Ensayo

La función de la crítica

Terry Eagleton

14 noviembre, 1999 01:00

Traducción de Fernando Inglés Bonilla. Ediciones Paidós. Barcelona, 1999. 143 páginas, 1,400 pesetas

El azar ha querido que este libro del crítico y profesor de Oxford Terry Eagleton apareciese en nuestras librerías junto a la reedición de Función de la poesía y función de la crítica (Tusquets Editores, Barcelona) de T. S. Ellot, colección de las ocho conferencias que el poeta anglonorteamericano impartió en una cátedra especial de Harvard durante el curso 1932-1933, y Jaime Gil de Biezma tradujo y prologó para el público español en 1955. Si bien es cierto que su traducción un tanto libre del título de Eliot -The Use of Poetry and the Use of Criticism- favorece la identificación temática de ambos ensayos, y que las respectivas referencias literarias de los dos autores son exclusivamente inglesas, en realidad nos encontramos ante dos posiciones intelectuales e ideológicas contrapuestas, no en vano Eagleton presenta a su maestro de Cambridge Raymond Williams como el crítico más importante de la posguerra en Gran Bretaña, y éste, con su "cultural materialism", se opuso sistemáticamente al formalismo elitista del propio Eliot y F. R. Leavis.

Terrry Eagleton comenzó su trayectoria pública como intelectual católico, en la línea de una izquierda que editaba en los años sesenta la revista 'Slant", y en 1976 publicó su primer gran libro, Criticism and Ideology: A Study in Marxist Líterary, donde, al tiempo que se identifica con teóricos como Althusser, Macherey y, sobre todo, Walter Benjamin al que dedicará un ensayo en 1981, reafirma su posición ecuánime en lo que se refiere al estatuto de la literatura como una expresión que, sin ser totalmente autónoma, tampoco resulta esclava de las ideologías dominantes. Eagleton participa del "materialismo cultural" de su maestro Williams, lo que, sobre todo en estos momentos de gran confusión posmoderna, le permite desarrollar un pensamiento teórico-crítico coherente, realista y pragmático, cuya mejor muestra es uno de sus libros más influyentes, Líterary Theory: An introduction de 1983. Postula allí el carácter convencional de la llamada "Iiterariedad", que resulta no tanto de valores estéticos inmanentes al texto cuanto del reconocimiento de su condición literaria por parte de la sociedad en cada momento concreto y en virtud de los criterios entonces dominantes. A este respecto, Eagleton le atribuye a su maestro Raymond Williams el gran acierto de identificar el "campo literario" con "el espacio constituido por la interacción de las relaciones sociales, las instituciones culturales y las formas de la subjetividad" (página 124).

El presente libro, pese a su reciente traducción, lleva ya quince años editado. Lo fue en 1984, antes de la muerte de Raymond WiIliams y de la caída del muro de Berlín. En mi opinión, ello le hace presentarse ante el público español un tanto descontextualizado, aparte de que, pese a lo genérico de su título, en realidad traza el desarrollo de la crítica en Gran Bretaña desde su nacimiento dieciochesco hasta el post-estructuralismo. Ciertamente es solo en su penúltimo capítulo cuando Eagleton se fija algo más en otros ámbitos, sobre todo en el de la influencia ejercida en los Estados Unidos por la "deconstrucción" de Jacques Derrida. Su tesis apunta hacia la absoluta pérdida de una función social concreta y efectiva por parte de la crítica. Haciendo uso del concepto de la "esfera pública" formulado por Jörgen Habermas, Eagleton sitúa el nacimiento de la crítica moderna en la primera mitad del Siglo XVIII, cuando "The Tatler" de Steele y "The Spectator" de Addison dieron cohesión a una nueva clase dirigente abiertamente crítica contra el absolutismo. Gracias a ellos Disraeli pudo definir en 1780 la intelectualidad del país como un conjunto de burgueses libres independientes entre los cuales existía una igualdad natural y política.

Se trataba de un grupo no especializado, que más que crítica literaria proyectaba su juicio sin mordaza sobre la cultura y la sociedad en su conjunto con elevado grado de incidencia sobre la opinión pública, si tenemos en cuenta que "The Spectator" tiraba tres mil ejemplares y el Reino Unido tenía una población total de cinco millones. Luego esta actividad, que Northrop Frye acabaría denominando "crítica pública", fue retrayéndose hasta terminar enclaustrada en los muros de la universidad y hoy, en opinión de Eagleton, o bien es un mero asunto académico, o forma parte de la división publicitaria de la industria literaria. Empezó luchando contra el Estado absolutista y parece haber concluido "con un puñado de individuos repasando los libros de los demás" (pág. 122), denuncia en la que Eagleton se adelantaba por unos años al Steiner de Presencias reales. La última conclusión de Eagleton es radical: al menos que la crítica "se defina como una lucha contra el Estado burgués, pudiera no tener el más mínimo futuro".