Image: Los ojos del murciélago

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Ensayo

Los ojos del murciélago

VÍctor Gómez Pin

1 noviembre, 2000 01:00

Gómez Pin se ha ido internando en algunos de los ámbitos más relevantes de nuestra cultura: el diálogo con las ciencias humanas, y en particular con el psicoanálisis; y sobre todo, en sus últimos libros, el di&aac

Seix Barral. Barcelona, 2000. 390 páginas, 2.100 pesetas

El libro de Gómez Pin es un estupendo panfleto, en el mejor sentido, en el que se pide el rearme moral de la filosofía y los filósofos y el rearme material de la sociedad a partir de esa materia de inteligencia y pasión que somos y a la que la filosofía da cauce y curso

Hoy más que nunca se hace preciso enmendar la plana a nuestros clásicos. El primun vivere, deinde philosophare, debe ser comprendido de manera muy particular. Quizás en el mundo que se nos empieza a dibujar, el de un nuevo siglo y milenio lleno de amenazas y de esperanzas, vivir y pensar, existir y manejar la inteligencia en forma filosófica pueden concebirse como operaciones indisociables. Volver a Platón, al gran Platón de la República, más allá de las obtusas simplificaciones que en torno a esta carta magna de la filosofía de siempre se produjeron en el pasado siglo (siglo XX), constituye una necesidad y una exigencia que se halla a muy diferente escala de quienes quieren acceder a él a través del fácil atajo de la auto-ayuda. Volver a Platón consiste en tomarse en serio el viaje iniciático que nos propone en su obra, en la que de pronto nos confronta con el máximo logro creativo de toda la historia de la filosofía: su extraordinaria incursión en la alegoría de la caverna.

Esa alegoría es evocada al comienzo y al final de este excelente ensayo de Gómez Pin, quien siempre, pero sobre todo en sus primeras obras, había visitado la aventura platónica y sus corolarios aristotélicos. Suyas son obras que constituyen parte del canon de la filosofía española que hoy celebra uno de sus momentos más creativos: su incursión en las vicisitudes de su ciudad ideal y su aproximación a los conceptos de orden y sustancia en su tesis doctoral sobre Aristóteles. Esas sólidas bases constituyen los pilares de una aventura de pensamiento de verdadera entidad en la cual, siempre a partir de ese arraigo en los grandes clásicos griegos, Gómez Pin se ha ido internando en algunos de los ámbitos más relevantes de nuestra cultura: el diálogo con las ciencias humanas, y en particular con el psicoanálisis; y sobre todo, en sus últimos libros, el diálogo con lo más señalado de la ciencia físico-matemática.

Pero siempre se ha efectuado la incursión a partir de una convicción platónica y aristotélica sobre el valor incondicionado de un pensamiento en el que su carácter filosófico es garantía de libertad. Sólo la filosofía puede hacernos libres en un mundo que tanto ahora como hace más de dos milenios sufre el acoso de una cultura en la que la legítima exigencia de lucidez a que todo humano puede aspirar parece contrarrestada por el apremio y el horror de una vida sumida y sumergida en las miserias de aquella caverna que Platón tan genialmente caracterizó.

Hoy esa poquedad de espíritu se manifiesta en los modos característicos de nuestra edad y condición, en la que los hallazgos tecnológicos (de nuestra era de la información) son adoptados no como medios sino como fines y principios; en donde la estulticia generalizada impera en el reino de la cultura, y en donde ese derecho a la inteligencia que la filosofía garantiza parece, una y otra vez, desmentido y atropellado.

Los ojos del murciélago (Vidas en la caverna global) es, en el mejor sentido del término, un estupendo panfleto en el que se pide el rearme moral de la filosofía y los filósofos, y el rearme material de la sociedad a partir de esa materia de inteligencia y pasión (que somos) a la que la filosofía da cauce y curso. Es, también, un escrito crítico y combativo que muestra hasta qué punto la filosofía es una necesidad ineludible de nuestra existencia y cultura.

Quizás hoy los filósofos no puedan regir los destinos humanos. Pero, como recientemente apostillaba en un hermoso texto Jordi Ibáñez, "no quiero pensar qué sería un mundo en el cual la filosofía hubiera desaparecido".

La filosofía es, quizás, el antídoto y la triaca que puede salvaguardarnos de un mundo inmerso en la caverna: la que los apologistas de las formas postmodernas de vida nos proponen. De nuevo importa, pues, con la filosofía, plantear cuestiones como la verdad, frente a tanto dimisionario gremial, o a desaprensivos debilitadores de la reflexión y del derecho a la lucidez.

Víctor Gómez Pin revela que la filosofía no ha dimitido de su función; es más, muestra el momento creativo y fecundo de un pensamiento en lengua española que se halla hoy, como recordaba con razón Jacobo Muñoz hace varias semanas, en el mejor momento de su historia.

EL SABER DEL ESCLAVO

Víctor Gómez Pin se doctoró en la Sorbona con una tesis sobre el orden aristotélico. Tras enseñar en Dijon y París, obtuvo una cátedra en la Universidad del País Vasco con una investigación sobre aspectos filosóficos del cálculo diferencial. Actualmente es catedrático de la U.A.B, donde enseña Gnoseología e introducción al Pensamiento Matemático. Es coordinador del Congreso Internacional de Ontología y vicepresidente de la Sociedad Ibérica de Filosofía Griega. Es autor de una veintena de obras y obtuvo el premio Anagrama de Ensayo en 1989 con Filosofía, el saber del esclavo.