Image: Después del fin del arte

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Ensayo

Después del fin del arte

Arthur C. Danto

2 enero, 2000 01:00

Según Danto, hoy faltan criterios estéticos, o bien porque cualquier cosa es una obra de arte o "cualquiera es un artista" (Beuys). En la imagen, un "El traje de fieltro", de Joseph Beuys

Traducción de Elena Neerman. Paidós. Barcelona, 1999. 252 páginas, 2.600 pesetas

Hegel triunfa con el arte pop. Esta es la provocadora tesis que resume el libro. Su título incorpora un tema ya tratado en La transfiguración de lo banal, de 1981. Y el subtítulo repite el de las Conferencias Mellon de Bellas Artes que impartió el autor en la primavera de 1995 en la galería Nacional de Arte de Washington, y de las que proviene, en parte, el contenido de este libro. Es una pena que, al final, la edición española no haya podido ofrecer en la portada (aunque lo advierte, y lo da en contraportada) el fotograma de Vértigo de Hitchcock (1958), modificado por David Reed en 1995, y que para Danto es el ejemplo de la práctica artística contemporánea. En ella ya no hay un arte puro, basado en los géneros tradicionales, sino que cada artista utiliza los más variados recursos para expresar lo que desea.

Tanto de cara al arte pasado como a la realidad presente el artista se encuentra con un inmenso almacén de materiales y no tiene mas que cortar y pegar, de modo que el paradigma del arte contemporáneo, nos dice Danto, es el collage. Estamos pues, ante un pretendido arte, complejo de intención (si es que la tiene) y mestizo de recursos (no artísticos) que, tras la inicial perplejidad, lleva a plantear la pregunta ¿Es esto arte?

El libro se inscribe en la discusión en torno al arte contemporáneo que se está produciendo en la última década. No afirma que no haya arte, pero sí que ha perdido su orientación y se han acabado los grandes relatos de legitimación. El arte no sabe cuál es su esencia, pero ha ganado en libertad. Cabría así definirlo como una pluralidad inconsciente. Danto, que tiene unas contribuciones muy notables al discurso narrativo de la historia, ve esta situación como consecuencia de la quiebra de dos narrativas, la de Vasari y la de Greenberg, la del Renacimiento y la modernidad. La historia del arte ha estado articulada, según él, en tres épocas: la era de la imitación en que predomina la verdad visual, la era de las ideologías, es decir, del dogmatismo de los manifiestos modernistas, y la era posthistórica, final de las anteriores, en la que estamos y en la que todo vale. Y esto sucede cuando faltan criterios estéticos, o bien porque cualquier cosa es una obra de arte o "cualquiera es un artista" (Beuys). Pero, lejos de ser esto algo negativo, es el momento en que, por fin, el arte tiene la posibilidad de plantearse cuál es su propia esencia.

No todos están capacitados para ello. De este prometedor trabajo Danto deja fuera a los que nos dedicamos a la Estética, porque estamos anticuados y no hemos pasado de la modernidad. La tesis que ha desarrollado en este y otros libros es que Hegel ya pronosticó el giro del arte a la filosofía, pero la modernidad estética lo torció en ese giro de la filosofía al arte, en esas vanguardias hartas de hermenéutica y de "neos". Ahora, y lo habrían puesto de manifiesto los posmodernos, hay una disociación entre arte moderno y contemporáneo, de modo que, según Danto, lo moderno como estilo va, aproximadamente, de 1880 a 1960, llegando a su final con el arte pop. Por eso, los llamados "Museos de Arte Moderno" tienen hoy, entre otros cometidos, el comprar arte contemporáneo que no es moderno, y viceversa.

Ya hace tiempo que en el debate en torno al arte se propuso sustituir la pregunta "¿ Qué es el arte?" por la de "¿A qué llamanos arte?", y también de revisar la pretendida separación entre creación y reflexión. De este modo se sortearían algunos de los problemas de los esencialismos y se ampliaría el arco de la consulta. Sin embargo, Danto deja también fuera de ese juego esencial a los artistas, porque la pregunta por la esencia del arte no es una pregunta artística. Lo que no deja de ser sangrante pues ya antes, pero especialmente en la primera mitad del siglo XX, se le ha pedido al arte que se haga cargo de las hipotecas del pensamiento, que nos ayude a comprender un nuevo mundo que se había vuelto opaco a la teoría. Pero, qué se le va a hacer, ahora se afirma que el arte está desnortado y la filosofía sabe lo que se trae entre conceptos. Es la hora de Hegel y de los filósofos, de la filosofía del arte. Es cierto, y a Danto no se oculta, que el esencialismo tiene hoy mala prensa, desde los posmodernos a los estudios de género, con un nuevo feminismo poco dispuesto a aceptar una identidad que les lleve a padecer el fundamentalismo.

Pero Danto ha encontrado la panacea en la fórmula hegeliana: es esencialista e historicista a la vez. Por una parte, defiende una esencia en el arte y, por otra, lo declara abierto en sus manifestaciones. Si recuerdan, es la vieja tesis hegeliana de que la verdad no es histórica sino que es histórico el acercamiento a la verdad. Pueden completarla con la teoría del punto de vista que afirma la existencia de una verdad única y una pluralidad de puntos de vista. Siempre queda la duda sobre desde qué punto de vista plural se puede afirmar una verdad única. Pero esos son problemas de sensibilidad, de los estéticos.Vayamos, pues, a la esencia. En todo el libro de Danto sólo he conseguido encontrar una definición esencial, de épocas pasadas : "Ser una obra de arte significa ser a) acerca de algo y b) encarnar su sentido". No está muy convencido de ella. Yo, todavía no he salido de mi asombro. Ciertamente no es poco pues, según dicen, es el comienzo de la filosofía.