Image: Sin rumbo cierto

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Ensayo

Sin rumbo cierto

Juan Luis Panero

19 abril, 2000 02:00

Memorias conversadas con Fernando Valls. Premio Comillas. Tusquets. 229 páginas, 2.200 pesetas

Rostro y máscara, la biografía de Juan Luis Panero es la de una leyenda y una tragedia de familia brumosa, de alcoholes y de mujeres con la que se ha construido su retrato

Para un hombre de acción como Juan Luis Panero, la biografía lo es todo: laberinto sentimental y juego de espejos, realidad vivida y realidad soñada, verdad y mito. Leyendo ahora su vida, incluso en sus aspectos más teatrales, uno recuerda aquel verso de Unamuno que bien pudo haber firmado Borges: "Hacerme uno entre tantos como he sido". Una y plural, rostro y máscara, la biografía de Panero es la de la leyenda y la de la tragedia, una leyenda y una tragedia de familia brumosa, de errancias por medio mundo, de alcoholes y de mujeres con la que se ha construido su retrato.

Por eso al publicarse ahora este Sin rumbo cierto, las memorias que ha preparado junto a ese excelente investigador que es Fernando Valls, el personaje de Juan Luis Panero entra en la galería de los fantasmas de nuestra época. Un libro realizado a partir de las conversaciones mantenidas entre ellos a partir de 1997 y que sin duda será la comidilla en los círculos literarios de nuestro país en las próximas semanas.

Escrito con extrema sencillez, el estilo a veces coloquial, de rápido apunte, da cauce al homenaje y al mínimo ajuste de cuentas con el pasado (véanse el trato a Luis Rosales o la frialdad para con Gil de Biedma), y sobre todo a una reconstrucción de episodios biográficos que ya estaban presentes en los volúmenes de su poesía o en el tomo de sus colaboraciones periodísticas aparecido bajo el título de Los mitos y las máscaras. Su infancia de interno en el Escorial o de libertad en casa de su abuela; el alejamiento de su familia y su enfrentamiento con su padre; el clima asfixiante de la España franquista; sus vagabundeos por Europa y América y su posterior vuelta a España están presentados como la construcción de un personaje moral que, ante la terquedad de unas circunstancias históricas y personales, no tiene más remedio que crearse un destino. Un destino, una vida donde el goce fugitivo anuncia el tedio que se quiere evitar, donde la acción es un ardiz contra la anunciada derrota, donde la insatisfacción es otro más de los deseos. Un destino o una vida de romántico que no deja de teatralizar su romanticismo. Algunos insistirán en que se trata de unas memorias excesivamente exteriores, donde los sucesos biográficos quedan reducidos a la vanidad de exhibir nombres ilustres. Pero más bien lo que esto significa es, como ocurre en su poesía, un recurso moral: la búsqueda de la distancia ante la grisura de la vida, el reducir la vida a los minutos en que se tocó su manifestación más alta, ya sean éstos una nómina de escritores, las mujeres con las que se ha relacionado o su amor por las distintas ciudades.

Porque lo que también vendrían a indicar estas memorias es su manera de habitar poéticamente el mundo a través del arte, esto es, su forma de hacerse poeta a pesar de las circunstancias adversas. Un rasgo, como otros, muy cernudiano, pero que explica en cierta manera cuál es el objetivo último del libro: volver a mostrar al lector el poema de su vida.

Aparentemente monótono en sus temas, a los que vuelve obsesivamente una y otra vez, a Panero le gusta trabajar como a Morandi, construyendo sucesivas variaciones, perfeccionando y enriqueciendo una misma atmósfera. Por eso tal vez tengamos que ver estas memorias como el comentario y el complemento a su poesía, circunstancia que apoyaría el que se inserten en el relato biográfico numerosos poemas. Y el hecho de esa recurrencia al arte y a la historia también nos debe dar pie a contemplar su obra no como un tour de force con la poesía novísima de su promoción, sino como otra forma de mirar el diálogo entre cultura y vida que aquéllos proponían. Quiero decir con esto que el llamado "culturalismo vivido" (un marbete lanzado como estrategia de antólogos) siempre me ha parecido que se daría desde los libros inaugurales de esa tendencia (Arde el mar o Dibujo de la muerte), y en el caso de Panero desde una tradición cernudiana y cavafiana que los "novísimos" también sentirían como propia.

Sin sorpresas, por tanto, añadiendo un puñado de datos a los ya sabidos, lo que este libro tiene sobre todo de destacado es el carácter recopilatorio de las anécdotas y los momentos memorables y el encontrarse de nuevo (y de forma emocionante) con la creación de ese personaje de Panero que "ama la verdad del poeta bajo nombres ya idos" como quería Cernuda. Tiempo ya ido, reencuentro con sus muertos ilustres, con los rostros borrados del recuerdo, con la realidad atroz de la enfermedad. Pero sin perder el elegante cinismo marca de la casa, el escepticismo y una forma de aprendizaje moral, que prueba esa "poética de la sinceridad ficticia que ha desarrollado en su poesía"