Metáfora y discurso filosófico
José M. Sevilla y Manuel Barrios
29 noviembre, 2000 01:00Partiendo de la constatación de que la preeminencia del discurso lógico-conceptual en el ámbito filosófico fue relegando la metáfora al papel de tropo ornamental o simple artificio retórico
Para Blumenberg la realidad como tal, esa realidad cruel que nos rodea, carece de sentido propio. E incumbe al hombre construirlo, experimentalmente, mediante alguno de esos orbes simbólicos en los que encuentra refugio y espejo en el que mirarse
Tiene, pues, su lógica profunda que Nietzsche diera en afirmar que todos nuestros conceptos son metáforas -esto es: tropos por los que, por mor de una comparación implícita, el significado regular de un término cede su puesto a otro nuevo-, metáforas que por gastadas, ya no lo parecen. Como la tiene también su reivindicación, de cara a la compresión del origen y de la naturaleza del lenguaje y del conocimiento de algunas tesis centrales del "giro retórico": "no hay", llegaría a escribir lapidariamente, "expresiones ‘propias’ ni conocimiento propio sin metáforas".
éste es el territorio rico, denso, incitante y peligroso por el que se adentra el espléndido volumen sabiamente compilado por Manuel Barrios y José M. Sevilla. Partiendo de la constatación de que la preeminencia del discurso lógico-conceptual en el ámbito filosófico, de Platón al cartesianismo y del idealismo hegeliano al neopositivismo lógico, fue relegando la metáfora al papel de tropo ornamental o simple artificio retórico, los autores que intervienen en este volumen roturan críticamente el tema desde otro ángulo, más ajustado, sin duda, a la naturaleza de la cosa. Y frente a la "arrogante pretensión del concepto de determinar universalmente contenidos sin contar con el rastro sensible de los significantes que le dan nombre" reconocen fructíferamente que "la retórica es epistémica", y que tiene, en consecuencia, que ser reivindicada en tanto que "otra vía de conocimiento".
Algo con lo que Hans Blumenberg -uno de los escritores filosóficos en lengua alemana más originales del siglo- concuerda y a lo que ha dedicado una obra ingente, asumible, en cierto modo, como una caracterización en profundidad de la sustancia última de la cultura occidental, de la que el libro que comentamos, excelentemente prologado por Valeriano Bozal, constituye una pequeña, pero incisiva, muestra. Para Blumenberg, creador explícito de una suerte de bien trabada y contrastada "metaforología", la referencia humana a la realidad es, en efecto, "indirecta, prolija en diferido y, sobre todo, metafórica". Y así, atento, como Cassirer, a la condición creadora de símbolos del hombre, Blumenberg ha ido rastreando en obras de tan rara elegancia como espectacular erudición el recorrido histórico de algunas de esas grandes imágenes simbólicas que conforman el corazón de nuestra cultura y de nuestra misma vida. Y al hacer tal no ha dejado, ciertamente, de formular una tesis "metafísica" que sintoniza con algunos registros centrales del pensamiento posnietzscheano. Porque para Blumenberg, como para Weber, por ejemplo, la realidad como tal, esa realidad cruel y despiadada que nos rodea, carece de sentido propio. E incumbe al hombre construirlo, siempre experimentalmente, mediante alguno de esos orbes simbólicos en los que encuentra a un tiempo refugio y espejo en el que mirarse...