Ensayo

La religión y la nada

Keiji Nishitani

26 diciembre, 1999 01:00

Traducción de Raquel Bouso. Siruela. Madrid, 1999. 379 páginas, 3.500 pesetas

Nos encontramos con el pensamiento esencial oriental expuesto de manera sistemática, como un complemento de lo mejor del pensamiento occidental, como una fuente provechosa de conocimiento dirigida no sólo al correcto pensar sino al correcto ser

El gran Elémire Zolla afirmaba, en su introducción a su magna obra I mistici dell’Occidente, que más allá de su tradicional y perenne fama, las nuevas formas del misticismo estaban dando lugar en nuestros días a una nueva y viva filosofía. En la misma dirección, afirmaría más tarde que la Escuela de Kioto iba a acabar siendo, en su conjunto, la expresión filosófica más importante de nuestro siglo. Se completaría con ello el progresivo encuentro entre el pensamiento oriental y el occidental, evitándose tanto el dogmatismo como la imposición de uno sobre el otro. Estas afirmaciones tan contundentes nos sirven para apreciar el alto concepto que Zolla tenía de esa escuela japonesa de pensamiento y, en concreto, del más lúcido y hondo de sus representantes, Keiji Nishitani (1900-1990).

Ahora acaba de editarse en España, en la valiosa colección "El árbol del paraíso", una de las más importantes obras de este autor, La religión y la nada. Nishitani es, junto a Nishiba y Tanaba, el más notable representante de la escuela filosófica japonesa del siglo XX, la cual ha logrado abrir esos nuevos cauces de aproximación y de comprensión, a que antes me refería, entre el conocimiento esencial oriental y el occidental, y, como se contempla muy bien en la obra del propio Nishitani, sin la imposición de uno sobre el otro. Cauces en verdad nuevos en la medida en que pensamiento y religión son concebidos como fenómenos difícilmente separados, y, en consecuencia, alejados de las concepciones historicistas y neopositivistas que han tenido en la Europa de nuestro siglo.

Hoy se ha abierto una honda escisión entre ser y sociedad, entre sabiduría y existencia; a cerrar esas grietas vienen libros como el de Nishitani. El gran don del pensamiento de este filósofo radica en que supo entender lo más iluminador del pensamiento de Oriente y de Occidente; unas veces, a través del aprecio de otros autores (Nishiba, Tanaba, Kant, Bergson, Heidegger); otras, por medio de conceptos que no nos resultan desconocidos dentro de la tradición iniciada (vacío, nada), pero que él rescata de una manera muy fértil. Vacío y nada son conceptos en aperiencia similares pero que, a la luz del pensamiento del autor, tienden a adquirir un sentido nuevo. Hay ahora en ambos conceptos ese sentido de utilidad y de fertilidad que no cabe confundir con el nihilismo de cierta filosofía moderna y contemporánea nuestra, que precisamente el propio Nishitani vino a estudiar en profundidad a Europa.

En opinión de James Heisig, prologuista de esta edición, tres pueden ser los aspectos principales de esa nada que Nishitani ofrece y aporta a la filosofía mundial: una nueva forma de comprender la sabiduría oriental, una lógica nueva que relacione ideas aparentemente opuestas y un "compromiso con la filosofía como proceso de transformación". Valora también Heisig ese diálogo como una expresión de "fraternidad", para aquellos que buscan un camino mejor para una civilización cada día más egoísta, masificada y desprovista de valores.

También para el logro de lo que Nishitani llama un "ahora eterno" utiliza él ese otro concepto de vacío que se ve obligado a rastrear mucho más atrás -en el gnosticismo cristiano o en la mística occidental, por ejemplo- y a relacionarlo o identificarlo con el sentido que ese mismo concepto tiene en el budismo. No por ello dejará de hacer una crítica de los aspectos censurables de este último movimiento: cierto desapego del mundo, de la conciencia histórica y de la ciencia. Por tanto, más allá de los excesos o defectos de cada actitud filosófica, lo que Nishitani persigue en su libro es entramar conceptos tan universales como válidos, útiles por decirlo en una sola palabra. El camino que Nishitani sigue en su exposición es largo y sutil, y en él tienen una preponderancia especial los puntos de vista y la valoración del tiempo y de la sociedad por el budismo zen, pero esa vía arranca de una única pregunta, muy frecuente en nuestros días: "¿Qué es la religión?" Dicha pregunta, y las respuestas que el autor nos va dando, son extremadamente útiles para ir eliminando todos los significados huecos, dogmáticos, alienantes, que el fenómeno religioso ha tenido tanto en Oriente como en Occidente.

Un fenómeno que, a la luz del análisis de Nishitani, se sitúa más cerca de lo pleno y de "lo que salva", en el sentido que Hülderlin dio a esta última expresión. Nada más lejos, pues, del sentido de "irracionalismo" o "superstición" que el pensamiento fácil europeo tantas veces le ha dado a las respuestas a esa pregunta decisiva.
Aparece, por tanto, la religión en el libro de Keiji Nishitani como algo que tiene mucho que ver "con la vida misma", como una "necesidad", como "algo imprescindible" cuando todo falla o pierde su utilidad, como una respuesta a la muerte.

La religión y la nada es, junto a los planteamientos más ambiciosos de obras como las de Jung, Eliade, Campbell, Grof o el propio Zolla, uno de los testimonios más lúcidos y a contracorriente de nuestro tiempo, no sólo sobre el cabal y eterno pensar sino también sobre las soluciones prácticas para alcanzar dicho pensar. Una vez más, nos encontramos con el pensamiento esencial oriental expuesto de manera sistemática, como un complemento de lo mejor del pensamiento occidental, como una fuente provechosa de conocimiento dirigida no sólo al corecto pensar sino, lo que es más importante, al correcto ser.