Ensayo

Historia de la Roma antigua

Gonzalo Bravo

7 noviembre, 1999 01:00

Alianza. Madrid, 1999. 230 páginas, 1.200 pesetas

Los nuevos planes de estudios universitarios, si no se aprovecha alguna oportunidad para corregirlos antes de que produzcan efectos irreversibles, están ya provocando reacciones por parte del profesorado que no siempre son de resistencia, sino a veces de adecuación, como aquéllos que comienzan a utilizar a modo de guía principal para cursos de primer ciclo los libros que podrían estar bien vistos como guías introductorias, pero que ofrecen el riesgo de que se conviertan en el manual único para los alumnos.

La estructura de la presente obra parece responder a estas características. Así, como oferta de un manual de carácter introductorio puede interpretarse el importante espacio (págs. 145-228) dedicado a los Materiales. En él se incluye una Bibliografía comentada, un Glosario de términos técnicos (en latín o en castellano con un criterio no siempre fácil de percibir), donde de las Guerras se incluyen sólo las Guerras Púnicas, un "Listado prosopográfico", una Cronología básica y un último apartado con Mapas, cuadros y material gráfico, donde, como "Esquema de la organización social" se introduce una pirámide de los estamentos encabezada por el emperador. Al final, el índice de materias resulta ciertamente selectivo.

La primera parte puede definirse como un resumen de la Historia de Roma en 140 páginas de formato pequeño, al estilo de lo que el autor ya había publicado en esta misma editorial dentro de un manual más general. Aunque avanza que va a proponer "nuevas visiones", es indudable que ha debido de resultar muy difícil cumplir estas buenas intenciones, porque el esfuerzo de síntesis ha tenido que ser enorme y ya es una proeza decir tanto en tan pocas páginas. Considerar la realeza primitiva "meramente legendaria" no puede considerarse una novedad.
Por otro lado, resulta excesivo pretender que un autor prescinda de sus preferencias. De este modo, así como algunos temas aparecen apretados, con dificultades para asimilar los datos al ritmo propuesto, como es en general el caso de los capítulos sobre la República, o el tratamiento de la municipalización y la colonización, otros reciben un desarrollo más relajado, precisamente aquellos en que el autor se encuentra más cómodo, como son los detalles monetarios de la época de Diocleciano. Es justo, finalmente, pedir a los editores que se van a aprovechar de los nuevos niveles de la enseñanza que al menos no permitan que se introduzcan tantas erratas, sobre todo en la terminología latina, lengua que ya está siendo víctima de suficientes agresiones para recibir encima la de los profesionales de la palabra escrita.