Viaje a Palestina
Luis Reyes Blanc
23 enero, 2000 01:00En pocas ocasiones aparece el yo, la anécdota o la peripecia del autor. Cuando lo hace a veces es para recomendar una pizzería o un hospedaje, lo que contribuye a darle al texto ese aspecto de guía. El viaje aquí es metáfora. Como todo libro es viaje, viaje es el acercamiento, como quiera que se haga, a un lugar. Reyes sabe tanto de Jerusalén que nos cuenta lo que realmente interesa. Gracias a que conoció Israel en los años 60, ha podido analizar la evolución de este pueblo con perspectiva y poso. Nos retrata con eficacia y amenidad a los protagonistas de la historia reciente de Israel, como a Isaac Rabin y Yaser Arafat, y a otros hombres decisivos que han contribuido a asentar o a dinamitar el proceso de paz: Motta Gur, Moshe Dayan, el doctor Goldstein (el terrorista que asesinó a cuarenta palestinos en Hebrón), Menahem Begin (premio Nobel de la Paz con cientos de esqueletos en el armario), Netanyahu...
Cuando aparece ese yo del autor, la lectura se beneficia de breves momentos de acción y emoción ante el peligro, de reflexiones llenas de humor, y de testimonios excepcionales. Hay sentencias de Reyes crudas pero formuladas con gusto por el chiste: "...si Güring desenfundaba la pistola cuando oía la palabra cultura, en Palestina cuando se oye la palabra arqueología se saca toda la artillería". Como ejemplo de la tensión ambiental de una ciudad repartida entre etnias e iglesias, Reyes habla de las tres Nochebuenas diferentes y acuña la frase "flipar por sobredosis de misas del Gallo". Pero el lector no está para risas. Jerusalén es un "misil a punto de hacer explosión". Es un animal muerto de cuyos miembros tiran las fauces de demasiadas bestias. El recorrido por la Ciudad Vieja explica cómo toda la ilustrada preservación de monumentos "encubre y se basa en una operación de limpieza étnica". Descubrir con detalle que el pueblo víctima del racismo y de un genocidio, es racista y genocida, no le llena a uno de optimismo.
El viaje empieza realmente cuando Reyes deja atrás la Ciudad Santa. Nos hace memoria de los kibbutz, esas granjas comunistas creadas por judíos izquierdistas procedentes de Europa Oriental, decisivas en la colonización sionista que dio lugar al Estado del Israel. Nos relata el hallazgo y las vicisitudes de los "rollos del Mar Muerto". Nos describe el "espíritu de Masada", la fortaleza en la que se suicidaron los judíos zelotes asediados por la X Legión romana: el espíritu que alienta "la opción del gobierno de Israel de utilizar armas atómicas y provocar un holocausto nuclear en Oriente Medio si alguna vez se vieran vencidos por los ejércitos árabes en una guerra convencional". Desmoralizante este viaje por una Gaza anegada en detritos, un Hebrón subterráneo de palestinos hacinados, los guetos de Tel Aviv... Penoso que un quince por ciento de la población se plantee abandonar el país, convencida de la imposibilidad de progresar en paz, harta del integrismo y la ultraortodoxia.