Image: Historia de los espectáculos...

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Ensayo

Historia de los espectáculos...

Varios autores

26 abril, 2000 02:00

Coordinado por Andrés Amorós y José María Díez Borque. Castalia. Madrid, 1999. 575 páginas, 5.600 pesetas

El mérito de este libro estriba en haber sabido conjugar la exigencia de cada uno de sus distintos temas con el del estado de la cuestión que cada especialista trata. Lo que permite acercarse al texto como a un todo unitario o limitarse a la parte que nos interesa

El espectáculo, visto a lo largo de su historia, y la historia de ese espectáculo, en la variedad que en sí es, constituyen el objeto de esta monografía, tan completa como enjundiosa, en la que el lector se asoma a una serie de muy distintas formas que un competente equipo de estudiosos analiza y presenta con clara voluntad explicativa, conocimiento máximo de todas las materias tratadas y un exacto concepto de la siempre difícil síntesis y del no menos implacable rigor. El mérito de este libro estriba precisamente en eso: en haber sabido conjugar la exigencia de cada uno de sus distintos temas con el del estado de la cuestión que cada especialista trata. Lo que permite acercarse al texto como a un todo unitario o limitarse sólo a aquella de sus partes que, en un determinado momento, despiertan o atraen nuestro interés.

La introducción de Andrés Amorós y Díez Borque explica bien la naturaleza y accidentes de este territorio, cuyo recorrido es tan amplio como diversas sus manifestaciones y honda su antigöedad. Articulado, más que dividido, en siete bloques (espectáculos teatrales; de la fiesta; de baile y danza; de la música; de la voz y la palabra; de riesgo, competición y habilidad; y Cinematográficos y electrónicos) no hay parcela de la representación que no se trate y son muchas las referencias cruzadas que, inevitablemente, aparecen aquí. El lector lo agradece, como agradece la exhaustiva información que cada uno de los capítulos aporta y la selecta bibliografía que, salvo en el de Carlos Alvar y en el de González Cuenca, que va al pie de página, suelen ir al final.

El resultado no puede ser mejor: un profundo itinerario por el teatro medieval en el que "los templos constituyeron el espacio privilegiado de la actividad dramática" y en el que, como advirtió Warning, el drama religioso es, también y a la vez, drama ritual. Ana María álvarez Pellitero explica la riqueza de sus realizaciones, que preludian las del Siglo de Oro, aclara las fuentes latinas de las mismas y la lucha por la autonomía del actor frente al esquema rígido del rito. Ruano de Haza insiste en los antecedentes del espectáculo teatral del Siglo XVI; sigue a Hermenegildo en su idea de que "todo el teatro renacentista" tiende "a la formación o al descubrimiento del espectador en el sentido moderno del término"; indica las relaciones con los tratados de arquitectura de la Antigöedad, que tan útiles son para entender la escenografía y los géneros; afirma que Lope de Rueda crea un público nuevo, y explica cómo y por qué "lo teatral se convierte en el auténtico espíritu del Barroco". Pasa revista a la comedia de corral, al auto sacramental y a la fiesta palaciega; alude a sus tramoyas y decorados en perspectiva; los enmarca en su tiempo; especifica los detalles de su cronología; y concluye con una ajustada exposición del teatro de títeres. álvarez Barrientos hace lo propio con el teatro del XVIII, que hereda las convenciones literarias y la organización administrativa del siglo anterior, pero que las transforma con una serie de importantes medidas, impulsadas por el Conde de Aranda, que repercuten tanto en la puesta en escena de las obras como en un progresivo alejamiento de la poesía dramática, a lo que contribuye también la producción teórica (Luzán y Díez González). Ermanno Caldera se ocupa del dominio clasicista, la espectacularidad romántica y el realismo del Siglo XIX; subraya el cambio introducido en la declamación por el actor Isidoro Maiquez; y recala en la importancia, no suficientemente reconocida, de Tamayo y Baus y de Dicenta. Jesús Rubio expone los cambios operados en el espectáculo del XX, y Amorós dedica unas iluminadoras páginas a definir el teatro popular.

Emilio Casares traza un mapa de la zarzuela, la tonadilla, el teatro bufo, el género chico y la ópera, con un cuidado análisis de la variada terminología que acompaña y ,a veces, define a las obras; estudia su tipología y sus modelos; y ve su correlación con el proceso seguido por el gusto. Carlos Alvar aporta una brillante interpretación de la fiesta en la Edad Media; Díez Borque lo hace de la del Siglo de Oro y del Barroco con una documentadísima visión de "la fiesta sacramental"; Joaquín Díaz ve la antropología que subyace, y Amando de Miguel aporta una aproximación a los ritos sociales contemporáneos.

Los espectáculos de baile y danza son descritos por Mª José Ruiz Mayordomo, Beatriz Martínez del Fresno y Nuria Menéndez, que siguen sus avatares y dan cuenta de su distinta evolución. Ruiz Tarazora se ocupa del concierto; y "Rodri" lo hace del jazz, la revista hablada, el Circo Price, el pop y el rock, hasta llegar a nuestros días. Los juglares centran la atención de Eukene Lacarra, que los estudia a la luz de la legislación que les atañe, la condición social que los define y la educación que los informa. La "poesía en la calle" y sus distintas manifestaciones (carmina figurata, emblemas, empresas, jeroglíficos, pasquines y Academias) son tratadas por Díez Borque; de los juegos florales y la poesía recitada se ocupa Díez de Revenga; de la Oratoria sagrada y política, María Cruz Seoane; del torneo y sus variantes, González Cuenca; de la tauromaquia, Andrés Amorós; del circo, Ramón Pernas; y de los deportes, Julián García Candau. El libro se cierra con las colaboraciones de Agustín Sánchez Vidal, sobre el cine, y de Román Gubern, sobre el espectáculo electrónico y la cultura audiovisual postmoderna. El resultado es un volumen de consulta imprescindible que abre múltiples apetitos y que sacia nuestra omnímoda curiosidad. Más no puede pedirse.