Ensayo

De la identidad a la independencia

Xavier Rubert de Ventós

9 mayo, 1999 02:00

Anagrama. Barcelona, 1999. 175 páginas, 1.650 pesetas

H ace muchos años que leo con provecho a Rubert de Ventós y puedo además dejar constancia de su talento como interlocutor. Sin embargo, he de reconocer que esta última entrega, en su ya larga producción, me ha producido una irritación no por difusa menos persistente. Lo de menos es que el prólogo sea de un Pasqual Maragall en campaña electoral; en realidad, pese a que Maragall es uno de nuestros políticos más articulados e interesantes, en esta ocasión no añade nada. Tampoco es crucial que Rubert reclame como tesis básica de sus páginas la independencia de Cataluña; ni es el primero ni será el último. El problema radica en la inconsistencia de la argumentación y en el punto ciego de su visión del independentismo catalán.
Aunque sea colateral a lo que se dilucida en estas páginas quizá convenga recordar, de pasada, la relación discipular de Rubert con Aranguren, Sacristán o Valverde. Desde 1971 pertenece a un alto cuerpo de funcionarios del Estado español (entonces franquista). En 1982 fue elegido diputado a las Cortes Generales por el PSOE y el mismo partido (estatal) le convirtió el 1 de enero de 1986 en eurodiputado. Abandona en 1994, en plena hecatombe socialista, el Parlamento Europeo y cae, entonces, en la cuenta -así lo escribe en estas páginas- de que el Estado español es un producto del ardor guerrero de Castilla y de pensadores como Américo Castro o José Ortega y Gasset. Convertido desde hace años, pero ahora más, en un personaje central de la cultural catalana, y de la española, Rubert cae con este libro en un dandismo intelectual que hoy le permite recibir el premio Josep Pla o firmar un manifiesto y mañana almorzar con José María Aznar en casa del diseñador Oscar Tusquets compartiendo mantel con un grupo de escogidas cabezas de Barcelona.
Pero el problema de este libro no es de actitudes personales, por más que éstas den pistas; el problema está en su falta de consistencia estructural que trata de compensar con guiños constantes a situaciones o personas. Así establece una analogía espuria a todas luces entre el catalán oprimido por el Estado y la mujer sojuzgada por el macho y así tuerce en su provecho una reflexión de álvarez Junco sobre el nacionalismo español. Por último, tras leer estos poco más de cien folios, escritos a veces en un tono coloquial impropio de cuestión tan trascendente, lo que se percibe con toda claridad no es tanto que la postmodernidad y la Unión Europea justifiquen una nueva reordenación de los Estados que la componen, lo que se palpa entre líneas es la voluntad política de crear un nuevo Estado. Pero esa es ya otra historia.