista que tocaba el piano, el poeta Rafael Téllez, arruinado por los agentes de bolsa, estampó su gracia cordobesa: "No le digas a mi madre que trabajo en Bolsa. Con el burdel ya tiene demasiado estrés"

D urante la canícula de 1998, el poeta cordobés Rafael Téllez invirtió todos los ahorros de su señora madre en acciones de Aeroflot, dizque aconsejado por el alcalde de su pueblo, que manda mucho en la caja provincial. El caso es que por esos días Rusia se fue al carajo, y miles de millones de pesetas fueron a parar al mismo sitio. "No le digan a mi madre que invertí toda su pasta en bolsa", suspiraba el poeta Rafael Téllez, amarrido por el índice Nikkei o el síndrome de Down Jones, o los dos.
Condolidos por su desgracia, un grupo de amigos le regalamos este desenfadado libro de Francisco álvarez Molina, que el poeta Rafael Téllez nos devolvió plastificado de lágrimas y con algunas anotaciones en los márgenes que prefiero comentar de manera risueña y no a manera de reseña.
Dice el autor: "Una parte de las imposiciones a plazo fijo, de las libretas de ahorro, y hasta de las cuentas corrientes, son fuentes de inversión aunque sus titulares crean que no son inversores. Sí lo son, pero pasivos" (página 48). Anota el poeta marginal: "Ya estamos como el tabaco. Llamar a Salvago para que cierre el quiosco". Vuelve a decir el autor: "Nuestra cultura bursátil está por los suelos, y a partir de esta constatación cualquier cosa puede ocurrir. La formación no resuelve todo en Bolsa, pero asegura lo primordial... las Bolsas debemos volcarnos hacia el inversor individual para formarlo" (página 53). Transcribo la admonición pavorida del poeta: "¡El hombre de la Bolsa es el tío del Saco!".
Entre las páginas 59 y 89 el poeta Téllez copió algunos de los más tristes poemas de Cesárea Tinajero y César Vallejo ("Dios mío, estoy llorando el ser que vivo"). En la 90 subraya esta frase: "Una OPA no es otra cosa que una obligación legalmente impuesta de ofrecer a los accionistas de una sociedad la adquisición de sus acciones en condiciones determinadas", y anota perplejo: "Por eso se quedan solteras". Más adelante, barnizó con su rotulador fosforescente un concepto que le resultaría familiar en la campiña aceitunera: "PER (Price Earning Ratio): Es la relación precio-beneficio, que se calcula dividiendo el precio de la acción de una empresa que cotiza en Bolsa por el beneficio neto, o dividiendo repartido por la misma" (página 172). Y anotó aliviado: "Por lo menos no he sido el único".
No todo es poesía en los márgenes del ejemplar de No le digas a mi madre que trabajo en Bolsa, que nos devolvió el poeta Rafael Téllez plastificado de lágrimas. También hay una fábula que se ve que le impresionó. Un hombre se levanta feliz por el alza de sus acciones y decide invertir el resto de sus ahorros. Corre a la Bolsa y entabla el primoroso diálogo que aparece recuadrado con bolígrafo rojo en el original:
"INVERSOR: -Perdone, señorita que la interrumpa de nuevo, si yo invirtiera... digamos 1.000.000 de pesetas, ¿qué me costaría la operación?
"BOLSA: -Bueno, como le he dicho antes, el intermediario le cobraría una comisión. Le recuerdo que las comisiones son libres y que usted debe elegir el intermediario que más le convenga. Vamos a imaginar que el intermediario le aplica una comisión del 3,5 por mil sobre el efectivo, estaríamos hablando de 3.500 pesetas por la compra. A este importe hay que añadir el canon por operación que cobramos nosotros, y que para este caso es de 875 pesetas y el canon de liquidación que cobra el Servicio encargado de la liquidación, que asciende a 54 pesetas, en total, 4.429 pesetas, es decir, un 4,429 por mil sobre el efectivo.
"INVERSOR: -Y... ya está.
"BOLSA: -Bien, ya está la compra. Cuando venda tendrá que pagar lo mismo si el importe fuera el millón de pesetas. Si vende con ganancia, pensemos en un 20 por cien, estaríamos hablando de un efectivo de 1.200.000 pesetas: el 3,5 por mil asciende a 4.200 pesetas, el canon por operación 1.125 pesetas y el de liquidación a 77 pesetas; total, 5.402 pesetas por la venta. Además, los intermediarios le pueden cobrar una comisión durante el mantenimiento de la inversión, por conceptos como el cobro de dividendos y primas de asistencia a juntas, custodia de valores y otros servicios que le presten, y cuyo importe dependerá de la relación contractual que establezca con el intermediario. Tenga también en cuenta que los cánones cambian, normalmente al principio de cada año civil, así que nuestro consejo es que solicite información sobre los mismos a la Bolsa.
"INVERSOR: -Señorita, me ha aclarado mis dudas. Le agradezco su amabilidad, y si tengo alguna más, volveré a llamarla. Muchas gracias" (págs. 125-126).
Al margen se duele el poeta: "Ella también era amable. Y hermosa. Le pregunte por el interés de mis acciones y me respondió ¿conmíbor? Y le dije que sí, contíbor".
Después de leer el libro concluí que era como esos malos programas literarios de televisión: dirigidos a escritores y no a lectores. Y así como no apetece leerllo que recomiendan unos, tampoco provoca invertir donde aconsejan otros.
Bajo el título del libro -que como sabemos, alude al chiste de aquel periodista que tocaba el piano- el poeta Rafael Téllez, arruinado por los agentes de bolsa, estampó su gracia cordobesa: "No le digas a mi madre que trabajo en Bolsa. Con el burdel ya tiene demasiado estrés". Su letra es temblorosa y menuda.