Ensayo

Las raíces del romanticismo

Isaiah Berlin

30 enero, 2000 01:00

Edición de Henry Hardy y traducción de Silvina Marí. Taurus. Madrid, 2000. 226 páginas, 2.400 pesetas

Para Isaiah Berlin la influencia del Romanticismo a partir de 1820 im-pone un conjunto nuevo de valores: la sinceridad, la autenticidad y la tolerancia. Sin embargo, la tragedia que conlleva deja como herederos espurios al fas-cismo y al nacionalismo

Al comenzar la década de 1960 Isaiah Berlin (1909-1997) estaba en el cenit de su carrera académica. En Oxford era toda una institución y sus conferencias eran seguidas con devoción. Las solemnes cenas (High Table) de los Colleges más rancios o más de moda se abarrotaban en cuanto se conocía su asistencia. Su sabiduría, su ingenio, su aguda conversación se adueñaba de la mesa o de cualquier otro espacio en el que se pudiera oír su conversación. Recién casado con una inglesa de mucho dinero, su matrimonio disipó cierta caspa intelectual tan típica en algunos de sus solterones colegas de Oxford. Mientras tanto sus frecuentes viajes a excelentes universidades norteamericanas como Harvard o Columbia le permitieron estar en contacto con lo mejor de la renovación del pensamiento político de los 60, marxistas incluidos.

En 1965, cuando fue invitado a pronunciar las conferencias A. W. Mellon que han dado lugar, una vez transcritas y anotadas, a este volumen, Berlin tenía 55 años. Su mezcla de cultura judía, rusa e inglesa iluminó con fuerza a un público diverso y apretado en las seis lecciones dictadas en la National Gallery of Art de Washington, entre marzo y abril. En ese mismo año, agosto y septiembre, la BBC emitió las conferencias. En 1967, 1975 y 1989 volvieron a retransmitirse. Junto a la fama universal de que gozaba Berlin, el interés de estas ponencias radica en que por primera vez se ponía de manifiesto, en el territorio escogido por el pensador nacido en Riga -esa mezcla poco ortodoxa de filosofía y de historia-, la importancia de la irrupción en Occidente del Romanticismo. Como ha señalado M. Ignatieff en su biografía de Berlin (Taurus, 1999), en las conferencias Mellon se presenta el Romanticismo como una nueva forma de pensar en la que ya no se asume que las respuestas a las grandes preguntas que todo ser humano se hace deban tener una respuesta verdadera que a su vez ha de ser consistente con el conjunto de todas las respuestas verdaderas. Berlin plantea que el conflicto de valores, la contradicción de los mismos, puede darse.

En el primer capítulo, primera conferencia Mellon, Berlin sitúa el comienzo del Romanticismo en el ambiente intelectual de la Alemania de 1760 y 1770. Herder y Kant serían así los fundadores del Romanticismo. Herder pone de manifiesto la importancia de la capacidad humana del lenguaje, del habla y subraya que todo ser humano pertenece a un grupo. Por último, Herder destaca que los verdaderos ideales pueden estar o entrar, en un momento dado, en contradicción. El discurso de la Nación, la pertenencia a un grupo -anticosmopolitismo- y la cohabitación con la contradicción se oponen así a los ideales de la Ilustración del XVIII. Ya no es posible encontrar respuestas válidas y objetivas a las grandes preguntas de los hombres. Como señala Berlin, la sólida philosophia perennis, trabajosamente construida desde los griegos, queda rota.

Kant personificó el orden y la moderación. Los habitantes de Künigsberg podían poner, al inicio de su paseo diario, sus relojes en hora, tal era la regularidad de sus costumbres y, como no podía ser de otro modo, detestaba el Romanticismo. Por otro lado, siempre creyó, como los ilustrados del XVIII, en la primacía de la voluntad. Sin embargo, la idea de la libertad humana estaba tan enraizada en Kant como para llevarle a afirmar que el hombre es hombre en cuanto elige y puede ejercer su capacidad para elegir. En el rechazo del determinismo, sobre todo del determinismo mecanicista, incompatible con la idea de libertad y por tanto de moralidad, en el rechazo de los deterministas del XVIII como Spinoza o Holbach, en lo que tiene de énfasis en la capacidad de autonomía del ser humano, de voluntad, de libertad, es donde Berlin contempla a Kant como padre del Romanticismo.

Tras Herder y Kant el Romanticismo pasa a Inglaterra, se extiende por Europa y cambia la concepción de la política moderna. Si ya no hay una sola respuesta a las grandes preguntas, y si los valores pueden estar en contradicción, el conflicto se hace inevitable y la lucha estalla excepto cuando surge una moralidad distinta. Para Berlin la influencia del Romanticismo a partir de 1820 impone un conjunto nuevo de valores: la sinceridad, la autenticidad y la tolerancia. Sin embargo, pese a que la cultura europea descubre la tolerancia con el Romanticismo, la tragedia que conlleva deja como herederos espurios al fascismo y al nacionalismo.