Calos V, 1500-1559. Una biografía
Alfred Kohler
12 julio, 2000 02:00El emperador Carlos V, por Gusi Bejer
Aunque la efeméride esté en el fondo del mismo, el Carlos V de Kohler no es libro oportunista ni de circunstancias, hay en él mucho y buen conocimiento de la historia de Europa del siglo XVI
Aunque la efeméride esté en el fondo del mismo, el Carlos V de Kohler no es libro oportunista ni de circunstancias, hay en él mucho y buen conocimiento de la historia de Europa del siglo XVI, aunque no quepa dejar de reconocer que sus aportaciones a la figura, la política y la época de Carlos V no son primordiales. Y es, sin embargo, un libro de especial interés para lectores españoles. Interés que deriva, sobre todo aunque no sólo, de lo que cabría llamar orteguianamente su "perspectiva", su punto de vista germánico, que es, más que una consecuencia mecánica o lógica de la circunstancia del autor, resultado de un deliberado enfoque.
Kohler subraya el alineamiento de los estudios sobre Carlos V en dos grandes bloques o tendencias, una meridional que acentúa el interés sobre la dimensión hispano-italiana de la política imperial y en la que se cuentan casi todos los grandes estudiosos de Carlos V durante el último medio siglo, sean españoles, franceses, italianos o hasta británicos. La otra tendencia, la centroeuropea, sugiere Kohler que ha tenido menor predicamento y, en cierto modo, su libro trata de subsanarlo. La distancia entre una y otra vendría señalada, entre otras cuestiones como el análisis del problema luterano como una crisis nacional alemana, por la aceptación de la llamada "hispanización" de Carlos V como elemento clave de su biografía y su acción política.
Como se sabe, la tesis de la transformación del monarca borgoñón y emperador alemán en exponente de una determinada manera española de ver el mundo y querer regirlo, la desarrolló Ramón Menéndez Pidal en uno de sus más conocidos ensayos, La idea imperial de Carlos V, como impugnación de la tesis de Brandi. Que no fue una obra nacida al calor de la controversia lo pone de relieve no sólo su meticulosa elaboración y reelaboración, sino la misma reiteración de sus reimpresiones y la inclusión de lo sustancial del mismo como introducción al tomo correspondiente al Emperador en la Historia de España que lleva su nombre y publicó Fernández álvarez en 1966. Menéndez Pidal sostenía que la perspectiva europea de Carlos V estuvo determinada por el "peso" de "lo español", y que por su proyecto político entroncó con los designios de sus abuelos españoles, puestos de manifiesto en sus testamentos.
En suma, una interpretación, nada trivial ni caprichosa, de Carlos V en clave nacional. Pues bien, lo que Kohler apunta es lo insostenible de esas interpretaciones nacionales del emperador, y no sólo la española, y lo hace combatiendo la alegada hispanización, que si no sale del todo desmentida, sí queda razonablemente matizada y cuestionada.
Pero, además, insiste Kohler en lo equívoco de, por reacción, sumarse a las alegrías europeístas con las que el culture business está jaleando el centenario, aunque la cosa parezca remontarse a la celebración del de la muerte del Emperador, en 1958. Todo un epígrafe redacta para advertir de los riesgos y carencias de fundamento de las "actualizaciones políticas e ideológicas", haciendo adelantado de la Europa unida a quien atendió antes que nada a intereses dinásticos, lo que no podía por menos que implicar rivalidades y tensiones, y a una concepción imperial cristiana de raíz medieval que ya en su época fue un anacronismo. Que eso de los anacronismos ideológicos es cosa sutil y multiforme lo muestra cómo encocora a Kohler que las acuñaciones de ecus conmemorativas lleven grabado al Carlos V de Möhlberg, símbolo, dice, de "la victoria imperial española sobre los protestantes".