Ensayo

Pura alegría

Antonio Muñoz Molina

7 marzo, 1999 01:00

Alfaguara. Madrid, 1999. 232 páginas, 2.400 pesetas

Muñoz Molina contagia en estos artículos su pasión por la lectura y por la escritura, proclama su gratitud para con sus maestros y nos regala su testimonio ejemplar de cómo se construye un escritor

Los lectores de Muñoz Molina sabemos que una parte de lo mejor de su obra literaria se encuentra en sus textos periodísticos, concebidos entre el artículo y el ensayo. Varias recopilaciones de estos trabajos, desde El Robinson urbano (1984) y El diario del Nautilus (1985) hasta Las apariencias (1995) y La huerta del Edén (1996), atesoran excelentes muestras de solidario compromiso crítico y emoción estética en un escritor que sabe combinar sus más elevadas capacidades y sentimientos en admirables ejercicios de lucidez y rigor intelectual, de honradez cívica y de sensibilidad y talento literaria. Estas mismas cualidades resplandecen, en grado máximo, en los ensayos reunidos en Pura alegría. Son once textos. Y todos fueron escritos en su origen como conferencias leídas por el autor, salvo el último, el más breve, situado como epílogo, que se publicó en "Abc", en 1997, con motivo de la aparición de la novela Plenilunio.
Desde el epílogo al título del volumen y al texto de todos los ensayos, Pura alegría es, precisamente, el denominador común que preside la tarea creadora de un escritor que reflexiona sobre su oficio y que logra contagiar, como lector y como autor, sus gozos y revelaciones "con la ilusión ávida y la nerviosa felicidad de los descubrimientos absolutos". Los cuatro textos de la primera parte, "La realidad de la ficción" constituyen una valiosa introducción al arte de la narración en lúcidas meditaciones sobre la historia, los personajes, la voz y el estilo y las sombras del lector. Como en las explicaciones teóricas de otros grandes novelistas, desde Forster y H. James hasta F. Ayala, Torrente Ballester y Vargas Llosa, Muñoz Molina expone aquí su experiencia de la ficción y el lugar que ésta ocupa en la vida y en la literatura. Su gradual aprendizaje teórico y práctico se va desgranando con el hallazgo de los ejemplos y modelos descubiertos en fecundas lecturas, con la atención e intensidad de una mirada que ve más allá de las evidencias y con la creación de un mundo propio y un estilo personal que terminan por acercar al autor y al lector en sus simétricas soledades. Teoría y práctica se aIían en la explicación de intuiciones, logros y procedimientos del arte narrativo pues, con frecuencia, la reflexión se complementa con ejemplos ilustrativos de las obras del autor. Y al cabo se comprende, una vez más, que el arte del relato es memoria e imaginación, invención, selección y combinación. Pero, en este caso, expuesto con inusitada transparencia y sencillez.
En la segunda parte, "La invención de un pasado", se incluyen seis ensayos más sobre diversos temas literarios. Cuatro están dedicados a estudios de autores con los cuales Muñoz Molina confiesa su deuda de gratitud. Dos de ellos se centran en Max Aub y su afán por comprender y explicar un pasado que la Historia se empeñó en torcer. Los otros dos se ocupan de una novela de Faulkner y de los cuentos de Juan Carlos Onetti, que son dos maestros reconocidos por Muñoz Molina en su particular aprendizaje literario. Del análisis e invitación a la Iectura de estos tres escritores en estos cuatro ensayos, y en estricta simetría con los cuatro de la primera parte, el autor vuelve a combinar en los dos últimos textos las consideraciones sobre su propio modo de entender la literatura y las reflexiones sobre la obra de otros autores como Cervantes, Proust, Joyce y Faulkner. Hasta concluir en la necesaria forja de un pasado que todo escritor ha de crear a partir de una tradición recibida como herencia enriquecedora frente a las amputaciones del olvido, de la mentira y de la ignorancia. Por todo lo dicho y lo mucho que queda sin decir aseguro a todos los amantes de la literatura que se acerquen a este libro, una gozosa fiesta intelectual celebrada en el taller de un autor que contagia su pasión por la lectura y por la escritura, proclama su gratitud para con sus maestros, mantiene la humildad de quien se esfuerza cada día para merecer tales dones y con ello nos regala su testimonio ejemplar de cómo se construye un escritor.