Image: Proceso a la Inquisición española

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Ensayo

Proceso a la Inquisición española

Jean Dumont

7 junio, 2000 02:00

Ni cabe enorgullecerse de lo deleznable, ni cabe rechazar lo que late destrá de esta obra: que la historiade la Inquisoición necesita una revisión politicamente incorrecta. Pero serena y respetuosa con los demás

Ediciones Encuentro. Madrid, 2000. 276 páginas, 2.500 pesetas

Historiador atípico, Jean Dumont recupera la tesis ya clásica de Américo Castro: la Inquisición fue la respuesta a un hecho social y político cierto, que fue el ascenso político y social de algunos conversos que intentaron mediatizar el poder de los reyes de Castilla

En Ediciones Encuentro hay una colección que ha nacido con el propósito de dar audiencia a los "otros". Cuando digo "los otros" me refiero a los que rompen el canon establecido y lo políticamente correcto, sea un miembro del GRAPO que revisa los orígenes de la guerra civil o un hispanista francés que asegura que la Inquisición contribuyó decisivamente a lo más positivo, creativo y respetuoso con lo humano que hay en la cultura europea. Lo primero que puede llamar la atención del lector es enterarse de que existe este tipo de libros. Pero no es cosa de extrañar: primero, porque, en nuestro mundo hiperpolifacético hay gente para todo y, segundo, porque no sabe acaso hasta qué punto los editores que gozan de mayor reconocimiento lo gozan, precisamente, porque aciertan a publicar lo que no se aparta del canon ni siquiera cuando aparenta ser anticanónico.

Editar libros como los que digo es, por el contrario, incómodo y peligroso; el editor corre el peligro de que se le atribuyan todas las etiquetas de esos autores anticanónicos a los que deja hablar (y, así podría haber quien los acusara de amparar terroristas, lavar la cara a la Inquisición y un sinfín de lindezas). Y nada más ajeno a la verdad. Porque de lo que se trata es de hacer más sitio a la verdad: partir de la base de que lo cierto puede aparecer en cualquier momento y en la pluma de cualquier persona. Y dejar que la gente hable, escriba y pueda ser leída por otros. Así hay que entender la edición de este libro, que es atrabiliario primero y sorprendente al final. Estoy profundamente en desacuerdo con él, principalmente con su estilo, pero me alegro de que exista.

Jean Dumont es un historiador atípico. Rompe el molde del hispanismo francés de varias maneras y resulta sumamente incorrecto políticamente. En primer lugar, es intensamente filoespañol. En segundo lugar, lo es de la España del Siglo de Oro (con sus antecedentes y consecuentes). En tercer lugar, es tremendamente polémico. No escribe los libros con un estilo sereno y distante, sino que se enfrenta de forma abierta a quienes, a su juicio, se equivocan, incluidos sus compatriotas de hoy mismo y todos los humanos habidos y por haber. Esto marca sus libros y, para algunos lectores (incluido el que esto escribe), resulta a veces estridente, aparte de que es, en ocasiones, injusto. (Lo es, en concreto, en este libro sobre la Inquisición, especialmente cuando habla de Henry Kamen, a quien llega a tildar de "marxizante", enorme disparate.) Pero, si el lector que tenga esta misma sensibilidad sabe esperar, dejar que Dumont desarrolle todo su pensamiento y quedarse con lo sustancial, puede llegar a sorprenderse gratamente. No hace muchas semanas hablábamos aquí del último libro de Nethanyahu (a quien Dumont ignora) sobre la Inquisición. Pues bien, aquí tenemos el anverso. Dumont recupera la tesis ya clásica de Américo Castro: la Inquisición fue la respuesta a un hecho social y político cierto, que fue el ascenso político y social de algunos conversos que en realidad intentaron mediatizar el poder de los reyes de Castilla amparándose en una falsa conversión al catolicismo. Segundo, los métodos de la Inquisición fueron brutales... en mucha menor medida de lo que lo fueron los diversos tribunales y movimientos religiosos de Inglaterra, Francia o Alemania en la misma época. En estos y otros países, los muertos se contaron por decenas de millares, en tanto que las cifras de los penitenciados por la Inquisición han sido abusiva y frívolamente hinchadas, muchos más allá de los que realmente hubo. La Inquisición, en fin, convivió con el Siglo de Oro, la época más fecunda de la cultura española, de manera que permitió ese renacimiento cultural formidable. Pero es que, además, no pocas de las obras mejores de ese Siglo de Oro fueron escritas justamente por inquisidores, de manera que la Inquisición hay que saludarla como una realidad positiva, incluso admirable, en la que es cierto que se dieron algunos abusos.

¿Que esto se hizo sobre la base de una actitud racista, concretamente antisemita? Enorme disparate. Al revés -sigue Dumont-, la cultura española del Siglo de Oro fue obra del mayor mestizaje que haya podido darse entre judíos (conversos) y cristianos viejos. Muchas -es cierto- de las grandes personalidades de ese Siglo de Oro fueron conversas o descendientes de conversos. Hasta la gastronomía española, basada en el aceite y no en la grasa animal, es un triunfo del judaísmo. Y, al fin y al cabo, los principales males (los estatutos de limpieza de sangre, el propio tribunal de la Inquisición) fueron propuestos por conversos y tuvieron raíces judías. ¿Fue así? Creo realmente que lo que dice Dumont es cierto. Y lo es asimismo que varias de las cosas que acabo de indicar no suelen formar parte de nuestra imagen del Santo Oficio. Pero el Santo Oficio fue odioso y el hecho -certísimo sin duda- de que la persecución religiosa fuera mucho más cruenta en la Inglaterra, la Francia o la Alemania de los siglos en que existió la Inquisición española no pasa de ser un mal de muchos, que es necesario conocer de una vez, pero que es consuelo de tontos. Las dos cosas: ni cabe enorgullecerse de lo deleznable, ni cabe rechazar lo que late detrás de esta obra: que la historia de la Inquisición necesita una revisión políticamente incorrecta. Pero serena y respetuosa con los demás.