Image: Teoría del canon y literatura ...

Image: Teoría del canon y literatura ...

Ensayo

Teoría del canon y literatura ...

José María Pozuelo Yvancos y Rosa María Aradra Sánchez

29 marzo, 2000 02:00

Cátedra. Madrid, 2000. 303 páginas, 1.600 pesetas

Faltaba, a seis años vista ya del polémico libro de Harold Bloom, un estudio que plantease el asunto del canon desde una perspectiva española. Contamos, al fin, con él gracias al esfuerzo conjunto de José María Pozuelo Yvancos y Rosa María Aradra Sánchez

Sin la virulencia que el debate del canon ha adquirido por otros lares, este tema, característico de la posmodernidad, no ha dejado de ser considerado ya entre nosotros, tanto en el plano estrictamente teórico como en el circunscrito al caso de la Literatura española. De lo primero da fe, sobre todo, una compilación preparada por Enric Sullá (Arco Libros, Madrid, 1998) en donde se ilustran algunas de las teorías más significativas a este respecto, y en cuanto a los estudios sobre la canonización de nuestras letras son varias las aportaciones de interés, entre ellas las de José Carlos Mainer y Leonardo Romero Tobar. Faltaba, sin embargo, a seis años vista ya del polémico libro de Harold Bloom, en seguida traducido al español y tan poco afortunado en lo que a nuestra literatura se refiere, un estudio que plantease todos estos asuntos desde una perspectiva española. Contamos, al fin, con él gracias al esfuerzo conjunto de José María Pozuelo Yvancos, que ya había adelantado un avance de sus ideas en un "documento de trabajo" valenciano de 1995, y Rosa María Aradra Sánchez, encargada de abordar la dimensión histórica del problema.

El concepto de literatura se compadece mal con el individualismo de los textos, de los autores o, incluso, de las llamadas literaturas nacionales consideradas como compartimentos estancos. T. S. Eliot, en uno de sus memorables ensayos de los años veinte, contradecía los excesos románticos al afirmar que la originalidad de cada escritor brillaba tanto más cuanto mejor se le encuadraba en una tradición, en un sistema literario en el que todo son simultaneidades. Para el autor de The Waste Land, la literatura era una realidad sin fronteras, ni espaciales ni temporales. Todos los autores de todas las épocas y de todas las lenguas eran contemporáneos entre sí y de sus lectores. El conjunto de la literatura de Europa desde Homero, y dentro de ella el conjunto de la literatura de cada país tienen una existencia, y componen un orden simultáneos, de lo que se deduce que ningún poeta encuentra su completa significación en sí mismo, sino que ésta se revela "for contrast and comparison, among the dead".

T. S. Eliot sería denunciado hoy, en los medios académicos de su país natal, como eurocentrista y defensor de una inaceptable idea esencialista de la literatura. Sin aplicar a su concepto de lo literario el término bíblico de canon, Eliot propugna implícitamente, sin embargo, la existencia de un repertorio consagrado de textos que mantienen diálogo entre ellos, de modo que no solo los más antiguos influyen en la creación de los que les siguieron, sino que también estos últimos son capaces de alterar nuestra consideración de los anteriores. Pero el poeta de Saint Louis no cuestiona la configuración del canon, cuyos criterios han sido desautorizados desde las Universidades norteamericanas como puros instrumentos de un descarado colonialismo cultural. A la certidumbre incuestionable de que algunas obras representaban las cimas de la cultura universal, sucedió el triunfo de un relativismo absoluto, contra el que se rebelaron algunas voces intelectualmente poderosas, entre ellas la del citado Harold Bloom, precedidas por punzantes diatribas contra los excesos del multiculturalismo convertido en ideología excluyente como la debida a la pluma de un periodista australiano, Robert Hughes, quien en su libro de 1993 La cultura de la queja (Trifulcas norteamericanas) relaciona este proceso con la "corrección política", preocupante síntoma de una nueva dictadura de la sociedad civil.

Uno de los aciertos de Pozuelo Yvancos nace, precisamente, de contextualizar el concepto de canon en la tradición teórica europea representada por S. J. Schmidt, J. Lambert, I. Lotman y Pierre Bourdieu, quienes, como Itamar Even-Zohar desde la Universidad de Tel-Aviv, han desarrollado la concepción pragmática de la literatura como un sistema complejo en el que la producción de los textos no es sino el comienzo de un proceso en el que la mediación y la recepción de los mismos dan paso a su canonización como piezas significativas de una cultura. Con estos avales, la posición de Pozuelo es razonablemente equidistante entre un esencialismo idealista ya inaceptable y un relativismo que, en definitiva, no lleva a la sustitución de un canon por otro, sino a su disolución definitiva, que es tanto como decir la muerte de la literatura. Y como ejemplo de los mecanismos precisos para la existencia de un canon, las bien informadas y ordenadas páginas de Rosa María Aradra Sánchez nos ilustran acerca de cómo la Literatura española se constituye como tal gracias a las antologías, historias literarias y tratados de Poética y Retórica que se utilizan en la enseñanza desde el siglo XVIII. El sistema educativo se convierte así en un elemento decisivo para la consolidación del sistema literario en todo lo que a la canonización se refiere, de lo que da buena muestra la reforma educativa de Pidal en 1845 y la influencia de Antonio Gil de Zárate, autor de un influyente Resumen histórico de la Literatura Española. Otros factores intervinieron en este proceso, pero resulta evidente la influencia que tuvo esta "institucionalización docente [que] no prestó apenas atención al posible cierre (o, incluso, cerrazón) de las jóvenes mentes españolas". Por cierto: nuestro inconcluso debate sobre las Humanidades que podría derivarse del desconocimiento de nuestro canon literario. Y ello no porque se cuestione en sí misma su configuración, sino por mera incuria o dejadez curricular.