Image: Colón a los ojos de Beatriz

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Ensayo

Colón a los ojos de Beatriz

Pedro Piqueras

14 junio, 2000 02:00

Pedro Piqueras

Martínez Roca. Barcelona, 2000. 222 páginas, 2.200 pesetas

En esta novela histórica convenientemente documentada resulta interesante el ejercicio narrativo de Piqueras y encomiable el enorme esfuerzo que deja adivinar

En estos tiempos del mediático escritor que nos invitan a creer que cualquiera que salga en la tele o en las revistas del corazón tiene algo interesante que contar en una novela, libros como éste son la excepción que confirma la regla. Pedro Piqueras, bien conocido por el gran público, es un albaceteño de 45 años con muchos años de periodismo en su haber. Lo habitual en un profesional de su experiencia habría sido responder a la llamada de la ficción con un libro acerca de asuntos relacionados con su oficio o con otro, escueto y fácil, sobre asuntos al alcance de cualquiera. Ninguno de los anteriores es el caso de Pedro Piqueras y su Colón a los ojos de Beatriz, como el lector suspicaz habrá podido deducir del título.

Piqueras ha respondido a esa llamada complicándose mucho la existencia, que es lo que siempre debe hacer un escritor, por cierto. Para empezar, ha urdido una novela histórica, para lo cual se ha documentado convenientemente - alguna pista al respecto aporta ese agradecimiento bibliográfico de la página 12-; ha tomado como eje de su ficción a uno de los personajes más tratados y más discutidos del imaginario español: Cristóbal Colón. Y, por último, ha recreado el estilo que un cronista de fines del siglo XV hubiera adoptado. No son molestias que se tome alguien que sólo pretende escribir una amable novelita de circunstancias.

¿Qué consigue el autor después de tal esfuerzo? Sin ninguna duda, una documentada visión de la España de la época: la Inquisición, la expulsión de los judíos, la conquista de Granada, la expedición hacia las Indias… No hay gran episodio histórico de esos años cruciales que no encuentre su eco en estas páginas. La historia, sin embargo, pretende servir sólo de decorado a la ficción, que se concentra mucho más en sus dos personajes principales: Colón, claro, y su amante durante muchos años, Beatriz Enríquez de Harana. Es ella quien narra su vida antes de morir, quien evoca la figura del accidental descubridor.

Y aquí es donde la novela empieza a hacer aguas. Si Piqueras es hábil al dosificar la información histórica, en lo que podría equivaler a un añejo reportaje periodístico, su talento se escolla a la hora de trazar personajes que huyan del lugar común y que el lector pueda identificar con seres de carne y hueso. A todos los actores de la novela afecta este mal, pero se acusa mucho más en Beatriz Enríquez, quien, además de protagonista, es la narradora de la historia. No sólo porque la imitación del estilo de la época apenas se apunta, también porque el inverosímil discurso del yo presenta graves deficiencias técnicas: ¿Cómo puede esa mujer saber casi tanto como un narrador omnisciente? ¿Cómo hace para narrarnos su propia muerte? En suma, topamos con lo fundamental en una novela: la voz narrativa. Una novela es una voz. O, sobre todo, eso. Y corresponde al novelista saber quién, qué, cuándo, dónde, por qué narra esa voz. Y transmitirlo.En definitiva, resulta interesante el ejercicio narrativo de Pedro Piqueras y encomiable el enorme esfuerzo que deja adivinar.