Image: De Fray Luis a Luis Rosales

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Ensayo

De Fray Luis a Luis Rosales

Eduardo García de Enterría

7 junio, 2000 02:00

Eduardo García de Enterría. Foto: Toni Salva

Debats. Institució Alfons El Magnánim. Diputació de Valencia, 1999. 126 páginas, 1.000 pesetas.

Los escritos literarios de Eduardo García de Enterría tienen la virtud de su exacta prosa y el mérito de su hondo e interdisciplinar saber

Muchos son los escritores que tienen un código lingüístico o literario como norma. Y, de hecho, eso -y no otra cosa- fue la literatura en la Antigüedad: una ordenación formal que articulaba una serie de representaciones jurídicas, políticas y religiosas, que objetivaba sistemas de valores y que proponía modelos de conducta a seguir. La épica tematizaba la normalidad y normatividad de la cultura, y la tragedia, las posibles disfuncionalidades de la misma, en un espectáculo que proporcionaba no sólo placer sino consciencia, relato y cohesión. La literatura clásica demuestra que sólo hay tragedia allí donde hay conflicto, y que éste se produce allí donde hay ausencia de diálogo: es decir, allí donde hay laguna verbal. El Derecho y la Filología tienen en común el texto y la hermenéutica. Se comprenderá, pues, que un jurista como Enterría navegue por la literatura pertrechado de un método crítico que lo es también de configuración lingöística y mental.

De Fray Luis a Luis Rosales no es sólo una selección de estudios literarios sino también una muestra de sus operaciones de lectura, hechas con un criterio de absoluta independencia y desde un punto de vista que acerca la inteligente comprensión del texto al horizonte de expectativa del lector. Fray Luis de León es contemplado aquí en el "ensamblaje de esas palabras comunes", en que reside su secreto, y en ese "¡Oh, cara patria!" que rompe "la convención básica" de "Profecía del Tajo" y que nos conmueve por lo inesperado de su aparición, al tiempo que su proceso inquisitorial resulta iluminado por observaciones finísimas sobre los "en poco scientes y en mucho arrogantes" que forman las filas de la acusación -entre ellos, su colega León de Castro- que le tiene puestas -dice Fray Luis- "las tachas de ser mi enemigo y ser tonto". La lectura "romántica" del más famoso soneto de Quevedo -que equivocó a Bousoño- deja paso a la lectura retórica que hoy se hace de él. Enterría reconoce el peso científico de ésta, pero lamenta que nuestro corazón pierda así "uno de sus mitos recurrentes".

Valle-Inclán le parece exactamente lo que es: "el dios del teatro hispano", y describe minuciosamente la prodigiosa máquina lingöística que siempre fue: "la selección mágica de los vocablos; la articulación musical de la frase; el espolvoreo cuidadoso de galleguismos, americanismos, términos jurídicos, artísticos, de oficios, populismos [...]; la capacidad expresiva que resalta el concepto y la circunstancia como un plinto y lo burila como el punzón de un grabador; la vivacidad y la riqueza del diálogo y su adecuación prodigiosa a los incontables personajes que pueblan la escena". En fin, todo eso que hace de Valle la "mejor política lingöística" y el más atrevido, lúcido e interesante "proyecto cultural". Ortega, visto en sus años alemanes y a la luz que proyecta su juvenil epistolario, es definido aquí como "el gran reformador de la España contemporánea", en su irrepetible mezcla de "lucidez total", "dominio completo del lenguaje" y rara y "extraña inteligencia". Madariaga es analizado en su españolismo y europeidad a la vez: en su "juego mental" y en su "patriotismo trágico", en sus ensayos y en su poesía, e identificado como "uno de los más altos espíritus que ha habitado y amado hasta la desmesura más honda esta trágica tierra nuestra". Y Rosales es descrito en su "radical singularidad" humana y poética: en las innovaciones de La casa encendida y en la serie de ensayos en que interpreta, con una mirada nueva, la lírica renacentista y el desengaño de la edad barroca.

Por último, y bajo el genérico epígrafe de "Otros ensayos", recoge notas sobre Stendhal, Julia Kristeva y Burguess; un interesante estudio sobre el léxico de la Revolución Francesa; dos atinadas críticas a una obra teatral de Attali y a otra, de Carrière, las dos sobre Carlos V, y un emocionado recuerdo de la persona y la obra de Manuel Halcón. Eso, y esta definición de poesía: "la poesía -dice y tiene razón- es el aislamiento y la tensión extrema de uno o de muy pocos elementos de la realidad, aunque con la pretensión de iluminar a toda ésta". Los escritos literarios de Eduardo García de Enterría tienen la virtud de su exacta prosa y el mérito de su hondo e interdisciplinar saber.