Ensayo

Las preguntas de la vida

Fernando Savater

28 marzo, 1999 01:00

Ariel. Barcelona, 1999. 286 páginas, 1.950 pesetas

Cabía pensarse que estamos ante una obra menor. Sin embargo, en el caso de Savater nunca se sabe. Lo que ha hecho lo ha hecho bien y para ser (según confesión propia) un "escritor de corto aliento" lo cierto es que lo ha compensado respirando muchas veces

H ay libros de libros y otros que están hechos de la propia sustancia, de la que también forman parte aquellos. éste es una invitación a la filosofía a partir de la propia experiencia intelectual a la que respalda una amplia obra. Es una introducción a la filosofía en el momento de madurez de una biografía intelectual. El público al que se dirige son los adolescentes de bachillerato y a los neófitos de filosofía en general. Cabría pensarse que estamos, pues, ante una obra menor. Sin embargo, en el caso de Savater nunca se sabe. Lo que ha hecho lo ha hecho bien y para ser (según confesión propia) un "escritor de corto aliento" lo cierto es que lo ha compensado respirando muchas veces. Sus detractores académicos le reprochan (pen-
semos bien) no lo que hace sino lo que no hace, y a lo que él se ha venido negando sistemáticamente. En este caso el libro forma parte de un proyecto del que ya han aparecido otros con gran éxito en el terreno de la ética y la política. Quizá no se encuentre el Savater provocador de otras ocasiones ya que, por exigencias del guión administrativo, mantiene en esta ocasión un diálogo, a veces un tanto forzado, con lo que él llama "estrellas invitadas", y que no son otros que algunos clásicos de la filosofía y la literatura.
Una introducción a la filosofía es algo difícil de hacer cuando se trata de lo que uno piensa de ella y no es un mero recital de lo que dicen los demás. Hoy día, en la época de la información tenemos siempre a mano una colección de respuestas de las que no sabemos las preguntas. No son nuestras, y no se corresponden como tales, es decir, no responden a nada. Probablemente, en esos paseos estivales en que ha gestado el libro, Savater no estaba preocupado tanto por las respuestas que tenía que dar como por hacer ver la necesidad de las preguntas. Desgraciadamente la mayor parte de las introducciones e historias de la filosofía consisten en una serie de respuestas a preguntas que no se ha hecho nadie. No son, por lo tanto, verdaderas respuestas aunque pretendan ser respuestas de la verdad. Por el contrario, y desde siempre, la auténtica educación en filosofía ha consistido en saber preguntar. Y entonces sí, como dice Savater,"...la filosofía no brinda soluciones sino respuestas". Es decir, pe-
queñas certezas que permiten seguir preguntando. Aquí no se enseña filosofía sino a filosofar, previene el autor, y para que la cita kantiana sea más completa, a orientarse en el pensamiento. Este es un libro socrático, de preguntas, pero en modo alguno escéptico, más bien en el estilo kantiano de la filosofía como ejercicio crítico de la razón. Se trata del viejo pensar por sí mismo, que es siempre una etapa de la vida del hombre, como fue un ideal de aquella de la humanidad a la que llamaron Ilustración.
Savater no ha ocultado nunca su admiración por el "écrivain" de la Ilustración. ésta no la entiende como acarreo de erudición sino como ejercicio de las luces que nos hace precisamente eso, gentes de luces, de mentalidad amplia y cosmopolita, pero conscientes ante todo de sus límites y sombras. Uno de los rasgos más notables del libro consiste en esa defensa de la pobre razón crítica acusada de totalitaria, ella que empieza por no estar segura de sí misma. Asumir lo precario de la exis-
tencia da como resultado una filosofía laica, que no niega pero tampoco se refugia en la trascendencia, y es ante todo tolerante, fundamento de las virtudes cívicas de la convivencia. Porque no solo se trata de pensar por sí mismo, sostiene, sino de expresar públicamente lo pensado; de enseñar a ser racionales siendo razonables, es decir, a ser capaces de argumentar y de ser persuadidos.
Es cierto que el libro respira un espíritu que muchos compartimos en España, y es el de la modernidad, como antídoto a la barbarie de dirección única -ya en Prensa, me entero de la última, precisamente con tu libro, un abrazo solidario, Fernando- o las chinoserías del bazar posmoderno. Pero tampoco desconoce la realidad contradictoria en la que nos ha tocado vivir, y que hoy día el pensar por sí mismo tiene un sentido diferente al ideal moderno cartesiano de la simplicidad. Enseñar a filosofar significa educar en la comple-
jidad de las respuestas y no en la simplicidad de las soluciones. Y ello obliga a matizar, a tener criterio frente a posturas ya establecidas. Así, por ejemplo, es muy razonable lo que dice Savater respecto a la técnica y los posibles prejuicios antidemocráticos subyacentes a alguna de sus críticas; da la vuelta al viejo concepto de la dignidad humana en una convincente exposición que revaloriza la imagen del "extranjero" como el hombre que todos podemos ser: sigue preconizando a lo largo del libro su moral de la excelencia y, aunque empieza y acaba hablando de la muerte, no destila un sentimiento tráfico de la vida, sino de goce en ella, de alegría de vivir. Por eso invita al lector a que comparta en la lectura el "gozo" con que fueron escritas muchas de las páginas. Y eso realmente se nota. No dejar de ser divertido ver ambientadas en "Blade Runner" las dudas que suscita el genio maligno cartesiano.
Lo único que no parece casar con el espíritu del libro es la portada que juega con el cuadro de Moreau "Edipo y la esfinge". Parece más propia de una estética kitsch, en principio ajena a los adolescentes a los que se dirige este libro, aunque sobre eso no pondría la mano en el fuego. Y en cuanto a su rancio simbolismo, se nos ocurre que si la esfinge sigue apretando con sus garras las partes del mozo en que se sujeta, le va a meter el resuello en el cuerpo, y el pobre quizá sienta "el escalofrío de la belleza", pero es dudoso que esté en condiciones de contestar a sus preguntas.