Memoria de doce escritores (1956-1982)
Rafael de Penagos
2 enero, 2000 01:00Seres y tiempos, almas y vidas sorprendidos en un matiz de su psicología, en el tramo final de sus obras y de su literatura que hacen de este libro un libro de homenajes: Julio Camba, a quien considera su maestro; González Ruano recordado al año de su muerte; un Azorín visto como un viajero descubridor de los paisajes de España y dueño de una nueva sensibilidad literaria; el entusiasmo y la vitalidad de Alberti, un muchacho que entonces tenía 50 años; la fe en el hombre de León Felipe y el dolor de su exilio que le había espiritualizado aún más... Certero y ajustado es el homenaje que le tributa a Juan Ramón por esa combinación de psiclogía y crítica literaria. Un Juan Ramón del año 55 obsesionado por la muerte, neurótico, trágico y desesperado, a quien se despoja (por su hondura humana) de esa imagen de poeta de la torre de marfil, presentándolo como el poeta de la esencia del hombre. Y qué decir del de Pío Baroja retratado el mismo día en que murió y a quien limpia de esa bilis hispana de "la aspereza y el gesto bronco" y nos los muestra con esa elegancia desafeitada del solidario natural e individualista, acogedor, cortés e incorruptible.
Alejados del lugar común, sencillos, claros y limpios como navíos a los que se hubiera limpiado el fondo, estos artículos, vistos desde hoy, son un ejercicio de la nostalgia; la nostalgia de unos amigos que ya no están. Ese es su principal valor. Y también, cómo no, la mano con que están escritos. Penagos no refiere hechos transcendentes ni anécdotas mayúsculas. Prefiere el detalle, la elocuencia a la grandilocuencia, la mirada íntima a la mirada pública, el toque de lirismo frente a la épica de las grandes interpretaciones, sin dejar por ello de acudir a algún rasgo nuevo, a algún carácter o alguna dimensión antes no conocidos y poco valorados. Su objetivo es modesto, sorprender a estos autores en ese momento en que vida y literatura son la misma cosa: una vocación, un acto de fe.