Image: El eros electrónico

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Ensayo

El eros electrónico

Román Gubern

5 marzo, 2000 01:00

Taurus. Madrid, 2000. 225 páginas, 2.700 pesetas

Gubern lleva a cabo una devastadora crítica del complejo universo audiovisual. Para el autor, conformado el televisor como intermediador entre la mirada humana y la sociedad, su poder se extiende de manera sutil a través de la manipulación de las emociones.

Curtido en mil batallas culturales y educativas, Román Gubern es un profundo conocedor de la historia del cine y, en general, de ese magma rico y diverso que en términos académicos se denomina comunicación audiovisual. Desde su Historia del cine publicada hace treinta años hasta su penúltimo libro Proyector de luna. La Generación del 27 aparecido hace unos meses, Gubern ha consolidado una capacidad de disección de la cultura española que se aprecia, sobre todo, en su habilidad para identificar e iluminar los puntos ciegos de nuestro imaginario colectivo.

En esta entrega cuyo título y portada están marcados por un oportunismo comercial -abuso del erotismo- que precisamente constituye una de las denuncias planteadas por Gubern en estas páginas, se lleva a cabo una devastadora crítica del complejo universo audiovisual. El punto de arranque de lo que el autor denomina "ocio electrónico" se sitúa en 1959 con la aparición de las emisoras de frecuencia modulada y la posibilidad de comprar discos y tocadiscos a bajo precio. Después llegarían la alta fidelidad, la estereofonía, las radios de los automóviles y los walkman. Por otro lado, en la España de los años sesenta, las viejas salas de baile con orquesta se van transformando en discotecas, un nuevo espacio urbano que se convierte en pieza esencial para la propagación de las subculturas del rock, del pop y para el ensayo de nuevos efectos audiovisuales.

La hipertrofia televisiva propicia la aparición de los videoclips, un curioso epifenómeno audiovisual que, como señala Gubern, se apropia con desparpajo de las enseñanzas del cine de vanguardia, ruso sobre todo, y utiliza sus recursos persuasivos con un descaro que ignora y desprecia las reglas sintácticas y gramaticales del cine de las vanguardias. Sin embargo, para un segmento de la juventud, el más consumista, el videoclip fascina, seduce e hipnotiza hasta el punto de sólo llegar a saciar la ansiedad con la compra del producto deseado. Aquí Gubern establece un atrevido, aunque en mi opinión acertado, paralelismo entre los compradores compulsivos de videoclips y los consumidores de la parafernalia porno. (La pornografía es la aplicación recreativa más utilizada en internet). A modo de ilustración de la eficacia expansiva del porno audiovisual, Gubern señala dos de sus modalidades más recientes y perversas. La primera es la referida al porno destinado al consumo de mujeres. La libido femenina parece requerir un "argumento" más complejo y una urdimbre psicológica más elaborada, tal como podemos ver en el film Romance de Catherine Breillat. La segunda va más allá de la pornografía genital para instalarse en el sadomasoquismo. Se trata del cine "snuff", cuyo momento cumbre radica en el instante en el que se filma la muerte, a ser posible auténtica, de la protagonista del film. Del cine "snuff" la ilustración clásica es la película del cineasta británico Michael Powell El fotógrafo del pánico (Peeping Tom).

Para Gubern, conformado el televisor como intermediador por excelencia entre la mirada humana y la sociedad, su poder se extiende de manera sutil a través de la manipulación de las emociones. Los anuncios publicitarios y las telenovelas constituyen ejemplos evidentes. Los mensajes eróticos, por más que medidos y regulados, de los anuncios proyectados en la pantalla del televisor constituyen con sus microhistorias y su habilidad para excitar los deseos de la audiencia, una muestra del intento de transformar al ciudadano en consumidor. Telenovelas y periodismo del corazón devoran telespectadores en la medida en que su capacidad para hacer vivir, de modo vicario, pasiones en el televidente se extiende y profundiza.

Este panorama de abuso televisivo se agrava en tanto que la industria audiovisual se concentra en manos norteamericanas. Gubern señala la fusión, en 1989, de Time con Warner más la incorporación de CNN en 1996. Así las cosas, la dependencia planetaria del norte audiovisual con sus efectos económicos, industriales y culturales sobre países como España inquieta al autor en el sentido de hacer necesaria una nueva estructuración de todo el ecosistema cultural. Dicha reestructuración debería conducir a una sociedad del conocimiento dotada de una capacidad de reflexión capaz de reaccionar ante las añagazas de una opulencia comunicacional que con su contaminación de géneros y sus trucos contribuye a un desorden cultural en el que la digitalización del sexo, del deseo o del trabajo acaba por aislar al ciudadano en el universo digital.

Roman Gubern (Barcelona, 1934) ha ocupado, entre otros cargos, el de profesor de Historia del Cine en la University of Southern California y en el California Institute of Technology (Pasadena) además del de director del Instituto Cervantes en Roma. En la actualidad es catedrático de Comunicación Audiovisual en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, de la que ha sido decano. Dentro de su abundante obra destacan Historia del cine (1969), El lenguaje de los comics (1972), El cine español en el exilio (1976), El simio informatizado (1987), Benito Perojo: pionerismo y supervivencia (1994) o Viaje de ida (1997).