Image: Apuntes 1973-1984

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Ensayo

Apuntes 1973-1984

Elias Canetti

27 septiembre, 2000 02:00

Traducción de Genoveva Dieterich.Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona. 2000. 153 páginas, 2.100 pesetas.

El Canetti de estos Apuntes reflexiona sobre la vejez y sobre la muerte intentando sacar una moral para su autoinmolación. También construye aquí la cartografía de sus intimidades

No es extraño que en Canetti prendiera la simiente del pensamiento breve, de la máxima, de la anotación o del aforismo. Heredero de la gran cultura alemana, supo apreciar en Lichtenberg, en Hülderlin, en Novalis o en Kafka ese modo de decir indirecto, imaginativo y paradójico, que constituye una de las tradiciones más vigorosas de las letras germanas, incluso desde sus inicios con Jacob Bühme o Angelus Silesius.

Hechos de ráfaga y de lucidez, a veces amojamados por lo críptico, sus pensamientos nacieron hacia 1942 como una forma de descanso ante el titánico esfuerzo que le suponía la escritura de Masa y poder, y a lo largo de las cinco décadas siguientes fueron adquiriendo en su obra un carácter central. Hombre errante de sí mismo, el cultivo de ese tipo de literatura simbolizó como ninguno, además, la tragedia que tuvo que vivir como escritor, como escritor superviviente de aquella parábola visionaria sobre la autodestrucción que fue su novela Auto de Fe, escrita con apenas treinta años y cuya influencia obsesiva le duró siempre.

Notas aforísticas, breves relatos, ensayos mínimos, comentarios, en fin, a su propia obra, a su formación y preferencias literarias, a sus asuntos vitales o metafísicos es lo que encontramos en sus cuadernos, en estos Apuntes, y no es necesario remarcar que lo que se nos da siempre es lo inquietante de su temperamento, el temperamento del que ha logrado sobrevivir al delirio de lo contemporáneo y reflexiona sobre ello. En sus aforismos podemos echar en falta la locura satírica y humorística de Lichtenberg, los pensamientos demoníacos de de Kafka o de Nietzche, pero siempre nos emocionará los argumentos que esgrime para defenderse como ser humano ante los embates del destino, del destino físico y del destino social. Canetti no es de los que apunta su odio con un puñal para que no se le olvide, no tiene nada de esas gitanadas entrelargas de los enfurecidos por el siglo, lo suyo son locuras serias de sabio sefardí.

Esto mismo nos viene a plantear en esta última recopilación de los apuntes escritos entre 1973 y 1984, y que, a pesar de formar un todo unitario con los publicados anteriormente, suponen sin duda el volumen menos rotundo de los aparecidos hasta la fecha. En un escritor tan poco alado como Canetti (sus alas son de avestruz espiritual), el pensamiento superficial resalta aquí de manera poco afortunada, sin la tensión del minero tarado del alma que le ha sido tan característica. Quizá se deba a que este libro póstumo, rescatado de los inéditos que dejó a su muerte, abarca el mismo período que El corazón secreto del reloj, o que su estilo se vuelve con más frecuencia que antes esencialmente seco, visitado apenas por los escorzos relampagueantes de la poesía, del ingenio. El asomo de cierta retórica endurece estas palabras como el sol al barro.

Y sin embargo en estos tiempos en los que tres ocurrencias y una mentira hacen a un escritor, los pensamientos de Canetti, su aventura espiritual, nos siguen emocionando, tal vez porque comprendió, desde el demonio que le roía por dentro, que más bello que ser un ángel, es ser un hombre sobre la tierra sin dejarse ensuciar por sus cloacas y por su fango. El Canetti de estos Apuntes, el Canetti último, reflexiona por eso sobre la vejez y sobre la muerte intentando sacar una moral para su autoinmolación. "La extraña idea de Ha. -nos dirá- de que se puede luchar contra todo menos contra la muerte. Como si hubiera otra cosa contra la que tuviéramos que luchar". Es su reto último, el encontrar una fascinación en la vejez y el encontrar un acomodo para el hecho de la muerte que se adivina en cada uno de sus pensamientos: "Ya no estás obsesionado con la masa [...] Estás más obsesionado que nunca con la muerte".

Todos los desarraigados de las civilizaciones enfermas son hombres desollados con los nervios al aire, como le ocurrió a Canetti. Complejo y apasionado, como todo buen paradojista, como la sombra transparente que siempre fue, con ese tono de solitario hosco y sin embargo humilde, Canetti construye en esta obra la cartografía de sus intimidades y de sus opiniones con un sello autobiográfico más marcado que en anteriores volúmenes. La autobiografía es aquí un ardid para hacer un balance de su vida, para atravesar con ella los debates intelectuales y sentimentales que ha llevado a cabo, para sacar su propia ética de hombre acorralado por las fiambres del siglo. No son pocas por ello las relaciones de estos Apuntes con sus obras más significativas. Pero a la vez nos retratan muy oportunamente al Canetti más ácidamente independiente, desde su judaísmo hasta la opinión cáustica sobre muchos escritores, ese repudiar los idolillos más cotizados en el mercado de los idólatras. De Sartre dirá que nunca lo ha podido soportar, que es "un producto espantoso de la formación francesa" aquejado de verborrea conceptual. Desprecia a Borges. De Freud dice que "prefiere apoyarse en nada a apoyarse en él". Para Karl Kraus tampoco ahorra invectivas. Como afirma en uno de sus apuntes aforísticos "él no pide transigencia sino agudeza visual".

Poeta del confín, como le llamó Claudio Magris, testigo de un tiempo de miseria, como todo tiempo, parece que se hubiera atenido siempre a aquel aforismo del Novalis más lúcido: "Nos incumbe aquí abajo una misión; tenemos como vocación civilizar la tierra".

ELIAS CANETTI

Galardonado con el premio Nobel en 1981, Elias Canetti (1905-1994) nació en Rustschuk (Bulgaria). De origen sefardí, en 1911 se instaló con su familia en Inglaterra y en 1913, tras la muerte de su padre, en Viena. Autor de obras esenciales como Auto de fe, Masa y poder, La lengua absuelta, La antorcha al oído y El juego de los ojos, también escribió tres obras de teatro: La boda, La comedia de la vanidad y Los emplazados. Sus apuntes de diario, escritos durante la Segunda Guerra Mundial, se editaron en 1965 y fueron ampliados en 1972 bajo el título La provincia del hombre, obra publicada en España en 1982.