Ensayo

Viaje a Oxiana

Robert Byron

1 noviembre, 2000 01:00

Península. Barcelona, 2000 349 páginas

Por este diario de un viaje realizado por Rusia y Afganistán, Robert Byron obtuvo en 1937 el Literary Award del Sunday Times. Tras su primer libro, The Station, basado en una visita al monte Athos, este inglés educado en Eton y Oxford se hizo famoso por su condición de viajero y por sus opiniones heterodoxas. Como recuerda la introducción de Bruce Chatwin, que elevó este libro a la categoría de texto sagrado, Byron tenía prejuicios bastante agudos y no se ahorró improperios contra la Iglesia Católica, el arte de la Grecia clásica, Rembrandt o Shakespeare, quien escribió "exactamente el tipo de obras que se esperaría de un tendero". Dedicado a la arquitectura, fue en busca de los orígenes de la islámica. En 1941, durante la II Guerra Mundial, se ahogó cuando torpedearon el barco en el que viajaba al áfrica Occidental.

Es posible que en su momento un libro de viajes como éste aportara una tesis fundamental, una nueva visión del arte persa. Los monumentos más admirados por Byron son el resultado de una fusión entre la antigua civilización iraní y los pueblos de estirpes nómadas procedentes de la cuenca del Oxus e incluso de más allá. Leído hoy, resultan de un interés muy minoritario sus abundantes descripciones de mezquitas y demás tesoros arqueológicos. Realmente hace falta un talento de gran calibre para ser capaz de transportar al lector a algún punto de emoción con una prosa modelada de piedras, ladrillos y azulejos. Byron era gracioso y muy ameno en sus rápidos frescos humanos y tenía talento, pero no tanto. Hay que convivir con demasiada erudición para disfrutar de estas estampas entre la aventura y la comedia, o de alguno de sus comentarios crueles, como el que le dedica a un santo, Ansari, que murió apedreado por unos chiquillos cuando hacía sentencia. "Uno siente cierta simpatía por aquellos muchachos, pues Ansari era un prodigioso pelmazo".