Ensayo

La letra futura y la Eva futura

Lucía Etxebarría

14 junio, 2000 02:00

Destino. Barcelona, 2000. 162 y 244 páginas. 2.700 pesetas

Se han reunido en este volumen dos ensayos con título y portada propia, de modo que cuando se quiere pasar de uno a otro hay que girar el libro 180º. Si empezamos por La letra futura encontraremos once reflexiones, sin apenas articulación, en torno al universo de la escritura. Lucía Etxebarría comienza con un texto autobiográfico en el que se declara lectora prematura y enferma de los nervios. Tras hacer ver al lector que está un poco loca y que cualquier disparate le debe ser tolerado, deja entender que escribir es para ella terapéutico y narra cómo empezó a escribir y se dio cuenta de que ser joven, guapa, tetona y cínica ayudaba a vender. A continuación compone un diccionario en el que da estopa a diestro y siniestro. Siguiendo el índice alfabético se van encontrando perlitas: "... la sección de cultura de "El Mundo" inclinará su balanza a favor de las obras literarias escritas por los colaboradores del diario en el que trabajan." Con EL CULTURAL es un poco más piadosa aunque es tachado de "vetusto y excesivamente conservador". Continúa Etxebarría, con opiniones devastadoras sobre la crítica literaria, señala que "una lleva doscientos mil libros vendidos", se desorienta en mil opiniones literarias, relaciona la escritura con el masoquismo y escribe en torno a Borges y el plagio.

En La Eva futura, Etxebarría entra en el terreno de la sociología como un elefante en una cacharrería. En el primer apartado se refiere a lo que significa ser mujer hoy día, define el feminismo como lo "que se opone al sexismo" y emprende la defensa de la bisexualidad. En su búsqueda de argumentos para defender la ambigöedad sexual cita a Estrella de Diego como socióloga sin caer en la cuenta de que la magnífica profesora de Historia del Arte de la Universidad Complutense se dedica a mil cosas pero no a la sociología. El segundo capítulo ofrece una visión del cuerpo femenino marcado por un decidido consejo a fin de evitar la liposucción y los implantes de silicona. Tras una breve referencia a las drogas, cuenta al lector, sin venir a cuento, que dejó de ser virgen a los trece años y que conservó, como Monica Lewinsky (el traje azul) la falda escocesa sobre la que se derramó el primer chico al que masturbó.

Escribe Etxebarría que ha recibido un "substancioso adelanto" por estas páginas. Será cierto, pero también lo es que se lee este libro como se ve "Gran Hermano", con una mezcla de repugnancia y de ávida curiosidad malsana.