Ensayo

La riqueza y la pobreza de las Naciones

David S. Landes

24 octubre, 1999 02:00

Traducción de Santiago Jordá. Crítica. Barcelona, 1999. 604 páginas, 6.900 pesetas

La perspectiva de Landes al hablar de las sociedades más pobres se hace pesimista. El libro no ofrece soluciones a corto plazo, sino que describe -con viveza, brillante erudición, y, a veces, con irritante superficialidad- la realidad histórica de la riqueza y la pobreza de las naciones

El título de este libro de David S. Landes amplía el objetivo de la gran obra de Adam Smith, Averiguación sobre las causas de la riqueza de las naciones. Landes afronta una cuestión algo distinta: ¿por qué hay naciones que son muy ricas y otras que son muy pobres? Y añade una pregunta relacionada con la anterior: ¿por qué, al cabo de siglos de relación con las naciones más avanzadas, hay sociedades que se han desarrollado y otras, en cambio, que permanecen en la escasez?

David S. Landes reúne indudables cualidades que lo convierten en autor idóneo para responder a estos y otros interrogantes. Une a su vasta cultura científica, social y humanística una probada experiencia en estudiar fenómenos multinacionales. Su obra más conocida es The Unbound Prometheus, titulada en la traducción española Progreso tecnológico y revolución indusrial (Tecnos, 1979). La tecnología, según Landes, fue el Hércules que liberó a la humanidad -Prometeo- de su secular condena al estancamiento. En apenas tres siglos, a partir de la Revolución Industrial, un reducido grupo de naciones, todas de cultura occidental salvo Japón, logró elevar sensiblemente el nivel de bienestar material de la mayoría de sus habitantes, a la vez que disminuía el esfuerzo físico y la inclemencia requeridos para obtener el sustento y se alargaba considerablemente la esperanza de vida. Otro libro de Landes, Revolution in Time: Clocks and the Making of the Modern World (Harvard University Press, 1983), es considerado un estudio ejemplar acerca de las repercusiones que los avances en el conocimiento tienen sobre el cambio social.

En la presente obra Landes amplía su perspectiva a la totalidad del mundo en un dilatado período de tiempo, desde los antiguos imperios europeos a los países, viejos y nuevos, de finales del siglo XX. Según él, la respuesta al porqué fue Europa y, en concreto, Gran Bretaña la avanzada de la transformación material y social es de doble naturaleza. Por un lado, la autonomía intelectual frente a la tradición, el método científico basado en la percepción, medición, verificación y deducción matemática, y la comunicación institucionalizada del saber, que no excluye la ambición y la competencia. Por otro, un cuadro de valores socialmente aceptados, que van desde el derecho a la libertad y a la propiedad a la exigencia de gobiernos y poderes públicos responsables, honrados y neutrales.

Si resultaba difícil calificar de original la anterior interpretación sintética acerca de los factores de crecimiento de los países ricos, cabe decir algo parecido de las opiniones del autor sobre los recién llegados a la prosperidad. Empezando por los asiáticos (Taiwan y Corea, dos antiguas colonias japonesas, y Singapur y Hong Kong, dos Ciudades-Estado que recuerdan, según Landes, a las italianas de la Baja Edad Media), las explicaciones de su éxito serían las siguientes: trabajo de calidad y baratura, junto con espíritu de empresa. Esta sencilla receta sería aplicable a otras economías emergentes, como Malasia, Tailandia e Indonesia. La creciente movilidad del capital -no sólo del occidental en Oriente, sino también al revés- coadyuvaría al mencionado éxito. Por su parte, la movilidad, regional del factor trabajo, desde los países asiáticos más pobres a los más ricos, intensificaría la velocidad del cambio. En la cresta de la ola, los chinos -singularmente predispuestos a la laboriosidad- extenderían redes de intermediación cada vez más poderosas. En todas estas explicaciones, el factor étnico, o el cultural, acendrado a lo largo de siglos o milenios, posee un valor primordial, lo cual diluye considerablemente las esperanzas del lector de que los países pobres -de que cualquier país pobre- pueda traspasar el anhelado umbral del bienestar.

A la hora de hablar de las otras sociedades, las que no son ni líderes ni emuladores, es decir, la mayoría de los pueblos del mundo, la perspectiva de Landes se hace particularmente pesimista. Los esfuerzos de Estados improductivos y despilfarradores se enlazan con agresiones militares y con el fundamentalismo religioso. En Iberoamérica, la combinación de mala gestión, desequilibrios sociales, caudillismo, corrupción y empréstitos internacionales ilimitados han impedido un desarrollo sostenido, a pesar de los repetidos intentos de industrialización. No obstante, en esta región del planeta observa Landes señales estimulantes de cambios de actitud hacia una mayor racionalidad financiera de los Gobiernos, especialmente en sus relaciones internacionales.

Estamos, por tanto, ante un libro que no ofrece soluciones a corto plazo, sino que describe -con viveza, brillante erudición, y, a veces, con irritante superficialidad- la realidad histórica de la riqueza y la pobreza de las naciones. Por poner un solo ejemplo de la mencionada futilidad, sirva este: la guerra medieval entre cristianos y musulmanes, en la Península Ibérica, duró mucho, según Landes, porque "había ineptos en ambos bandos" (pág. 73). En dirección paralela a la anterior se concede un alto peso específico a la idiosincrasia de los pueblos como factor explicativo de fenómenos económicos e históricos. El lector podría así encontrar párrafos llenos de ponderación en los cuales se describe a los conquistadores españoles de América como poseídos del "odio por la vida" y carentes "por completo de racionalidad" (pág. 79). Los franceses, por su parte, son representados como chovinistas que prefieren la utilización de plasma sanguíneo contaminado de sida a recibir ayuda sanitaria anglosajona (pág. 177). No resulta extraño que el lector admirado del conocimiento histórico y bibliográfico del profesor Landes, acabe opinando -ante argumentos del jaez de los anteriores- que para este viaje no se precisaban alforjas.