Ensayo

Paisajes de luz y muerte

Francisco Calvo Serraler

28 febrero, 1999 01:00

Tusquets. Barcelona, 1999. 266 páginas, 2.300 pesetas

A estas alturas, los tópicos de la "españolidad" en arte y literatura suelen cansar, y lo primero que sorprende en este libro es que logra vencer ese cansancio. Quizá porque, en vez de un relato histórico lineal, nos ofrece una serie de perspectivas cambiantes, alternando la mirada actual y la del pasado, la tradición interior y el ámbito europeo. En libros anteriores, Calvo Serraller ha ido explorando el mito de España en el arte moderno: su génesis a partir de Goya y el romanticismo, su larga persistencia hasta el grupo "El Paso" y su agonía desde los años 60 hasta hoy. Los ensayos reunidos en este volumen, publicados en catálogos de exposiciones de los últimos años, prolongan esta línea de investigación: su objeto es la imagen de la España negra en el arte del período que se extiende de 1890 a 1920, entre el simbolismo y las vanguardias.
Como recuerda Calvo Serraller, los autores de la generación del 98, desde un ensimismamiento crítico en la entraña de Castilla, asumieron la visión "en negro" de España que habían iniciado los románticos europeos. En la pintura, los exponentes de esa visión serían el primer Regoyos, sobre todo Zuloaga y más tarde Gutiérrez Solana, pero también, con matices, otros artistas tan diversos como Nonell o Romero de Torres. Ahora bien, frente a esos pintores de lo negro, hubo desde luego otros que exaltaron la luz y la sensualidad mediterránea: Sorolla, Casas, Mir, Iturrino... Las raíces de este contrapunto se hundían, como advierte Calvo Serraller, en el proceso de modernización de nuestro país, que oponía el estancamiento rural al dinamismo de las áreas industrializadas. Pero se convirtió en una antítesis entre arquetipos eternos: lo negro y lo blanco encarnaban la tragedia y la fiesta, lo profundo y lo epidérmico, la fea verdad y la bella apariencia...
En vez de dejar esos extremos así, en una oposición tajante, el autor utiliza espléndidamente los recursos del ensayo, que es un género dialéctico, para descubrir mediaciones entre los contrarios. En algunas de sus páginas más brillantes nos muestra, por ejemplo, cómo el blanco y el negro de "las dos Españas" artísticas se encuentran en los verdes del Greco, redescubierto en esta época. O cómo el contraste entre Sorolla y Zuloaga no es algo fijo, sino un cruce de caminos: la evolución de Sorolla iba del negro al blanco, y la de Zuloaga, del blanco al negro. El ritmo dialéctico se anuncia ya en el primero de los ensayos de este libro, por ejemplo, cuando se apunta el juego entre lo "simbólico", como fuerza reintegradora que teje las correspondencias, y lo "diabólico" (en el sentido etimológico) como fuerza disgregadora.
Este primer capítulo, que proporciona las claves del movimiento simbolista europeo y su influencia en la pintura española del fin de siglo, esboza el marco para los siguientes, centrados algunas figuras prototípicas: Sorolla, Zuloaga, Romero de Torres y Gutiérrez Solana (más Darío de Regoyos, estudiado aquí en relación con el belga James Ensor). Para abordar a cada uno de estos artistas, Calvo Serraller dibuja ante todo la trama de su generación, la coincidencia temporal que produce tantos encuentros como desencuentros, las íntimas afinidades entre escritores y pintores (Unamuno y Zuloaga, Valle Inclán y Romero de Torres...) y las las antipatías viscerales. El perfil de cada artista se va definiendo a través de los avatares de su fortuna crítica. Burckhardt decía que no se puede describir la vida íntima de la obra de arte, sino sólo "circunscribirla", es decir, rodearla de un contexto. Los juicios de la crítica son una serie de espejos donde una misma obra aparece aumentada o disminuida, deformada en un sentido u otro. En este libro, los ensayos paralelos sobre Romero de Torres y Solana desgranan las etapas de la recepción de estos dos artistas y con ellas, la erosión de los estereotipos de la españolidad, a través de los textos de críticos como Manuel Abril, Cansinos Assens, García Maroto o Moreno Villa. Pero el autor también nos propone aproximaciones más inesperadas, como una fascinante interpretación de Romero de Torres desde la teoría del erotismo de Georges Bataille, o un análisis de Solana desde las tesis de Bajtin sobre Rabelais y la cultura popular.
Casi todos los protagonistas de estos ensayos han sido víctimas de su posteridad de un modo u otro: algunos, como Zuloaga, despreciados acaso por su excesiva oportunidad coyuntural, y otros, como Solana por su "destiempo", como dice Calvo Serraller. Pero las obras de arte siguen ahí presentes y la historia no es un proceso cerrado. En algún caso, como el de Romero de Torres, el autor nos recuerda que no se trata de devolver al artista su antiguo prestigio perdido, sino simplemente de comprender. Así, la mirada histórica del autor, que arrancaba de los juicios críticos del pasado, desemboca al final en la renovación del juicio crítico actual. Su apasionante relato de las mutaciones de la sensibilidad es un desafío a nuestra propia sensibilidad; nos incita a abrir bien los ojos y a mirar de nuevo.