Ensayo

El nacimiento del mundo moderno

Paul Johnson

13 febrero, 2000 01:00

Traducción de Aníbal Leal. Javier Vergara. Barcelona, 2000. 1087 páginas, 3.600 pesetas

Si los libros de Johnson demuestran una agudeza de análisis no siempre presente en los especialistas, esta obra constituye uno de sus aportes más sazonados al proporcionar claves para comprender una realidad cuyas consecuencias vivimos en nuestros días.

En el año 1815 Napoleón era definitivamente derrotado en Waterloo. Este acontecimiento, sin duda dotado de una relevancia especial, fue contemplado por buena parte de la sociedad de su época como una señal de que el mundo pasado volvería a transcurrir por su cauce. La realidad empero iba a resultar muy distinta ya que en la siguiente década y media, el orbe iba a experimentar vuelcos sin precedentes sentándose de esa manera las bases de la Era contemporánea.

A pesar de las decisiones pro-absolutistas del Congreso de Viena, la potencia que salió más fortalecida de las guerras contra Napoleón fue Gran Bretaña, la única de carácter parlamentario. Su fuerza, sin embargo, no derivaba exclusivamente del factor militar -en 1815 perdió definitivamente la guerra que había entablado contra Estados Unidos tres años atrás- sino, fundamentalmente, de una combinación de libertad, trabajo y talento que la iban a colocar a la cabeza del mundo marcando la pauta que debían seguir las demás naciones. Lo que se denominó "el libre comercio de la capacidad" -un principio bien ajeno al del absolutismo- generó en Gran Bretaña un desarrollo científico sin precedentes (Shelley, Faraday, Davy, Dalton, Lyell o Babbage serían tan solo algunos de los ejemplos) unido a una efusión de corrientes artísticas tan diversas como aquellas de las que brotaron Lord Byron o Constable y a una revolución de las comunicaciones que iba a revolucionar la economía de todo el orbe.
El éxito británico -íntimamente ligado a su monarquía constitucional- iba a arrastrar en pos de si a todo el mundo. No sólo Europa occidental, con Francia a la cabeza, sino también la autocrática Rusia o las lejanas China y Japón intentarían seguir corrientes modernizadoras que, al fin y a la postre, las acercaran a Gran Bretaña. La misma España podría haberse beneficiado también de esa corriente en una época en la que Madrid era "un lugar inmenso con más de doscientos mil habitantes, famoso por su calle de Alcalá, la más ancha de Europa". Se trataba, como señala Paul Johnson de "una de las ciudades más limpias de la Tierra".

Si, finalmente, España no pudo aprovechar esa situación se debió a una conjunción de factores fatales.

El primero fue la influencia de la revolución de Estados Unidos en Hispanoamérica y de la francesa en Europa que se tradujo en la sublevación de las colonias iberoamericanas y en la guerra de la independencia.

Como señala muy acertadamente Johnson, los insurgentes americanos no eran populares -Simón Bolívar, desde luego, distaba mucho de creer en la voluntad popular (página 659)- pero la invasión francesa de 1808-1814 a la vez que arruinaba a la nación la impedía comportarse adecuadamente.

Para colmo de males, España tuvo que enfrentarse a la reacción conservadora -y no precisamente en el mejor sentido del término- que significó el carlismo. Perdió así unos años que fueron decisivos no sólo económica y técnicamente sino también política y socialmente.

De hecho, durante la tercera década del siglo XIX fue naciendo una conciencia clara de intervención por razones humanitarias en distintos puntos del globo para impedir desde la trata de esclavos llevada a cabo por el islam a la opresión de minorías étnicas y, sobre todo, se fueron sentando las bases para los sistemas democráticos, algo que, como muy bien señala Paul Johnson, ni siquiera era contemplado por la Constitución original de los Estados Unidos.

Aunque la trayectoria profesional de Johnson ha estado vinculada de manera muy estrecha al periodismo -fue durante seis años jefe de redacción del The New Stateman- lo cierto es que algunos de sus trabajos de carácter histórico -Historia de los judíos, Historia del cristianismo, etc-no sólo no desmerecen de las obras de profesionales sino que han demostrado una especial agudeza de análisis no siempre presente en los especialistas como fue el caso de Intelectuales, uno de los estudios más brillantes sobre la verdadera faz de aquellos que viven de hacer que la sociedad crea en su superioridad ética.

El nacimiento del mundo moderno constituye, sin duda, uno de sus aportes más sazonados al proporcionar claves para comprender una realidad cuyas consecuencias vivimos todavía en nuestros días.