Ensayo

Ana Frank

Carol Ann Lee

14 noviembre, 1999 01:00

Traducción. M. Rubio. Plaza & Janés, 1999. 375 págs., 2.950 ptas.

Como ha dicho G. van der Stroom, Ana Frank es hoy una marca registrada en nuestro mercado cultural, aunque su testimonio no ha dejado en este tiempo de pertenecer al imaginario más atroz del siglo XX. Es más un fenómeno sociológico que literario. Niña mimada, de una fuerte personalidad, con una indiscutible sagacidad, escribió su famoso Diario para que podamos leerlo como el testigo inocente y el símbolo de aquel viaje al infierno que fue la barbarie nazi. Pero también para enseñarnos que, en aquella locura, encontraron un cauce apropiado los peores instintos que se escondían en los seres humanos de media Europa, desde el pacífico padre de familia que se hacía delator de judíos, hasta el más genuino criminal amparado en un uniforme de la Gestapo.

Carol Ann Lee ha escrito esta biografía pensando en que el nazismo estuvo también en los pequeños acontecimientos que cambiaron la vida dé personas normales. Para ello trata todo el horror de la persecución antisemita y los va relacionando con el periplo trágico que vivió la familia Frank: su vida burguesa en Francfort, su marcha a Amsterdam huyendo de la limpieza étnica, su ocultamiento durante dos años en el edificio anexo al negocio familiar, su detención en 1944 y su envío a los campos de concentración de Westerbook, Auschwitz y Bergen-Belsen donde al final murieron su madre, Ana Frank y su hermana. Francamente es una buena biografía divulgadora, pero con lagunas: el retrato de Ana Frank es excesivamente hagiográfico. "He pasado por cosas que poca gente de mi edad ha tenido que soportar [...] Estoy viviendo una gran aventura", esa aventura hizo de Ana una escritora indudable, postergada injustamente a los devaneos de nuestra adolescencia. Y esa aventura tornó la normalidad de su vida en un misterio: sólo resolviendo esos misterios podremos pensar en una biografía que se aproxime a definitiva.