Ensayo

La religión en la pintura

Ed. PAOLO D’ANGELO Y FÉLIX DUQUE

7 noviembre, 1999 01:00

Akal. 172 págs., 2.290 pesetas. Filosofía del arte. Joseph Von Schelling. Ed. de V. López. Tecnos. Madrid, 1999. 523 págs., 3.000 ptas.

En los últimos años se han publicado numerosas traducciones de autores alemanes sobre arte y filosofía que ampliaban considerablemente nues-
tro horizonte sobre ellos. Entre ellas la editada por Paolo D’Angelo y Félix Duque merece un lugar especial

En los últimos años se han publicado numerosas traducciones de autores alemanes sobre arte y filosofía que, además de remediar una carencia, ampliaban considerablemente nuestro horizonte sobre ellos. Así se puso de manifiesto que no ha habido uno sino varios romanticismos, que la filosofía del arte en realidad lo que perseguía era convertir en un arte el hacer filosofía. También permitió calibrar el alcance de la maliciosa frase de Friedrich Schlegel sobre estos intentos: en lo que llaman "Filosofía del arte" o falta el arte o falta la filosofía.
En esa recuperación han jugado un papel importante no sólo las monografías sino también las antologías, la mayor parte de ellas vertebradas con buen tino. Entre ellas la editada por Paolo D’Angelo y Félix Duque merece un lugar especial. Por su modélica Introducción que sitúa perfectamente los textos y es capaz de integrar el manejo de abundantes datos en una labor creativa de ensayo.También por la acertada selección de los mismos que responde plenamente al título y no incurre en repeticiones respecto a otras.

Así, el texto del mayor de los Schlegel, "Pinturas", nos sumerge de lleno en el espíritu del primer romanticismo, de las impresiones recibidas por el círculo de Jena en la iniciática visita a la Galería de Dresde y que recoge su órgano de expresión, la revista "Athenaeum". En el diálogo queda patente la impresión que les causó la contemplación de la "Madonna Sixtina" de Rafael.

En su comentario se pone de manifiesto algo que es una constante del libro y que le hace inapreciable: se trata de una narración de textos pictóricos en los que el espectador interactivo y el creador reflexivo se funde en una auténtica muestra de pensamiento en imágenes.

El último de ellos, el "Triunfo de la religión en las artes" de Overbeck es una buena muestra. Pero quizá lo más notable de la selección sean los textos reunidos en torno a la obra de Caspar Friedrich: el desmitificador, lleno de ironía, de Clemens Brentano, el devoto de Carus, impregnado de su espíritu, y el malhumorado del propio Friedrich, respondiendo a una crítica y dando pistas inapreciables sobre La cruz en la montaña.

Virginia López Dominguez ha realizado ya (junto con Jacinto Rivera de Rosales) excelentes ediciones de los pensadores románticos, entre ellas la del Sistema del idealismo trascendental de Schelling, que es preciso tener en cuenta para leer ésta de la Filosofía del arte. En su magnífica Introducción insiste (quizá por influencia de viejos fantasmas láricos) que Schelling no fue "un espíritu romántico", pero también añade, con toda razón, que la pintura paisajística romántica podría considerarse como una realización de la "Filosofía de la naturaleza" de Schelling. Al fin y al cabo la Naturaleza no es sino el Espíritu visible y el Espíritu la Naturaleza invisible.

El arte y la filosofía intentan cada uno a su manera mostrar la unidad de ambos y en ello el artista es el modelo del filósofo, en particular el poeta. Los paisajes románticos no muestran una Naturaleza estática e inanimada sino transida de un Espíritu en su odisea hacia la autoconciencia. Pero este gran hallazgo del joven Schelling va dejando paso a construcciones más abstractas que desembocan en la filosofía de la identidad. Y que constituyen el contexto de las elecciones sobre arte de las que proviene este libro.

La Filosofía del arte es "ciencia del todo en la forma o potencia del arte". El arte aparece así como un "efluvio del Absoluto" y la verdad y la belleza son dos modos de considerarle.

Ese todo, Absoluto, Espíritu, en busca siempre de un cuerpo, alcanzará su máxima expresión temática en Hegel, y le llevará a preguntarse al cascarrabias de Schopenhauer: "Espíritu, ¿pero quién es ese mozo?".
Esta Filosofía del arte de Schelling se inscribe plenamente en lo que denominamos como teorías esencialistas del arte. Se parte de una realidad escindida a la que subyace una unidad originaria, y el arte por medio de la imaginación trata de restaurarla. Desde esta perspectiva, y si se considera la posterior Teoría Estética de Adorno, Schelling es conservador ya que trata de superar la escisión en la reconciliación originaria.
A ello no es ajeno que en esta obra, efectivamente, hay mucha filosofía y poco arte, y el que hay es convencional. No obstante encontramos verdaderos hallazgos como la definición de la arquitectura como "música rígida percibida con la vista". Y seguimos percibiendo aquí la huella de su análisis juvenil de la tragedia como exposición del conflicto entre libertad y necesidad, de lo finito e infinito. También la referencia a la mitología, como poesía del mundo superior, allí donde lo Absoluto se encarna limitándose, en las ideas y los dioses.

Esta idea de límite (tan apreciada por el pensador Eugenio Trías) se revela especialmente fecunda: el arte no es sino la representación de lo bello en su limitación, es decir, en las cosas bellas particulares. Al fin y al cabo la finitud y la limitación son para Schelling la herencia de la cultura griega. Porque en esta obra se habla del "Gran Arte", de ese del que afirmó Hegel que era ya un "pasado" (no que había "muerto") al ser sustituido por la filosofía. Con ello, estaba también pensando en Schelling, su amigo de juventud. Pero Schelling sobrevivió a Hegel.